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Mientras tantoUna carta (no) escrita a Christо

Una carta (no) escrita a Christо


¿Cómo es posible que las formas verbales en un texto cambien de presente a pasado en tan solo un día? ¿En Wikipedia alguien las cambia o es automático? Me imagino a una persona cuyo trabajo consiste en convertir “es” en “era” cada día.  Así es como me siento hoy yo, una persona que hace dos meses empezó a escribir un artículo y que ha decidido, еn vez de corregirlo, dejar todo como estaba escrito. Aunque sea gramaticalmente incorrecto.

Este texto no es un resumen del trabajo de Christo y Jeanne-Clаude, ni pretende ser un intento de analizar el sentido de su obra, puesto que ellos mismos siempre lo han negado. Es simplemente un collage compuesto de recortes de entrevistas, recuerdos de una exposición y una película, una escena de una obra de teatro sobre los objetos, la memoria y cómo las visitas imaginarias del “Reichstag envuelto”, “The Floating Piers” y muchos más influyeron a alguien que ahora intenta reconstruir el resto del paisaje que nunca pudo ver alrededor de una foto borrosa.

En esta imagen se puede ver una superficie naranja flotando sobre el agua con muchos puntos negros encima. La sensación es la de caminar sobre el agua. La obra te sostiene. Te separa de las decenas de metros de agua que hay debajo. Te obliga a hacer un esfuerzo físico para que la conozcas. Eres uno de los puntos negros pintados encima, moviéndote, actuando. Desde el sitio en el que te encuentras en ese momento la vista que tienes es exacta y única. Ah, sí, y con el paisaje de la Mona Lisa de fondo. “Para experimentar, para disfrutar, para moveros dentro de nuestro trabajo tenéis que tomaros el tiempo para realmente caminar. No caminar imaginariamente, no pensar que estáis caminando, caminar de verdad”, dice Christo en el Vaticano.

Hace cinco años tuvo lugar su primera exposición en Sofía desde que se fuera en 1957. Asistí con una amiga alemana que estaba de visita.

—Este es Christo Javacheff, más conocido como Christo. Es un artista contemporáneo búlgaro de gran reconocimiento. Con su mujer Jeanne-Claude envolvieron cientos de objetos, edificios y lugares geográficos llegando a tamaños… – le explico.

—Sí, sí, lo conozco. Vi el Reichstag envuelto en 1995. Es muy conocido en Alemania. No sabía que era búlgaro.

—Sí que lo es. – respondo.

¿Mi identidad nacional se basa en la admiración por alguien que tuvo que expatriarse para poder ser el artista que el partido comunista no le hubiera permitido ser aquí?

Las obras de Cristo y Jeanne-Claude duran entre unas horas y unas semanas. No más. Luego hacen que todo desaparezca sin dejar rastro y todo es reciclado. Ahora podemos ver solo los planos, los dibujos y las fotografías de sus proyectos. Todos ellos forman parte de las obras mismas y son el único testimonio material de su existencia, junto a los recuerdos de las miles de personas que las han construido y de las que las han experimentado.

“Todos nuestros proyectos son obras de arte. Y son totalmente carentes de utilidad. Existen solo porque Jeanne-Claude y yo queríamos verlos terminados y realizados. Nunca hacemos la misma cosa otra vez. Nunca envolveremos otro Reichstag. Por eso haremos otro proyecto que os hará caminar tres kilómetros sobre el agua del lago Iseo de Italia”. La idea surgió en los años 70 y fue rechazada en Argentina, donde planeaban construirlo en el delta del Río de la Plata. Y después, en 1997, en Tokio Bay. Como dice Christo, esta espera no es paciencia, es pasión.

Una de las primeras obras de Christo fue un Volkswagen que le prestó un amigo por unos diez días y que envolvió para una exposición. Cuarenta años más tarde y después de enormes esfuerzos, su proyecto de alquilar y empaquetar el Reichstag se convertirá en la primera obra de arte debatida en un Parlamento mediante preguntas como: ¿de qué se puede hacer arte?, ¿para qué hacerlo?, ¿a qué llevaría resignificar un lugar con tanta importancia?, ¿vale la pena tratar temas así en el Parlamento?

