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Un sonido magenta

 

Sé que vengo demorado; bastante demorado, diría.

 

Pero es que ha habido mucha agitación estos días últimos. No turbulencias, sino más bien de, por decirlo con Esperanza Guisán, “vibrar como una cuerda al unísono con las otras cuerdas humanas”. Sí, eso.

 

Mejor.

 

Y aquí estoy en la noche, escuchando ese violín “que revive cada noche una mano / de no sé quién ni cómo”, al decir de José Antonio Moreno Jurado.

 

Tratando de mecerme en la claridad de la luna llena.

 

Y prometiéndome a mí mismo que mañana hallaré un hueco, apenas un resquicio, y un brote de energía renovada, para dar salida o forma o acaso para poner en claro y unir en una sola voz tantas y tantas historias que he escuchado de múltiples voces cálidas, acogedoras y sensuales en esos días últimos, días de vibrar esperanzadoramente y escuchar violines y de mecerme en una sinuosidad tan tan grata.

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