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Sociedad del espectáculoLetrasUna madre de fuego: Marina Tsvietáieva

Una madre de fuego: Marina Tsvietáieva

                                                                                                        Lloraba la montaña: separados

                                                                                                        bajaremos tú y yo por este barro –

Marina Tsvetáieva

 

                                

Marina Tsvetáieva tiene nombre con mar, el de Pushkin al que tanto amó. Su mar, que tanto temió. Agua su nombre, fuego su vida. La paradoja de la existencia y el ser. La dualidad insignia de su proceder. Tsvetáieva, Eva y Lilith. Madre y mujer. Madre y poeta. Madre y amante. De hombres, de un hombre. De mujeres. De su hija, de su hijo. Madre y hombría: “La verdadera maternidad – es con hombría”1. Azul incandescente en la incesante entrega de su amor materno. De su Amor:

 

                                                 Él me enseñó a vivir en el fuego2

 

Marina, que en su verde primavera confiesa su ardor por Amor: “¿De usted o de mis ganas de amar?”3. Marina doble y sola. Ser y palabras: “Pushkin me contagió el amor. Con la palabra— amor”4. Enamorada de las palabras: “La palabra lo es—¡todo!”5. Y su hija, su primera hija, Alia, su amadísima Ariadna, es la mitad de su vida: “Alia es, en este momento – la mitad de mi vida”6 o la mitad de sí misma, o poesía y Alia: “De mis versos estoy tan absolutamente segura – como de Alia”7. Tsvetáieva, Eva del amor o Lilith de mil hijos un hijo.

 

Escribe Marina: “No soy una heroína amorosa, nunca me abandonaré a un amante, siempre – al amor”8. El amor es el incendio de su vivir-escribir o escribir-vivir9, en ella todo es escritura, como decir, todo es Amor.

 

Maria Mein, madre de Marina, arde en la música. Maria estaba orgullosa de su hija Marina. Aún con eso, su hija dejó escrito: “amaba a mi hermana”, Asia. Maria tenía un don para la música, excelente pianista, fue esclava de la tradición patriarcal que impidió a su época disfrutar de las privilegiadas manos de la Mein y obediente a un destino escrito sin contar con sus letras, sino con el imperativo paterno, se casó con el marido viudo de una amiga, padre de dos niños. Con él, Ivan Vladímirovich Tsvetáiev, tuvo dos hijas a las que crio y educó con la misma entrega que ponía en la música. La Mein era música, Marina, será músico, ese es el deseo de Maria para su hijo, varón por supuesto, que nacerá pronto y cuyo nombre ya ha sido elegido: Alexandr.

 

Nació Marina. Marina es Alexandr: “Cuando dos años después de que naciera Alexandr – yo”10. Dualidad florecida en amores masculinos y femeninos. Y siempre Serguéi Yakovlevicht Efrón, joven un año menor que ella y con el que contrae matrimonio en 1912. A lo largo de su vida, Tsvetáieva es, en algunas ocasiones, Marina Alexandr. Nunca firmó así, a veces, vivió así. Los deseos de una madre son en la hija, huellas en la memoria y en el cuerpo11.

 

Psicoanalista Tsvetáieva escribe: “[decía] mi madre por encima de mi cabeza de cuatro años, que evidentemente no comprendía y – por eso – lo retenía todo de manera que luego fuese imposible borrarlo”12. Madre que habla, inconsciente es escriba.

 

Maria acata el patriarcado, pero no se conforma. Ella tiene un don, lo sabe, su hija tiene un don, lo ve: “—He aquí que mis hijas serán ‘artistas libres’, eso que tanto me habría gustado ser”13. Maria tiene un don y una pasión: la música, el arte, la poesía. La riqueza simbólica de un mundo propio. Maria ama la música más allá de sí misma y desea que su hija sea un músico entregado, y a ello se dedica desde la más temprana edad: piano, piano, piano, espejo negro, blancas teclas, banqueta. ¡Pero no era piano, sino prestissimo!: “Exigía de mí— ¡que fuera ella!”14, escribe Marina con lucidez propia de psicoanalizada.

