Sobre la corriente del Escalda
tendrán que fiarse
era sábado y los trenes
habían llegado y salido
a su hora
como suelen en Bélgica
y en los demás andenes
civilizados.
Se había hecho el reparto
a los pobres
y los turistas
habían dado buena cuenta
de su ración de ser.
En algún lugar
alguien volvía
a echarse a Walt Whitman
a la cara
y a los hombros.
En algún lugar
el poeta que contenía multitudes
servía para derretir
la estúpida manteca
que ponemos para freír
los huevos
la cobardía
las tardes de lo que vamos siendo
aquí
hastiados
sin darnos cuenta
de lo que vale un peine
en Siria
y en Sudán del Sur.
Cada hombre
merece su plato
su vaso
su almohada
su razón de amor
su hambre de ser escuchado
su sed de poder decir
a qué ha venido
a este piélago
a esta noche
tan fraterna
y tenebrosa
entre trenes que fueron empleados para el crimen
y convoyes
que habrán de llevarnos
a otro país
interior
el nuestro.
La cometa sobre la corriente del Escalda
no era por Walt Whitman
pero me la traje en el ojal
como una contraseña
para una tarde de mayo
sin más historia
que la de los que no acabamos
de creernos
esta canción
y a veces nos dejamos
sodomizar
por la melancolía
y otros practicantes
del narcisismo.
¡Vamos!