Un sabio con un corazón de oro. Retengo esa frase de un amigo de José Luis Sampedro. Me miran desde la estantería de mi casa las portadas de algunos de sus libros, y me entra la urgencia de volver a leerlos todos, de encontrar los que no he leído, de llenarme de nuevo con sus palabras como homenaje íntimo de despedida a quien se admira y se quiere; no puedo evitar querer lo que admiro, tal vez porque la admiración nace del corazón cuando la cabeza queda iluminada, cuando recibe luz y necesita conectar con la emoción. Y eso era Sampedro: luz.
José Luis Sampedro pensó, amó y vivió en la misma continuidad que recordaba debía existir entre la bondad y la inteligencia, los sentimientos y la razón. Pensar nos debe hacer mejores, a nosotros y a los que nos rodean, para que el mundo sea un poco menos malo cuando nos vayamos que cuando llegamos. Y eso sólo se puede hacer desde el amor generoso y libre que él predicó, escribió y practicó.
En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas, canta Sabina, y en tiempos tan oscuros mueren algunos verdaderos.
Yo sólo coincidí con él una vez, pero tengo la sensación de que me ha acompañado durante años cada vez que alguna de sus obras conseguía llenarme de confianza, de agradecimiento, de reconciliación con la vida por la que hay que pasar sin anestesias, con el alma despierta, como él lo hizo.
Radical, porque no se andaba por las ramas, iba a la raíz, sereno y firme en sus certezas y en sus dudas. Parecía de otro tiempo, del porvenir, del futuro al que quería salvar de este presente avaricioso y desnortado, ante el que, a pesar de todo, jamás se rindió su lucidez.
José Luis Sampedro era humanista. Nada de lo humano le era ajeno e intentó llevar en su vida, y trasladar a su obra, la coherencia de que todos los seres humanos nacen libres e iguales en derechos, aunque no les dejen serlo. Por eso murió indignado y en paz, porque nunca dejó de ser un individuo que creía en la dignidad colectiva, en un proyecto de bien común desde la libertad y la igualdad por la que había que luchar desde donde te correspondiera, esa libertad e igualdad que muchos izan como bandera, pero pocos están dispuestos a defender en persona cuando tienen la posibilidad de subir a una tribuna pública.
José Luis Sampedro era feminista; ser mujer o ser hombre desde un mandato social de lo correcto y lo incorrecto nos hace menos libres y más infelices y limita nuestra sexualidad que es un derecho a realizar entre hombres y mujeres sin jerarquías, sin etiquetas, una vivencia gozosa y libre entre seres humanos iguales, y no un instrumento de represión, dominación o violencia que sufren sobre todo las mujeres.
José Luis Sampedro era feminista, y ser feminista es muy difícil, mucho más que ser anticapitalista. Hay que ser muy crítico, muy coherente, muy libre, muy sabio con la cabeza y con el corazón, hay que admirar y querer mucho al ser humano, como lo hizo Sampedro: un sabio con un corazón de oro.