 

Desear –consciente o no– que la hija sea un doble, un clon para cumplir y alcanzar los deseos que quedaron colgados en los cazadores de sueños. Desear una hija como atrapasueños, es una hija atrapada.

 

¡Prestissimo Maria, forte la Mein con su dotada hija! Desmesurada, escribe Marina, irrefrenable, implacable con las horas de ensayo. Sometida al celo y la vigilancia de la disciplina, Marina honesta y obediente cumple con sus obligaciones musicales, aún en las ausencias de su madre. El mandato materno ha sido incorporado, interiorizado, hecho carne. Mandato y pasión.

 

Escribir no exime de repetir. Alia, la pequeña Ariadna, la hija mayor de Tsvetáieva, escribe versos y su mamá los escribe en sus amados cuadernos, montones de cuadernos que recogen la escritura viva de Tsvetáieva, los adelantos de Alia, las ocurrencias de Alia, la inteligencia de Alia, los poemas de Alia en los libros de Tsvetáieva. Los cuadernos, los libros, los poemas de Marina tienen en su hija mayor un objeto de inspiración, de fijación. Vive y escribe, y al escribir objetiva la vida, la trata bajo la forma de la palabra artística: “Trabajar en la palabra es – trabajar en uno mismo”15. Las palabras de Alia son una y sola con Marina.

 

No obstante, Alia no es sojuzgada –como sí lo fue la niña Marina. Maria exige, Marina hechiza: “Al niño no hay que explicarle nada, al niño hay que – hechizarle”16. Las palabras caen por encima de (mí) cabeza y (es) imposible borrarlo. Nos construyen —las palabras, nos revelan. Hechizo es dual, como Marina, pues siendo un maleficio es una cautivante seducción. Marina avasalla y subyuga embelesando, Maria declama imperativo categórico. Maria y Marina, ¡tan iguales! Con una n por diferencia, Tsvetáieva se construyó en el no. Oponerse, estar a la contra de los ganadores, no dignarse fue su significante privilegiado. Un no que la hizo poeta, un no primigenio al deseo de su madre de ser músico, un no a la madre, lo que le convierte en el significante constitutivo de la identidad por el rechazo, pero al mismo tiempo significante heredero de la exigencia materna con la música, asociado por tanto al imperativo del mandato: hechizo con el sonido de las palabras. La “vena abierta de la lírica” inoculada por su madre, inundó su poesía de vida y su vida de poesía. Como ya Storne escribió la sangre es vida, y Maria Mein, vampiro de Marina, transformó su sangre en “la sangre de su tristeza”, condición tsvetaievana del poeta, de ella poeta en femenino17. Marca materna de la musical desmesura de su carne simbólica.

 

Tsvetáieva, poeta de la carne de la palabra: “En el verso – hay una especie de medida natural de la carne: menos no se puede”18. Marina que se identificó con el “entre” de su madre: Entre Maria y el mundo, la pasión lírica. Marina encarnó la música de su madre:

 

                                               Por la palabra – tecla19.

 

Maria escribía poemas y era Pushkin poeta de su corazón. Marina, obediente a la partitura de su madre, inventó versos con letras negras sobre fondo blanco, teclas de sus penas, de sus poemas. Tsvetáieva, poeta de oído absoluto.

 

Maria, Marina, Ariadna. En las tres se encuentra el aria inaudible de la primera esposa del padre de Marina, mujer de bella voz; las tres comparten la mayoría de las letras de sus nombres, matrioskas alfabéticas: Maria exigía a la pequeña Marina cuatro horas diarias de piano. Marina, ya con menos de cuatro años, con honestidad de metrónomo, cumplía. Ariadna, Alia de frenesí materno, cautiva y encantada satisfizo a su madre: tempranamente escribió versos, tempranamente hablaba y figuraba de adulta, tempranamente cuidaba de su madre, tempranamente la solía llamar ¡Marina!, por el nombre propio y menos, bastante menos por el apelativo filial: ¡mamá!

