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Un mar de Bandas

Dejemos sonar al bombardino. No perdonábamos un domingo, tanto en la alameda de Santiago de Compostela como en los enclaves de Vigo donde la banda municipal se esmeraba. Las bandas de música fueron, antes que los grupos de rock, nuestros primeros maestros en el arte de soñar con la música. Con motivo de las fiestas patronales de la Virgen de la Consolación, en Coia, el barrio de Vigo donde transcurrió nuestra infancia, el concierto anual de La Lira de Ribadavia era como cumplir una promesa. Esta banda orensana es una de las más prestigiosas de Galicia, y la finura de su ejecución, su forma de domar el viento, su primor a la hora de tocar, hacían difícil resistir la emoción. Me gustaba sumarme a la corte de niños y adultos que escoltaba a la banda cuando hacía su entrada en el recinto ferial, donde ya no quedan ni los viejos plátanos ni el palco. Todavía se preguntaba mi madre el otro día “¿qué fue del palco de Coia?”. Nadie lo sabe. Descubrimos a otra Lira, esta de San Miguel de Oia, tocando el pasado domingo bajo los plátanos –estos sí, preservados- en la alameda de Bouzas, pero junto al palco. Los jóvenes músicos y su director preferían tocar sentados a la misma altura que su público. La música de las bandas parece el contrapunto para un domingo como Dios manda. Hasta el 25 de septiembre hay programados conciertos por buena parte del municipio de Vigo en los que darán muestra de su entusiasmo y virtuosismo, además de la citada Lira, la Atlántida de Matamá, la Unión Musical de Coruxo, la Escola de Música de Beade, la Unión Musical de Valladares, As Delicias de Caeiro, el Ateneo Musical de Benbrive y la Unión Musical de Cabral.

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