Sacas a Otis.
Otis es un perro negro sobre un inmenso prado verde.
Levanta la pata, cae la lluvia,
él estira el cuello y se te da por pensar
en el sapo que salta
del estanque al mar.
¿Acaso sabes hombre
acaso sabes si el mundo ofrece algo más
después de la mañana de fiesta
y las tardes de campo?
Quizá una buena cena, un desayuno de colores
Un beso que me diste, que te doy
(que no se juzga un beso
pasada la cerradura del
cuarto de hotel.)
Piensas ¿Has dormido bien?
¿O te has quedado dormido?
¿Sabes que viene el fin y lo esperas?
¿O haces el ridículo
como ese señor de terno y corbata que levanta la mano
ahí en la segunda fila
y habla del yo, del yo,
y del hombre, del muy macho?
¿Es que acaso ya se pasó tu época de brillar?
Acaso piensas hombre, todavía,
que Patti Smith vendrá a aplaudirte
y desde la tumba tal vez Joan Didion y Louisa May Alcott
(Porque Dylan y Bellow
esos sí que no.)
Ves un perro sobre un inmenso prado
y un cartel de pesticidas:
Remove after 24 hours.
Piensas entonces en una semilla que regresa
al vientre
En una pausa eterna
que algunos llaman (sin sonrojarse):
la inmortalidad.