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Mientras tantoUn teléfono de oro macizo

Un teléfono de oro macizo


 

A Ronald Reagan la fotogenia le sirvió para pasar de las pantallas a las tribunas, curiosamente el camino inverso al de Rajoy, que ha acabado en estrella catódica. En el origen del parlamentarismo era la palabra, el verbo, que ha sucumbido ante el poder de la imagen que, también curiosamente, trasciende de la belleza teniendo en cuenta el elenco; un país que se las prometía felices con Suárez a decir de la madre de uno, y después con González a decir de otras madres, pero que no fue más allá del sueño de una democracia dirigida por hombres apuestos que terminó en el desaliño generalizado de la actualidad, no sólo el de la apariencia de los individuos y de las cosas, sino también el de los usos y las formas. El presidente ayer se hizo una foto de las que quedan en la retina de los espectadores, rodeado de la cúpula empresarial y dando la impresión, una vez  dentro de la Moncloa, de irse pasando los unos a los otros un teléfono de oro macizo como en la segunda parte de ‘El Padrino’ antes de comenzar la reunión. El caso es que una imagen así da el empaque que se pueda necesitar. Todos esos Tíos Gilitos arropándole (como arropándonos) le ponen a uno tan guapo como para despertar histerismos de un signo y de otro a su alrededor, que es lo que desata Rajoy igual que si fuera Sinatra cantando ‘Fly Me to the Moon’. Rubalcaba ha de tener unos celos terribles de semejante galanura como para imaginarle pergeñando una venganza de diva. O que se lo digan a Aznar que anda pidiendo bolos para que le sigan retratando, aunque sea  de gira con Cañete (el Pavarotti hispánico) por esas plazas móviles de los pueblos. La fotografía (de estudio, por supuesto) es el poder en una sociedad estética en perjuicio de la dialéctica; sin olvidar la digital, que viene del dedo, esa otra forma del éxito tan española. 

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