 

Marina fue consciente y escribió del efecto en ella del deseo de su madre, no ya del deseo de músico, o sí del deseo de músico, de tener un varón, del Alexandr esperado, de su erotismo bisexual, no solo en la r letra de la virilidad, como escribió, sino en su amor a mujeres y hombres: “Mi madre quería un hijo Alexandr, nací — yo, pero con el alma (¡y también la mente!) de ese hijo Alexandr, es decir, condenada — seamos sinceros — al no-amor masculino y al amor femenino”20.

 

Tsvetáieva, en el otoño de 1915 –en plena Gran Guerra– conoce a la poeta sáfica Sofía Parnok, ocho años mayor que ella, y si con Serguéi Marina domina y comanda, con Parnok será dominada, y cautiva de su amor incendiado prenderá calles y poemas en su vivir-escribir. Amor genuino, amor erótico. Serguéi Efron se violenta con esta relación y convulsionado se alista como conductor voluntario de ambulancias en el frente. La ausencia –la primera de otras que vendrán y puntuarán la relación entre ambos– propicia que Marina, Ariadna su hija, y Sofía Parnok constituyan una peculiar familia que no hace sino mostrar la originalidad radical de Marina y el no-lugar en el que vivió. La mayor y la joven. Cuando la mayor deje a la joven, Marina, quedará desolada y en sus versos desgarro y hielo, conmutarán el fuego.

 

Tras esta ruptura y la vuelta de Efrón, el conflicto entre ambos se sutura con un embarazo. El 13 de abril de 1917, nace Irina, niña de amor desgraciado. Marina no pudo amarla lo suficiente: “Irina – Zufallskind (un niño accidental)—. No siento vínculo con ella”. En esa misma página de su cuaderno escribió que solo puede amar a “solas”, a una sola, no le cabían dos hijas para amar: “ – Álechka, recuérdalo siempre, te amo, sólo a ti te amo…”21, o más claramente aún: “No puedo amar al mismo tiempo a Irina y Alia”22. Asimismo, otra nota del 27 de noviembre de 1919, cuando tiene que dejar a sus hijas en un hospicio en Kúntsevo, ciudad próxima a Moscú, ante la imposibilidad de alimentarlas: “— ¡Dios! — ¡Privar a Alia! — ¡¡¿Por qué habrá enfermado Alia y no Irina?!! —“23. La hambruna atroz de la guerra civil en la URSS tras la revolución terminó con la vida de la débil criatura de insuficiente acogida materna. Marina Tsvetáieva se sentirá siempre culpable de esta muerte y portará en ella un lugar sin nombre: “¿Y la madre cuyo hijo han matado?”24, de hambre, de desidia, de guerra, ¿qué nombre tiene? Un real innombrable. No hay palabra para la pérdida de un hijo en la madre. Cinco años después, un 10 de marzo de 1925, escribirá en su cuaderno: “— en lo humano – ante todo – soy madre”25.

 

Irina, la hija imposible de “esa entidad perfecta que son dos mujeres que se aman”, el amor con la Parnok. Imposible, pues ese ente perfecto contiene “el único punto fallido, el único atacable, la única brecha… La necesidad de un hijo”26. El reencuentro con su marido suelda la crisis y realiza el deseo: “Porque el Niño es un haber innato, está en nosotros antes del amor, antes del amante”27. Marina Tsvetáieva tuvo dos grandes pasiones –obvio– la poesía y la maternidad. En ella pudieran ser una y la misma. Con Irina, lo imposible y el hambre.

 

 

*     *     *

 

Ariadna, la niña enamorada de su madre escribe de su abuela, Maria Mein: “La segunda esposa (su abuela) no poseía ni la gracia ni el delicado encanto de la primera: estas cualidades femeninas no suelen coexistir con la fuerza viril y la firmeza de carácter que distinguían a Maria Alexándrovna. Además, había crecido sin madre”, la feminidad de la abuela contiene “fuerza viril”, una pasión que la guía: la música. La abuela se hizo a sí misma –pianista. Todas las opiniones que nos han llegado coinciden en lo excelso de su música. La firmeza de su carácter puede que también la ayudara a superar un imposible amor, quien por cierto lleva por nombre uno que comienza por la letra S., como contará Marina con alegría y regocijo en una carta al profesor Vasili Rózanov. Las letras en el inconsciente.

