La televisión está para quemarla. Un policía que mata a un negro mientras los presentes graban o miran, un anciano desangrándose en mitad de la calle ante la indiferencia de los que le rodean: violencia, drama y muerte a diario. Los informativos, de hecho, están tan centrados en el morbo que ya no disimulan ni en la sección de deportes, que se ha convertido en un libro de autoayuda de mierda. La televisión, en efecto, solo está sirviendo para complicarnos la digestión y los días.
Lógicamente, después de horas de terror en la retina, salir a la calle y que te deseen un buen día acojona. Como al protagonista de La naranja mecánica, nos están exhibiendo imágenes de violencia explícita durante horas, con la única diferencia de que nosotros podemos apagar la televisión. Esta diferencia es importante, porque nunca he tenido tan claro lo saludable de alejarme de una pantalla.
Por suerte, los fines de semana puedo irme al campo. Allí ni siquiera llegan algunos canales, por lo que estoy a salvo; allí todavía pasa la vida, que es una cosa muy entretenida. Además, el mundo exterior está cambiando, y sigue estando cargado de sorpresas: el sábado, por ejemplo, vi un food truck en Sierra Morena. Ante aquel acontecimiento, decidimos cenar allí, pero había tanta gente que tuvimos que dejarlo en una cerveza. La vida nos estaba esperando con los brazos abiertos.
En el mundo exterior, en Trassierra, todavía refresca por la noche, y las copas sientan de maravilla con una rebequita sobre los hombros. El restaurante al que terminanos yendo cerró pronto, no nos permitió que dependiera de nosotros la siguiente, así que nos ahorramos la resaca del domingo. Entre alcornoques y encinas, aprovechamos el último día de la semana sin el lunes en la cabeza: tomamos el sol, bebimos cerveza y comimos solomillo. Hay lugares en los que no se toman decisiones, pero en los que se tiene la sensación de haberlo hecho y haber acertado.
Antes de irse a América, Cristóbal Colón estuvo en Trassierra, donde había nacido su amante, Beatriz Enríquez de Arana. Me pregunto si algún sábado se plantearía, como todos los que disfrutamos de la zona, dejarlo todo para vivir en Sierra Morena. Algunas respuestas varían en función del día en que se hace la pregunta.