Hay en Madrid una exposición sobre el cerebro. Voy, doy una vuelta. Diferentes temas en torno y muy amplios. Desde las neuronas a los robots, telas de arañas iluminadas en el interior de una caja transparente.
Muchas preguntas apuntadas, para el visitante.
¿Es sobre la totalidad de lo que somos?
¿Es nuestro cerebro todo?
¿Qué hay fuera de nuestra mente? ¿Qué hay al otro lado del universo?
Guy de Maupassant (en el libro La vida errante) se pregunta cómo sería el mundo sin un sentido, por ejemplo, el oído. ¿O si fuéramos sensibles a los colores?
La exposición está en la cuarta planta, subimos varias personas en un ascensor de cristal, hay un niño, la mayoría de los adultos consulta sus pantallas móviles. El niño, pequeñito, al salir, señala el número cuatro y dice: Cuatro, papá, papá, cuatro.
Un cuatro, mira: Míralo.
Hay una parte de la exposición donde los visitantes han escrito sus primeros recuerdos. ¿Qué y cómo recuerda nuestra mente?
Una pregunta maravillosa.
Leo muchos recuerdos, leo el primero. Alguien de quince años recuerda la primera vez a los tres meses de edad: A mi padre en la entrada de mi casa, poniéndose a mi altura, saludarme y decir que era él.
Me gusta ir a una heladería por el café napolitano que tienen. Un día olía igual a la casa de mi abuela Adela, exactamente, fue increíble. Y más increíble es que este olor lo había sentido otra vez en un ascensor de Reggio Calabria cuando subía con mi familia a un restaurante para cenar.
¿Habrá otra vez?
Ahora, que escribo, puedo volver a aquellos lugares, Montemayor del Río, Reggio, Madrid, Nápoles. Aquí, tras los ojos.
Hay un agujero negro (se llama Sagitario A) en el centro de la Vía Láctea y en el centro de las galaxias. ¿Por qué soñamos?
Es otra pregunta que aparece escrita en letras grandes.
Soñé que veía pterosaurios (dinos que vuelan) en un viaje. No podía creerlo, se habían extinguido hace millones de años, allí estaban volando muy cerca de mí y mis compañeros de autobús. Me bajé y fui hacia el lugar.
Era el rodaje de una película… Decepción… Despierto y ni siquiera estoy de viaje…
¿Llegará el día en el que podamos ver qué sueña el otro con una máquina? ¿Asistiremos a los sueños de los cerebros al dormir?
¿Cine? ¿Soñaremos nuestros sueños?
Como si fuera una película de dinosaurios voladores, soñada. ¿Qué sueñas y tienes?
Telarañas: la mente ampliada del insecto: telas de arañas.
Un cuartito a oscuras, hilitos dentro de una caja iluminada y transparente. Una red construida por diferentes especies de arañas: cyrtophora citricola, nephila senegalensis y agelena labyrinthica. Una forma de mostrar las conexiones que tenemos todos. Una idea lleva a otra, la anterior a la siguiente, en el pasado, ahora, prever un futuro. Con otros.
¿Qué piensas, crees al anochecer (en ese momento entre el vuelo de las golondrinas y el de los murciélagos)?
Dejo a las arañas de patas largas (o pholcus phalangioides) vivir en las esquinas del techo, sé que por la noche se pasean por mi cabeza y labios.
Su cerebro es pequeñito (del tamaño de la arena y el mar).
¿Dónde iré después, dónde irá este texto?
En.
En un rincón de la expo (exposición) leo la historia del artista A. R. Hopwood, quien ha creado un archivo de recuerdos falsos, una antología de relatos de cosas que nunca sucedieron realmente. ¿Recuerdas la primera vez que viste el mar?
¿Dónde estuviste ayer, por qué?
Recuerdo un día, estaba en Huelva, cayó justo a mi lado un macetero enorme, se rompió y la tierra llegó a mis zapatillas, podría haber muerto, mi cabeza destruida. Desde ese día siempre me pregunto cómo es posible que no caigan más cosas desde los balcones de las ciudades al suelo.
El otro día (el que fui por primera vez a la exposición sobre el cerebro en Madrid, la Gran Vía), cayó una pelotita de pingpong al salir.
Leve y ligera, una llamada.
¿Fue un ataque o una invitación? Miro hacia arriba y busco. Nadie. Cojo la pelotita, es redonda, como nuestras cabezas, los planetas, las cabezas de las hormigas panzudas.
Voy a la exposición por tercera vez: ocurre algo: me piden guardar la mochila en la consigna, pero no tengo un euro, salgo en su búsqueda, nadie me da cambio de 50, nadie, debe ser la nueva política del cambio, así que al final tengo una idea y entro en la misma farmacia donde me dijeron que no era posible.
Me dirijo a la misma persona.
—¿Me puede dar cambio de 50?
—No, repito.
—¿Por qué?
—Porque no (repite).
—¿Qué es lo más barato que tiene?
Y recibo 49.65 euros, con una moneda de un euro.
¿Es esta expo sobre nuestro cerebro una forma de dar ideas a los visitantes que suben hasta la cuarta planta?
Los museos podrían tener entradas y salidas diferentes.
Tengo que volver más, tenemos que vernos más.
Cuando salgo y bajo los cuatro pisos de escaleras nos veo a todos.
Mientras continúo escribiendo esto me toco la cabeza y pienso en algo.
¿Por qué pienso lo que pienso? ¿Cuándo surge la mente humana? ¿Y la mente de la araña de patas largas por mi oreja? ¿Es posible pensar todo a la vez?
¿Cuál es la arquitectura del cerebro? Es otras de las cuestiones que los visitantes podemos leer.
Intento pensar qué hay dentro del mío y para ello utilizo mi propia mente, sin embargo. Calles, adarves, columnas.
Espero.
Espero que sí.
Escribir también es esto, sale de aquí.
¿De la imaginación?
Pero todo es verdad y real también.