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Mientras tantoUn perro, un prado y la inmortalidad

Un perro, un prado y la inmortalidad


Cangrejo en la orilla del lago Maracaibo (Venezuela). Foto en The Commons de Wilfredorrh.

Sacas a Otis.

Otis es un perro negro sobre un inmenso prado verde.

 

Levanta la pata, cae la lluvia,

él estira el cuello y se te da por pensar

en el sapo que salta

del estanque al mar.

 

¿Acaso sabes hombre

acaso sabes si el mundo ofrece algo más

después de la mañana de fiesta

y las tardes de campo?

 

Quizá una buena cena, un desayuno de colores

Un beso que me diste, que te doy

(que no se juzga un beso

pasada la cerradura del

cuarto de hotel.)

 

Piensas ¿Has dormido bien?

¿O te has quedado dormido?

¿Sabes que viene el fin y lo esperas?

¿O haces el ridículo

como ese señor de terno y corbata que levanta la mano

ahí en la segunda fila

y habla del yo, del yo,

y del hombre, del muy macho?

¿Es que acaso ya se pasó tu época de brillar?

 

Acaso piensas hombre, todavía,

que Patti Smith vendrá a aplaudirte

y desde la tumba tal vez Joan Didion y Louisa May Alcott

(Porque Dylan y Bellow

esos sí que no.)

 

Ves un perro sobre un inmenso prado

y un cartel de pesticidas:

Remove after 24 hours.

Piensas entonces en una semilla que regresa

al vientre

En una pausa eterna

que algunos llaman (sin sonrojarse):

la inmortalidad.

 

 

 

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