 

Cuenta Alia de su abuela Maria que afrontó su matrimonio como entrega al hombre con el que se casaba y a los dos hijos que llevaba. Uno de estos, Valeria, no le perdonó nunca que sustituyera a su madre, y la rivalidad que debió establecer laceró de manera permanente la relación. O como lo cuenta Ariadna: “No le perdonó nada […] el oscuro poderío del talento, poco femenino, de Maria Alexándrovna, brillante pianista, que venía a ocupar el lugar del ligero canto de ruiseñor de Bárbara Dmítrievna (la madre de Valeria y primera esposa de su abuelo)”28. Elocuente Alia Efrón.

 

Escribe Ariadna: “Maria Alexándrovna no tardó en reconocerse a sí misma en Marina, su hija mayor”29. Una hija se identifica con su madre, una madre quiere una hija como ella. De mujer a mujer. Lo femenino transmitido por la vía de la pasión a, un objeto altamente sublimado: música-poesía. ¿Y Ariadna, la autora de estas palabras, cómo le fue con su feminidad y su madre? ¿Seguirá la vía de las mujeres, la madre-la abuela, y el arte será rasgo identificativo? ¿Entregará su vida a una pasión? ¿Quiere Marina una hija como ella? Entre madre e hija, amor y laceración.

 

Y en el inicio siempre una madre: “En mi infancia la influencia de Marina sobre mí era enorme: nada ni nadie podía ponerle fin, estaba siempre en su apogeo. Sin embargo, Marina no pasaba tanto tiempo conmigo, no se paseaba tan a menudo en mi compañía, no me manifestaba mucha indulgencia y no me mimaba”30. Una niña el espejo de su madre:

 

                          No sé dónde estás tú y dónde yo.

                        Las mismas canciones, los mismos afanes.

                       ¡Tan unidas en la amistad!

                     ¡Tan cercanas en la orfandad!

 

La madre Marina es la niña Ariadna, “la niña de mi niñez”:

 

                   Y estamos tan bien juntas tú y yo:

                   Sin hogar, sin descanso y sin amparo…

                  Dos pájaros: al despertar – cantamos.

                 Dos peregrinas que alimenta el mundo31.

 

En el año de este poema, 1918, mientras Seriozha está lejos de Moscú, en paradero desconocido, enrolado en el ejército blanco que se opone y libra una guerra civil con los bolcheviques, Marina vive otro amor femenino: Sonia Holliday, Sóniechka. Actriz que terminó por huir de Moscú –no podemos afirmar que del amor con Marina– y de quien Tsvetáieva no volvió a saber nada, hasta 1937, cuando su hija la informará de su muerte y escribirá el hermoso, conmovedor y bello hasta el dolor, libro titulado precisamente El relato de Sóniechka, texto en prosa donde Alia es tan protagonista directa como Sóniechka, a la que Marina amó con amor verdadero: “Ha sido la criatura femenina que he amado más en el mundo. Más que a ninguna otra criatura (masculina o femenina)”32. Alia es personaje con nombre propio en réplicas y acción. Alia es otro nombre de Marina. El libro lo escribe cuando Ariadna ya no está en París, y han corrido los barros entre ambas. Tsvetáieva escribe en prosa, como en verso, de manera absoluta.

 

O como vivía, a pura llama: “[…] Mi niño, nunca tome (aunque quizá mejor – ¡nunca espere! – nunca me atribuya nada que no pueda arder: ¡aun el hielo quema! ¡Aun la impasibilidad quema! Cualquier absoluto quema…”, le escribe a unos de sus amores –idilios, la mayoría platónicos, pero no todos–, el joven Alexandr Bájraj el 14-15 de julio de 1923. Así amó a Ariadna, que sirena enamorada: “buscaba siempre ser como ella, sentía siempre en mí su presencia como la voz de mi conciencia, tan grande era la fuerza que irradiaba, una fuerza exigente, que convence y que somete: la fuerza del amor”33. Ariadna no se opuso a su madre de fuego.

