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Una lista incompleta de textos para inspirar

Es tan solo un número infinitesimal de títulos, seleccionados “sin mirar mucho”, pudieran haber sido otras decenas, pero, sin duda, éstos son referencias importantes para mi, siempre han estado ahí. Se trata tan solo de comentar que mi formación como fotógrafo y como el cineasta que no he sido se ha llevado a cabo en su mayor parte con la lectura de palabras bien dichas; me han dado mundos que me han permitido construir mis imágenes fotográficas y cinematográficas. (Dejaremos “mis” ensayos “irrenunciables” para otra ocasión).

Cuentos de Andersen. El universo de Andersen, no son tan solo sus cuentos sino la Fionia que los hizo posibles. El Museo H. C. Andersen en Odense lo explica bien. Andersen fue mi primer reportaje fotográfico –vendido– allí en Odense, junto a mi amigo Eduardo Ruigómez. He buscado el ensayo Andersen / Kierkegaard, pero no lo he encontrado, quizás aún no se  haya editado. En Odense, también Carl Nielsen.

El hombre de arena, de E. T. A. Hoffmann. Hoffmann, y lo siniestro, el ensayo que escribió Sigmund Freud a partir del cuento de Hoffmann. Existe la edición en la que  encontramos el ensayo y el cuento conjuntamente. Si el cuento es extraordinario –lo es–, el ensayo trasciende lo “oscuro” del  romanticismo alemán -que tanto me interesa- y nos lleva directamente a lo “extraño” –siempre neutro– de lo cotidiano, de lo que estaba en orden y es perturbado  por lo “anónimo”. Por alguna razón este ensayo/cuento me lleva directamente a la película El quimérico  inquilino, de Roman Polanski, a partir de un relato de Roland Topor. Pudiera haber pensado en La semilla del diablo, pero me lleva a El quimérico inquilino.

Hiperión es el libro que me llevó a Grecia para fotografiar los lugares de los que habla Friedrich Holderlin a través del eremita Hiperión y de su amada Diótima. Hölderlin nunca pisó Grecia, simplemente la “construyó” en su mente; es un viaje extraordinario, posiblemente uno de los mejores que se hayan hecho a Grecia. De nuevo un romántico alemán, en este caso con la luz del Mediterráneo. Bruno Ganz fue una excelente voz y entonación para los poemas de Hölderlin –aún para quienes no entendemos alemán–, y Martin Heidegger, el lector “oficial” de su obra.

La marquesa de O, otro romántico alemán cuyo gran relato es su vida. La marquesa de O es el mejor Heinrich von Kleist, un tono en el narrar con el que se atrevió Eric Rohmer y salió airoso. La literatura es una buena “excusa” para hacer fotografías; otro cuento imprescindible, ‘El cántaro roto’, sepamos del juez Adán.

Los últimos días de Enmanuel Kant, de Thomas de Quincey. Cómo se pueden contar las cosas… de otra manera, magistralmente Si fuese leído ante un auditorio pediría para ello la voz en off de Alex –no traducida– en La naranja mecánica, de Stanley Kubrick. Quizá también la del narrador de Barry Lyndon (película). Kubrick sabía con qué tono se pueden contar las cosas, el tono es lo que cuenta.

Maupassant y el Otro, de Alberto Savinio (también pintor y hermano de Giorgio de Chirico).  También habla del blanco y negro de Gustave Flaubert, un atelier en el que se escribe en blanco y negro. El retrato de Guy de Maupassant ya lo anuncia, se encuentra en la portada de mi libro, manoseado y totalmente subrayado, de Ed. Bruguera, blanco y negro radical, ese contraste, aquel de las  primeras. fotografías y del primer cine. Un terrible y apasionante retrato el que hace Alberto Savinio. Actualmente tenemos una excelente edición –como es habitual– en Acantilado.

