El despertador suena a las 7 h. L se prepara para el día. A las 8 h, el desayuno y la merienda que M tiene que llevar al colegio están listos. Despierta a la niña para que se vaya desperezando y se ponga el uniforme. L le dice que, como ya es una niña mayor y su madre necesita ayuda, hoy tendrá que vestirse sola. M acepta y se arregla, mientras L asea y viste a S que hoy está de buen humor. Cuando están listos, los niños se sientan a comer en el salón, como todos los días. L peina a M, mientras repite la letanía de todas las mañanas: “Chicos, ¡a comer! S tómate el cereal. M, tu bocata”.
L mira la hora, el tiempo se agota. Cepillarse los dientes, ponerse el abrigo, salir a la calle. Llegan al cole de M justo a la hora en que su grupo comienza a subir a la clase. M se despide rápidamente y sale disparada al encuentro de sus compañeros. L y S siguen el recorrido hasta la guardería, pero este se prolonga más de lo habitual porque S quiere recoger algunas hojas secas de los árboles que va encontrando por el camino. Cosas del otoño prolongado a finales del invierno. Con S en la guardería, L va a su despacho.
La mañana transcurre de forma habitual. L organiza las tareas que tiene acordadas con sus clientes. Hoy toca preparar un post para la web de la Fundación Española del Corazón y dinamizar las redes sociales. También esta pendiente preparar un material para un cliente nuevo. L reparte el tiempo entre las tareas, dar respuesta a varios correos y resolver por teléfono algunos asuntos domésticos. A las 14:35 h hace una pausa para almorzar. Comida frugal y vuelta al ordenador. Todavía hay que resolver varias cosas antes de las 16 h, cuando tiene que ir a recoger a los niños.
A las 16:10 apaga el ordenador. Prepara su bolso con la merienda para los chicos y algunos juguetes para S. Recoge al niño en la guardería y luego se dirige al colegio de M. Cuando llegan, la niña espera en el patio del colegio que está en plena ebullición de algarabía y juegos. Un rato después, vuelven a casa. M tiene deberes. La tarde transcurre. A las 21 h, los niños están listos para acostarse a dormir.
M ya se ha hecho con dos libros de su cómic preferido, El club de Tea Stilton, y S ojea los de la pandilla de trenes Chunggington. Mientras M lee en voz alta las aventuras de la roedora detective, L recoge la cocina y prepara los uniformes del día siguiente. Media hora más tarde, al no se escuchar las voces de los niños, entra a la habitación y apaga la luz. Finalizada la jornada, el cansancio aparece de golpe. L duerme. Mañana será otro día. ¿Alguien dijo “conciliación familiar y laboral”?