 

Un fuego que ardió desde el instante primero que la bebé dio signos de ser otro separado y diferente, cuando con menos de un año la presencia de su tía Lilia (Elisabeta Petrovna Efrón) le hacía sonreír y dar muestras de alegría, Marina se encelaba: “Tu as un an et j’en ai vingt et un. Tu répètes sans cesse: ‘Lilia, Lilia, Lilia’, même en ce moment, tandis que je trace ces lignes. J’en suis offensée dans ma fierté… pour la première fois, je suis jalouse. C’est un mélange d’orgueil, d’amour- prope blessé, de tristesse amère, de fausse indifférence et de profonde indignation”34. Arde posesiva y feroz, un animal de fuego, salamandra materna que demanda ser adulto siendo niña: “Nunca se rebajaba al nivel del niño: al contrario, elevaba a éste sin descanso, para que pudieran encontrarse en el punto último en el que se unen la sabiduría del adulto y la pureza del niño”35. ¡Alia, Alia! No siempre pensaste tan bondadosamente de esas formas de tu madre, Alia:

 

“Mi madre es muy extraña.

 

Mi madre no se parece en nada a una madre. Las madres siempre admiran a sus hijos y a los niños en general, pero a Marina no le gustan los niños pequeños”36. No escribe “mamá”, sino Marina, y así, nombrando a su madre por el nombre propio aparecerá múltiples veces tanto en los escritos compuestos por Tsvetáieva como en los recuerdos publicados por Ariadna sobre su madre. La filiación simbólica en entredicho.

 

Si a veces sucede que en la infancia la hija y su madre viven una luna de leche y miel, el tiempo, al que Tsvetáieva dedicó un inteligentísimo ensayo y algunos versos, ese tiempo que:

 

                            ¡Tiempo! A ti – te eludo37

 

Resultó ineludible. Ya en el exilio, viviendo en Praga en 1923, Ariadna por deseo de su padre, que ve necesaria la separación de su madre y su educación, es internada en un pensionado ruso de la zona. Marina se resentirá, ella no quiere dejarla marchar y, curiosamente, esgrime la antigua tradición de no educar a las niñas. Alia comparte el deseo de su padre, quiere jugar a los juegos de las niñas de su edad. Alia se aleja y Marina no lo soporta:

 

“—¿Te gusta estar aquí? –me preguntó Marina nada más sacarme del perímetro del internado.

—¡Mucho! –le contesté con entusiasmo.

—Pues haces mal. Hay aquí una atmósfera agobiante”38.

 

Marina Tsvetáieva hizo de su hija mayor su doble, su cómplice, incluso su rival neutralizado, pues en alguna ocasión anotó en su cuaderno el vértigo que le producía que su hija fuese poeta. Marina quiere que su hija siga siendo su “lector absoluto”: “Éramos –recuérdalo en un porvenir que probablemente será difícil– yo tu primer poeta, tú mi mejor verso”39. Alia ha comenzado a volar y no ignora que su madre sufre por ello. Separación lacerante para Tsvetáieva. En Ariadna el padre, por fin, toma valor significante: un puerto donde atracar y protegerse de la invasiva mar de Marina, su madre40.

 

Marina, Marina, “la vida es pasión”, escribe a un joven admirador al que invade de cartas y declaraciones amorosas. Solo que Tsvetáieva es siempre Tsvetáieva, escriba cartas, diarios o cuadernos, poesías, prosas o hable. Lo que leemos nos atrapa, las palabras están escritas a carne y fuego, oírla de viva voz debía contener la experiencia de la voz en llama. Pasión y verdad. Marina, la gran amante, conoce a un hombre, Konstantín Rodzévich, que invierte su posición: de amante a amada: “Usted obró un milagro en mí, por primera vez sentí la unión del cielo con la tierra”41. Pasión carnal donde el fuego hace brasas y cenizas, como su amor por Sofía Parnok. Su marido, igual que entonces, se duele y si con él fue posible la máxima libertad, ahora Serguéi sufre. El hombre que ama a su mujer es su amigo. Marina rompe con el hombre “que me ha dicho: el amor — existe”42.

