Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoUn hijo cualquiera (Eduardo Halfon) y la fábula del sapo hervido

Un hijo cualquiera (Eduardo Halfon) y la fábula del sapo hervido


Nos dijo que si uno introduce un sapo en una cacerola de agua hirviendo, el sapo rápidamente brincará hacia fuera y se salvará. Pero que si uno lo introduce en una cacerola de agua templada y después empieza a aumentar poco a poco la temperatura en la hornilla, el sapo no se dará cuenta de esos ligeros aumentos y morirá hervido dentro de la cacerola (el auditorio entero permaneció mudo ante semejante imagen). Pero el profesor rápido levantó una mano con teatralidad, como diciendo deténganlo todo, y nos explicó que se trababa nada más que de una fábula, que la teoría del sapo hervido, según los científicos, era incorrecta. Ya en el siglo XIX, nos dijo, el fisiólogo alemán Friedrich Goltz, mientras hacía experimentos para buscar la ubicación exacta del alma, demostró que al nomás llegar la temperatura del agua a 25º C un sapo se salía de la cacerola. Y es que el sapo es un anfibio, nos explicó, que autorregula su temperatura corporal cambiando constantemente de sitio. Termorregulación, se llama. Entonces, dijo, si puede, un sapo siempre se saldrá de la cacerola. Algunos estudiantes se rieron. Otros suspiraron. Yo no entendí nada. Y estoy seguro de que ninguno de los presentes tampoco entendió nada de la anécdota del viejo profesor, quien ya nos había dado la espalda y estaba escribiendo en el pizarrón la fórmula de la primera ley de termodinámica (∆u = q − w), la cual expresa que la energía total del universo no se crea ni se destruye sino que se mantiene constante, al lado de su mal dibujo en tiza blanca de un sapito sonriendo

Desde mi punto de vista esta fábula funcionaría bastante bien como imagen de los riesgos del cambio climático. El incremento de la temperatura del planeta es tan gradual en la escala de una vida humana que no lo notamos apenas. Nosotros seríamos el sapo al que van calentando poco a poco. Después, el viejo profesor escribe una fórmula y pierde la atención de su alumnado, como bien saben profesores y divulgadores. En los libros de divulgación científica existe la premisa de evitar las fórmulas a toda costa y funcionar con metáforas y fábulas como la del texto. Se dice incluso que algunos editores tienen cuantificado (¡mediante una fórmula!) el número de lectores que se pierden según la cantidad de fórmulas y números que aparezcan en una página.

Por otro lado, los batracios han sido tradicionalmente un gremio bastante puteado por la ciencia, como sabemos por Galvani o por Buñuel

Más del autor

-publicidad-spot_img