“Una chispa puede incendiar la pradera” decía Mao (ya no le llamo camarada, me he vuelto más descreído de todo) y la verdad es que en África parece que todo vaya a acabar ardiendo de una punta a otra. Es verdad que aquí las praderas, y más cuando estamos en la estación seca, se queman con que las toques pero parece como si una gran bola de fuego fuera a abrasar toda África. Espero que sea para quemar tanta ‘mala hierba’ que hemos consentido que se adueñara de una tierra con tantas posibilidades para sus habitantes.
Os confieso que, agotado como estoy con tantos contratiempos, había pensado titular este post “Hasta luego” o “Hasta los güevos” y en esas me estaba debatiendo cuando han surgido cosas que me han hecho cambiar la decisión.
Porque mi idea era poco menos que deciros adiós en estas páginas por puro cansancio y desmotivación. Yo no soy un profesional del periodismo ni la escritura (ya, ya, ya sé que se nota…)
Hace unos años me salieron un montón de verrugas por la cabeza por mi mala cabeza de afeitarme con una maquinilla eléctrica. Y me afeitaba no sólo la barba, también la cabeza entera. El caso es que me las extendí cual fuego en pradera africana. Conseguí una cita en un dermatólogo en Marbella (estaba pasando unos días en una clínica para gordos, sin despreciar, eh, que allí he conocido a un premio Nobel de Literatura) y al llegar al local ya me dio mala espina.
En una entreplanta de un edificio en el que había innumerables puertas en el pasillo con distintos carteles me encontré con el típico letrero luminoso de fluorescentes dubitativos en el que estaba escrito en el metacrilato:
DERMATÓLOGO
Enfermedades de la piel y venéreas
En diseño se habían gastado poco y menos en poner el nombre del susodicho médico especialista responsable. A pesar del pálpito negativo llamé a la puerta, las verrugas hay que pararlas, y me abrió un hombre que resultó ser el especialista sanador, no había nadie más en la consulta.
Bueno, no os voy a distraer con los detalles de su aspecto, ni la sensación de los estragos que las diversas licencias de una vida licenciosa, valga la redundancia, podían haber grabado en su cara. Por otra parte las dos piezas de que se componía la consulta, recepción y decepción, tampoco resultaban tan mal ni tan deprimentes como la entrada y el dermatólogo. Pero estaba claro que no había un criterio claro de amortización de equipos, instrumental, mobiliario, ni reposición de los mismos.
El caso es que me tumbó en una camilla para reconocerme y aproveché el ‘viaje’ para pedir que me liberara, ya de puestos y tumbados, de todos esos adminículos, verrugas y lobanitos que se me han ido quedando colgados como recuerdos de genes defectuosos incapaces de mantener en perfecto estado de revistas un cuerpo que fue tan agraciado como el mío…
Sus palabras, acompañadas de una actitud de enojo y desprecio, fueron textualmente:
“Esto no es lo que me habían dicho al pedir la cita. Me habían dicho que era una verruga y aquí hay para hartarse. Para esto hay que tener tiempo y ganas y yo no tengo ni lo uno ni lo otro…”
Comprenderéis que poner tu cuerpo en manos de alguien con esos planteamientos no era lo que más me apetecía y tímidamente inicié un intento de levantarme (los abdominales nunca me han funcionado como debían ahogados como están por mi generosa tripa), pero me tocó levemente el hombro y me dejé caer en la camilla. Finalmente me quitó casi todo y 500 € (sin recibo) por una hora de tajo.
¿Toda esta historia para qué?
Pues para deciros que había pensado escribir lo mismo, que este era el último artículo en mi blog porque para hacer esto hay que tener tiempo y ganas y yo, ahora mismo, no tengo ni lo uno ni lo otro… Pero han pasado cosas.
Crisis en Costa de Marfil por un cambio de gobierno resultado de las elecciones que el anterior gobierno rechaza, partición del Sudán, revolución en Túnez, en Egipto, en Yemen… y ahora nuestro compañero de blog Juan Tomás Ávila Laurel se pone en huelga de hambre en Guinea Ecuatorial por la visita de José Bono y una delegación de parlamentarios españoles al Presidente de Guinea Ecuatorial.
Juan Tomás tiene más razón que un santo en sus razones y deberíamos avergonzarnos en el primer mundo por todo el apoyo que hemos dado y seguimos dando a todas estas malas hierbas que se han hecho multimillonarios a costa de sus pueblos y gracias a nuestra ayuda. Pero, claro, por encima de todo está proteger y defender los intereses de nuestras multinacionales con intereses en estos países (petróleo y todo tipo de recursos naturales). Eso sí, el peor dictador es Castro, que no respeta los derechos políticos (los otros derechos humanos, más importantes, creo que los respeta bastante más) al menos él ha dicho que pueden quedarse con todo el dinero y todas las cuentas bancarias que puedan encontrar a su nombre o de su familia en Suiza o en cualquier paraíso fiscal. Historias de dictadores, ¿o hay democracia en Guinea Ecuatorial, Túnez, Egipto…?
El caso es que el pobre de Juan Tomás ya es bastante delgado y tengo miedo por él haciendo una huelga de hambre. Dudo mucho que consiga lo que pide, pero un gesto como el suyo hace que uno vuelva a creer en el género humano (en los dos) y que no está todo perdido.
Va a resultar que en esta Sodoma y Gomorra que es el mundo actual sí vamos a acabar encontrando algunos hombres justos por los que merezca la pena seguir luchando y que no deseemos que un fuego abrasador asole la tierra.
Yo, por mi parte, poco puedo hacer aparte de iniciar una huelga de hembras, que me vendrá bien, y seguir escribiendo aquí por intentar seguir contándoos historias de África, más bien chorradas en mi caso, por si él no puede seguir haciéndolo.
¿Podíamos organizar el envío de alguna carta al Congreso de los Diputados manifestando nuestro descontento?
GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS