Nunca estuve tan pendiente de las cifras: 2.926 euros, 90 cofinanciadores, 73% del objetivo alcanzado, 24 días de campaña por delante para sumar 1.074 euros más y conseguir los 4.000 que nos impusimos como presupuesto mínimo. La acogida de nuestra propuesta para investigar las multinacionales españolas en América Latina ha sido excelente, y vaya por delante el agradecimiento a todos los que nos han apoyado, sea con una aportación económica, colaborando en la divulgación o bien aportándonos informaciones y sugerencias que serán de mucha ayuda para mi investigación.
Sin embargo, los nervios permanecen agarrados en el estómago. Las dudas se disparan los días en que el contador se mantiene inmóvil. Porque, además, nuestro objetivo va más allá de esa primera cifra: aspiramos a conseguir en segunda ronda los 8.000 euros que marcan un presupuesto más cercano a las necesidades de una propuesta tan ambiciosa. Porque, como sabéis, de los recursos que alcancemos dependerá que podamos llegar a más destinos –Colombia, Ecuador, Bolivia, Chile–, y que yo disponga de más tiempo liberado para la investigación, el trabajo de campo y la redacción de los reportajes.
Con todo, el proyecto parece hoy a nuestro alcance, y los nervios vienen de la mano de una fuerte emoción. Muchas veces sentí que llegué tarde a esto del periodismo freelance: conseguí trabajar –y aún lo hago– para medios influyentes, como Público, El Mundo o Le Monde Diplomatique, pero cuando llegué a este rincón del mundo –una América Latina que me conquistó desde el primer día– y a esta esquina del oficio –la apasionante faceta del corresponsal–, la profesión se había degradado tanto en sus canales convencionales que hacer buen periodismo se convirtió más en una cuestión de amor al arte que en una opción profesional para garantizar el sustento. Me explico: a 100, 70, 50 euros el reportaje –y cada pocos meses, un nuevo anuncio de una bajada de tarifas, que ya no sorprende, pero sí indigna– resulta imposible disponer de los medios, y sobre todo del tiempo, necesarios para realizar una investigación completa, y, en fin, escribir algo que merezca llamarse periodismo.
Muchos lo intentamos, a costa de establecer un precario equilibrio que, al son de los EREs y las bajadas de tarifas, parece además tener un final cercano; mi decisión fue apurar esta fase mientras pudiera sostenerla, pero no quedarme quieta esperando a que sean las empresas de comunicación las que me resuelvan la vida. Ahí apareció el «crowdfunding» como una alternativa real, y Fronterad me ofreció su apoyo en esta aventura.
Por supuesto, el microfinanciamiento no puede ni debe ser la única vía de financiación para el periodismo del futuro; pero es un comienzo muy interesante. En primer lugar, porque el público se convierte en un actor activo que no sólo escoge qué lecturas consumir, sino que decide qué proyectos son lo bastante interesantes como para llegar a realizarse. En segundo lugar, porque cada iniciativa de tantas que vienen financiándose por esta vía constituyen proyectos en sí mismos muy valiosos, como espero que lo sea también el mío. Y aquí entra una visión más personal: si esta investigación sale adelante, tendré, por primera vez en diez años de profesión, la oportunidad de dedicarme en cuerpo y alma, con medios –no excesivos, pero sí suficientes– y tiempo para hacer una investigación en profundidad, escribir sin contar caracteres ni mirar el reloj, y abordar así una cuestión compleja desde diversas aristas.
Los maestros del periodismo suelen advertir del riesgo de subestimar la inteligencia de los lectores y, sobre todo, de no olvidar que un periodista se debe siempre al lector, no a la empresa que le paga ni, por supuesto, a cualquier tipo de interés espurio. Pero ahora ese compromiso es doble, porque ese lector al que me debo también está financiando mi trabajo por una vía directa: ha confiado en mí y en el equipo de Fronterad. Da un poco de vértigo esa responsabilidad. No me asusta, pero sí lo registro, porque el don obliga.
La serie de reportajes que se publicarán en Fronterad sobre la actuación de las multinacionales en América Latina no serán un producto colectivo al estilo de las –por otra parte muy interesantes– iniciativas de código abierto que otros autores vienen desarrollando. Lo que yo propongo es, más bien, un periodismo tradicional, riguroso pero literario, de calidad; esa calidad que imposibilita la censura encubierta de los tarifazos. Pero sí pretendo que sea un proyecto abierto, en un doble sentido: absorber las ideas que se deriven del feedback que propongo en este foro, y darle a todo el proceso la máxima transparencia. Por eso os animo, una vez más, a que me hagáis llegar todo tipo de informaciones, sugerencias, enfoques, lecturas. ¿Qué pensáis que no debería quedar fuera de mi mirada?
Volviendo al principio… Llevamos un par de días bloqueados con la recaudación. ¿Nos ayudas a darle otro empujón?