 

Con las brasas de la pasión, Tsvetáieva compuso una de sus obras maestras: Poema de la montaña y de sus cenizas, otra obra magistral: Poema del fin. Ambas poco después de la ruptura y una a continuación de la otra. Escribir-vivir o viceversa.

 

La sublimación poética de la vivencia de amor y su pérdida conlleva un resto, un real. La profunda crisis matrimonial y la imposibilidad de separación hace presencia en el cuerpo: un nuevo embarazo:

 

                                   Flor de tu propia sangre

 

Lo escribe del amor en un verso de Poema del fin, podría ser de un hijo, pues mientras este poemario se componía Marina se embaraza. Un hijo, una flor de carne y sangre.

 

El nacimiento de Gueorgui el 1 de febrero de 1925 inaugura en Tsvetáieva un estilo de madre distanciado de las formas con Ariadna, como si nuestra poeta estuviera inquieta porque si Irina llegó después de un amor de imposible procreación, y el destino se la llevó, ¿podría llevarse también a Mur, que llega después de un amor abortado? Mur el gato de Hoffman. La continua preocupación por la salud de Mur y por los peligros que podrían poner su vida en riesgo, marca con la sobreprotección y el exceso de mimo, el proceder maternal con este hijo varón. De la frialdad y exigencia en ser mayor con Ariadna, a la entrega materna: “Pero el verano (además de la escritura, que es lo principal: lo principal después de Mur…)”43 e insistirá sobre esta posición novedosa en su ser madre: “Al haber traído hijos al mundo (hablo de mi hijo, de Alia – ya le hablaré en otra ocasión) – estoy obligada, mientras él tenga necesidad de mí, a darle a él preferencia frente a: la poesía, usted, yo misma, – frente a todas las ilimitadas extensiones de mi alma. Fáctica y físicamente – preferirlo”44. Por estas fechas, 1936, Mur tiene once años y Alia ya no vive con sus padres. Mur, su lobezno:

 

                                 …Si en el desierto del espíritu

                                Desierto – hasta el contorno de los ojos

                              Hay algo que lastima – es el hijo:

                             El lobezno – más lobo todavía…45

 

Tsvetáieva, al nacimiento de Gueorgui toma una decisión: Alia prioritariamente ayudará en la casa: “Y ella no tiene tiempo de nada: la limpieza de la casa, las compras, el carbón, las cubetas, la comida, los estudios, la leña, el sueño. Me da lástima, porque es de una nobleza excepcional, jamás refunfuña, siempre intenta aligerar las cosas y se alegra con la tontería más insignificante. Una facilidad sorprendente para la renuncia. Pero esto no es para los once años, a los veinte el odio será feroz. La infancia (la capacidad de alegrarse) no vuelve”46. Y a los pocos días, cuando nazca Gueorgui, se acabarán los estudios. Marina, madre de fuego, no ignora lo inevitable: “a los veinte el odio será feroz”, no obstante, no pudo, no supo, no quiso proceder según este saber. Y a los veinte llegó el odio. Alia muere de asfixia. Con poco más de veintiún años, un día que se encontraba sola en la casa, abre la espita de la cocina y, como la gran poeta Silvia Plath, mete la cabeza en el horno. La llegada de su padre evita el desenlace que sí tuvo la Plath.