Bajo el bosque lácteo. Un poema radiofónico con diferentes voces, y entre ellas se encontraba la del propio autor, Dylan Thomas, cuando se estrenó en la BBC. Mi fórmula como lector fue la del libro bilingüe en las manos y la voz de Richard Burton como fondo, es una obra para ser escuchada. Tenemos la versión del “narrador” Richard Burton en youtube, un auténtico privilegio. En 1971, Andrew Sinclair realizó una versión cinematográfica que no desmerece, aunque tan solo sea por escuchar esas voces, entre las que están, entre otras, la de Richard Burton, Peter O’Toole o Elizabeth Taylor. Tengamos en cuenta que los actores británicos saben que el “audio” es más importante que el “vídeo”, y aprenden a hablar muchos antes que a actuar. Quizás no sea una mala idea cerrar los ojos para obtener esas imágenes.  Hay un momento en el que Richard Burton dice en su “inglés” de Gales: “Escucha, el tiempo pasa…”.

Seguimos con Dylan Thomas: el demoledor Do not go Gentle  into that Good Night, leído por el propio autor, ciertamente oportuno en estos días. Esa rabia…

Un libro más: The Last days of Dylan Thomas, de Bob Gittin, y hasta donde sé –una lástima–, no está traducido al español. Un relato apasionante con el que profundizar en la obra y en la figura de Dylan Thomas. Allí en el Chelsea Hotel, un tiempo antes de que Leonard Cohen se lo cantara a Janis Joplin. Bob Dylan tomó “su apellido” del poeta de Swansea.

Elogiemos ahora a hombres ilustres, de James Agee (escritor) y Walker Evans (fotógrafo). Un libro en el que las fotografías “dicen” lo que no pueden decir las palabras y las palabras “dicen” lo que no pueden decir las fotografías; la mejor literatura y la mejor fotografía. Dejemos al lector curioso que lo descubra si no lo conoce…

La tierra baldía (The Waste Land), de T. S. Eliot, y no en menor medida La canción de amor de Alfred Prufrock. Si hubiera hecho cine, no hubiera podido encontrar mejor guion, no hubiera parado de pensar “cómo hacer” con este mundo de imágenes extraordinarias. El viejo asunto de “qué cosas dice y cómo las dice” o bien, “lo que dice es cómo lo dice”. Poemas que se pueden leer o escuchar, y una vez más tenemos el privilegio que nos brinda youtube de poder  escuchar a quienes saben “decirlo”; en mi selección, el mismísimo T. S. Eliot y el genial Alec Guinnes (The Waste Land). Y sin duda: The Love Song of Alfred Prufrock por T. S. Eliot… y la opción de Anthony Hopkins. En mi caso, se trata de todo T. S. Eliot, también su teatro: Asesinato en la catedral. Eliot siempre ha tenido excelentes traductores al español, pero si queremos  ir un poco más allá, aquí está la excelente versión cinematográfica de 1951  dirigida por George Hoellering con T. S.Eliot en una de las voces. (Una lástima la calidad que tenemos en youtube).

Austerlitz,  de W. G. Sebald. Uno de los escritores más influyentes –junto a T. S. Eliot– en mi manera de entender la narración y las imágenes. Un trágico accidente nos dejó sin miles de extraordinarias palabras por leer, pero sus pocos títulos son definitivos. Austerlitz es uno de ellos, un recorrido por una cierta Europa en el que la ficción y lo vivido son inseparables. Todo comienza en la estación de tren de Amberes, una de las más bellas del mundo. Es de nuevo el placer de la gran literatura y de una fotografía “bien entendida”. Sebald ilustrará – “iluminará”– sus palabras con fotografías, o bien Austerlitz será un extenso y extraordinario pie de foto para unas fotografías que a modo de migas de pan en el camino, verificarán el viaje. Sebald entiende que la literatura también se escribe con fotografías. (Entrevista obligada). Recordemos también a Wright Morris, el excelente escritor y no menos excelente fotógrafo, “Foto-texto” es el término con el que definió su obra.

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