Cincuenta años de la Revolución de Noviembre en física y desenterrando los secretos del cosmos. Así, con esa sintaxis algo torturada, anunciaba la Fundación Ramón Areces la conferencia del profesor Samuel C. C. Ting, premio Nobel de Física en 1976.
Como en otras ocasiones, el empaque de la sala de conferencias de la Fundación se vio empequeñecido por los problemas técnicos: a veces son las proyecciones, que no entran; en este caso eran los audífonos para escuchar la traducción del inglés, que no funcionaban. El profesor Ting, en un rasgo de humor, sugirió hacer su intervención en chino.
El dispositivo diseñado con el concurso del profesor Ting ha captado ya más de 250.000 rayos cósmicos. Ah, y que “a pesar de la creencia popular de que e + (el signo más debería ir en voladita sobre la e) e – (el signo menos debería ir en voladita sobre la e)… La frase parece y está incompleta, pero la pesqué al vuelo como un hipotético epígono de Nabokov en el cosmos porque me llamó mucho la atención la frase introductora del físico… “a pesar de la creencia popular”… que demostró que sobre-estimaba a su audiencia madrileña del pasado 14 de octubre.
Todas las afirmaciones pertenecen al profesor Ting, aunque no vayan entrecomilladas, salvo que aparezca ostensiblemente el lápiz del copista por la forma de expresarse y de dar cuenta de lo que oyó o creyó oír.
Durante una tormenta sobre Madrid caen del cielo 10.000 millones de gotas por segundo (será cuestión de tenerlo meridianamente en cuenta cuando el Dios de la lluvia vuelva a encorajinarse sobre la capital de España). Tratar de averigurar qué gota es roja.
El experimento (que sacó a la luz la partícula J) no fue popular en la comunidad científica.
Si pudieras cenar con Ting, ¿qué le dirías?
Si pudieras dormir con Ting, ¿qué soñarías?
Si pudieras desayunar con Ting, ¿qué pensarías?
Se mudó de Nueva York a Hamburgo porque en la ciudad alemana encontró más eco, medios y atención a sus intuiciones.
[Al menos] 10.000 toneladas de cemento fueron necesarias para protegerse de las radiaciones emitidas por el experimento.
Los imanes (tenían tarde o temprano que aparecer).
Contadores Cherenkov, usados para medir lo que no vemos (como tantas veces ocurre en la física y en la astrofísica: ¿Dónde más? ¿Dónde menos?).
Un espejo elíptico detrás del segundo imán.
Siempre vamos a necesitar un experimento (la esencia de la ciencia es prueba/error, y someter cada avance a verificaciones incontables, y a nuevas teorías que acaben echando por tierra lo que creíamos que sabíamos.
¿Y un animatógrafo como el que proponía el viajero portugués Fialho de Almeida para ver Galicia a comienzos del siglo XX?
Trabajando a bajo voltaje para evitar daños por radiación.
Comprobaron que una verdadera partícula había sido descubierta.
J vive 10.000 veces más que otra partícula. O (según la analogía de Ting) equivale a comparar la vida en una remota aldea de la Tierra: mientras que una partícula (o una remota aldea) vive cien años, J vive un millón de años.
¿Qué piensas que son
hacen
los hadrones?
¿Y los gluones?
Esta noticia (el descubrimiento de la partícula J) mereció la primera página del New York Times.
Hacia el postre, mientas nos asomamos a una terraza imaginaria de Madrid para ver si cuajaba una tormenta perfecta o una aurora boreal, los esquivos neutrinos hicieron por fin su aparición.
Para medir los rayos cósmicos necesitamos un espectrómetro magnético en el espacio (subirlo a ese mirador). En eso ha trabajado mucho y bien el señor Ting.
[Al menos: hay partículas necesarias para evitar el antiestético efecto de una cifra desnuda abriendo un párrafo] 10.880 fotosensores: fue la contribución española, desde el CIEMAT, a ese proceso de captación de rayos cósmicos.
En los rayos cósmicos, por cada partícula hay unos 10.000 protones.
Entonces el gran Ting convoca a la materia oscura (que ocupa prácticamente todo el universo observable, si ese oxímoron se sostiene. Este error, de sustentarse, me pertenece por entero), y en ese tren de mercancías aeroespacial agrega vagones como los rayos cósmicos, las supernovas y todo mi incesante asombro.
Entre púlsares y materia oscura, ¿cuál es su estatuto sexual espectrográfico? Los hermanos Marx siempre son bienvenidos, no para tomarse a chirigota la serena seriedad de la ciencia, sino para que la paradoja y el éxtasis nos cojan siempre con una dosis de humor para evitar síncopes y soledades espectrales.
Colisiones en el seno de la materia oscura, si se puede expresar así.
Nuevas fuentes, como púlsares o materia oscura, producen igual cantidad de e (con el signo + en voladita) y e (con el signo – en voladita).
Esto es un misterio que yo espero descifrar antes de morirme. O de pasar a mejor vida, si esa hipótesis es plausible.
Una mujer que no es física teórica pero parece china y pasea junto al CSIC (es decir, no lejos de la Fundación Areces) a dos perros que no son suyos. No sé si de ese encuentro cabe hacer alguna inferencia.
Yo me salgo antes de que el admirable profesor Samuel C. C. Ting termine porque he quedado a cenar con Hugo Mujica y mientras atravieso una secuencia de calles paralelas y perpendiculares todavía no tengo ni la menor sospecha de que el poeta que estuvo cinco años en silencio hablará de Nietzsche y del Cánto cósmico de Ernesto Cardenal.