 

Ariadna sufre de su madre que no le permite una vida propia, una manera propia de ser, sentir, pensar. Sufre las exigencias domésticas. Alia le dice a su madre que no quiere ser más su sirvienta. Tiene talento, sus dibujos tienen calidad y comienzan a ser aceptados, le gusta divertirse y vivir la vida parisina, ¡no es como su madre! Y las discusiones son continuas, las descalificaciones y el desprecio persistente: “Mi hija es la primera persona que me HA DESPRECIADO”47, escribe Tsvetáieva a su confidente Vera Búnina el 11 de febrero de 1935, en carta donde le cuenta cómo fue la escena final con su hija en una mañana que Marina se levantó temprano, como siempre, para escribir y preparar una lectura de sus poemas de Block que habría de realizar en una reunión en París, lecturas que les proporcionaban algo de dinero. La madre le pide a la hija que se acerque a comprar una medicina para su hermano y ésta le da largas, largas, largas, hasta que su madre ya no aguanta más y le dice que burlarse así de ella es una infamia. La respuesta de la hija la trastorna: “Y qué más da, si ya está usted infamada”. La madre suplica que se calle. Como se puede imaginar, semejante pedido en situación pareja, no hace sino acentuar los actos que están por ocurrir. No hay sujeto que pare, hay un acto que frena: “A la vez número once: con la frase: ‘Todo el mundo sabe que es usted una mentirosa’ – se la di”, una bofetada. Marina Tsvetáieva, la madre de fuego incendia el rostro de su hija en el cuerpo real, un cuerpo lacerado. Lo que no se puede pensar, se actúa. Marina Tsvetáieva no puede pensar la separación de su Alia, ¡han sido una! ¡Cómo aceptar que es un ser otro! Su clon, su doble, o su sirvienta, el trozo de ella que se ocupa de tareas domésticas. ¿Cómo aceptar que quiere trabajar fuera de casa con el trabajo que hay en la propia? ¿Cómo aceptar que quiere ir a fiestas, pintarse, coquetear? ¿Cómo aceptar que es una mujer y es o puede ser deseada?:

 

                              Algún día, criatura encantadora

                              para ti seré un recuerdo

 

Versos a su niña pequeña, de poco más de siete años. Tiempo de idilios. Marina, la gran Tsvetáieva, no podía aceptar que su hija tenía derecho al recuerdo, sí, que conlleva separación, distancia, mundo propio y despedirse de la infancia. La madre de Ariadna quiere a Alia, a su Alia, a Ariadna no la entiende. El desgarro, el dolor, el sufrimiento persistente de Marina por esta separación de su hija, muestran a sangre viva, la relación lacerada entre una madre y su hija.

 

Mientras la herida de su hija sangra, Marina escribe Mi madre y la música, en 1934. Un ejercicio de memoria de su madre muerta. Tal vez, vivir-escribir, un consuelo en la huella primigenia de amor y palabra materna. No dejó de ver que si su madre no hubiera muerto tendría que haber cumplido el programa que concibió para ella, ser músico, sin embargo Marina sabía que nada se hubiera interpuesto, ni siquiera su madre, para llevar acabo lo que le había “sido predestinado”, pues “hay fuerzas que aun en una niña así, no es capaz de dominar aun una madre así”48. Ariadna no disponía de lo predestinado, ni tuvo una madre que murió al final de la infancia, pero disponía de un padre que la apoyó –que el camino del padre llevara al horror del gulag, lo desconocía el padre, tanto como ella.

 

¿A dónde, Marina, fue a parar el amor equivocado? Pues tú llegaste a saber: “El amor maternal apasionado – se equivoca de dirección”49. Escribe este aforismo en su diario de 1917 ¿pensaba en su madre? Es posible, ello no la sirvió para sí misma, pues es condición psíquica repetir. Repetir a la madre cuando se es madre, proceder a la contra de lo pensado como recibido, no exime de la repetición. La dirección equivocada de la pasión en Maria actuó, con un incremento de laceración considerable, en Marina y Ariadna. Madre e hija ¿una relación dónde se juega lo imposible, o se conjuga?50

 

Ariadna continuó pues, la vía del padre, la política y la vuelta a la URSS en el año 1937. Poco después le seguirá él mismo. Marina y Mur quedan en París. Y Mur, también padece a su madre51.