Y yo me pregunto, ¿existe algo más genial que hacer que los políticos de uno de los países más poderosos del mundo se reúnan para hablar sobre una obra de arte?

Christo y Jeanne-Claude demuestran que existe la posibilidad de envolver cualquier cosa, aislar todo del resto del mundo. Nada es de nadie y todo se puede convertir en arte.

En la película han captado el momento en el que Christo llega al Lago Iseo en junio del 2016. Mira hacia la isla San Paolo en medio sabiendo que dentro de dos semanas va a construir un puente de tres kilómetros que permitirá a 1,2 millones de personas caminar sobre el agua.

Aquí está la primera vez en la que pisa los muelles flotantes:

En el documental que proyectan en la exposición su hermano está en su taller de “Howard Street, 48” en Nueva York enseñándole fotografías de la casa donde pasaban los veranos en Bulgaria de pequeños:

—Спомняш ли си? (¿Te acuerdas?)

—No.

Más adelante Jeanne-Claude explica que los amigos que después de su partida no han querido pronunciar más su nombre por ser un disidente, simplemente los ha ido borrando de su memoria. Que él no se olvida de nada, tan solo no quiere acordarse de ciertas cosas. Si algún día decide volver a Bulgaria después de sesenta años sus recuerdos infantiles se van a transformar irreversiblemente.

Y pienso: si se puede decidir que los recuerdos no sean recordados; si pueden sustituirse por otros; si pueden restaurarse, ¿podrán envolverse­?

A Christo le gustaba bromear diciendo que se había ido de la Academia de Bellas Artes de Sofía justo antes de elegir la especialidad, por eso su arte se sirve de tantos elementos diversos. De ahí viene la libertad que tiene para trabajar con todas las disciplinas que él mismo elige: arquitectura, urbanística, logística, etc.

Al final de la película, Christo pega cuidadosamente su enorme maleta metálica con cinta y sale del hotel después de haber construido y deconstruido una de las obras de arte más grandes de la historia.

En el documental que vemos en la exposición, Christo mira por última vez la creación que Jeanne-Claude no pudo ver. Una creación que por fin fue realizada y que existió durante dieciséis días después de media vida de espera.

De nuevo, me pregunto: ¿es posible que sientas un vínculo tan fuerte con alguien que ni siquiera sabe que existes? Supongo que el poder del arte es precisamente hacer esto posible. Y, al menos para mí, no existe nada más hermoso.

Christo falleció hace casi dos meses. Ahora estoy escribiendo este texto que en realidad iba a ser un artículo sobre él y su siguiente proyecto: envolver el Arco del Triunfo en París. A su vez ese artículo hubiera sido un sustituto de lo que verdaderamente quería y estaba posponiendo hacer en los últimos dos años: escribirle una carta. La sensación de que nunca llegarás a conocer a alguien es extraña. Que antes hubieras podido y ahora ya no. Me pregunto si a Christo, leyendo la carta que nunca escribí, le hubiese interesado saber que hay artistas búlgaros que, marcados por su obra y por su historia, envuelven pianos de cola en escena y todos los objetos de sus estanterías de vez en cuando. No sé. Pero el simple hecho de tener el coraje de escribirla y mandarla hubiera sido importante para mí.

Puesto que este texto tiene en vez de principio una explicación, va a terminar no con un final, sino con un consejo: Si queréis decir algo a alguien, sin importar quién sea, no esperéis, no existe mejor momento que ahora, porque los momentos no se pueden empaquetar, a diferencia de los objetos.

P.D. Aquí se pueden ver todos los objetos cuya envoltura acompañó la escritura de este texto:

 

Martina va por la vida entre artes y lenguas. Quiere que su país tenga una imagen contemporánea reconocible fuera. Le gustan los viajes, los retornos, el canto, los pájaros y el mar tranquilo porque ella no lo es.

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