 

Las circunstancias de la salida precipitada de París de Serguéi Efrón se fueron aclarando con los años. Convertido en espía soviético de una u otra manera participó en el asesinato político de huidos de la URSS. Las policías suiza y francesa le buscan, ha de huir. Marina Tsvetaiéva será interrogada.

 

Y Mur sacado del colegio, pues el miedo atenaza a Marina. Durante tres años, el chico y su madre viven prácticamente en estado de sitio, encerrados en su casa de la banlieue de París donde viven. Mur sufre de sobreprotección, monotonía y amputación de su vida, sin relaciones con iguales, sin juegos, sin relaciones con chicas, vive preso de su madre. A fuego lento se cuece hostilidad y hartazgo hacia ella. Marina no entenderá nunca la frialdad de su hijo, no comprenderá que el mimo y el consentimiento excesivo hicieron de él un pequeño déspota, al tiempo que no comprenderá que ella oblitera las salidas autónomas de Gueorgui, que sintió en sus propias carnes –como dejó escrito en sus diarios–, la presión zozobrante del miedo materno a su salud y a su vida.

 

La cicatriz lacerada de la maternidad puede escucharse en este duro aforismo que leemos en su diario del 9 de enero de 1939, con Ariadna ya lejos y padeciendo los desplantes gélidos del adolescente Mur: “En una casa donde no hay culto a la madre, la madre es – una esclava. No hay igualdad, y no debe haberla”52.

 

El regreso de Marina y Mur a la URSS por presiones familiares, incluidas la de Mur que estaba fascinado, igual que su hermana, por las ideas que su padre transmitía de la Unión Soviética, supone la definitiva devastación para Tsvetáieva. Ya estaba en el desierto, ahora es la ciénaga: “Sólo queda mi esencial no”53

 

 

*     *    *

 

El 12 junio de 1939 Marina Tsvetáieva y su hijo Gueorgui embarcan en el puerto de Le Havre en el barco Maria Uliánova. Un barco que le lleva de regreso a su país, un barco con el nombre de su madre, Maria. Marina está conmovida: “Al poner el pie en el puentecillo para abordar, una clara conciencia: eran mis últimas pulgadas de tierra francesa”54. A su llegada se encontrará que Serguéi no la espera, está enfermo. Ni su hermana Anastasia, está presa desde hace dos años, le habían ocultado la información para no obstaculizar su venida a la URSS. Allí se encuentran su hija y el amor de su hija, Mulia, en ese momento aún casado. Ariadna se muestra cariñosamente distante. Será arrestada el 27 de agosto de 1940, en presencia de su madre y de su padre. Marina escribirá de la frialdad de la despedida: “Se va, sin despedirse. Yo:— Cómo es posible, Alia, ¿te vas así, sin despedirte de nadie? Ella, llorando, por encima del hombro – ¡agita la mano!”55. No volverán a verse, y aunque más tarde se escriben algunas cartas y Marina atiende en lo que la dejan y puede a sus necesidades materiales en las prisiones por las que pasa y en el campo al que es trasladada, llega un tiempo donde su entrega se agota y en la última carta que le escribe, el 29 de mayo de 1941, le dice: “Hace poco pensé que el apego es un asunto de tiempo: para sentir apego por alguien hace falta vivir con él, y yo ya no tengo tiempo para eso, ni ganas, ni fuerzas”56. Su marido fue arrestado el 10 de octubre de 1940. Nunca más volvieron a verse, ni hablarse. Será fusilado en octubre de 1941.

 

Su escritura también se agota: “No apunto nada. Eso – se acabó”. Hitler invade la URSS, en el verano del 1941, los bombardeos sobre Moscú son frecuentes. Marina y Mur, junto con otros moscovitas, son evacuados a Elábuga:

 

                                          Terminar de vivir – acabar de mascar

                                          Un ajenjo amargo57

 

Allí, en Elábuga, encontró el clavo que acabó con su vida.

 

Mur, su querido gatito, escribió en su diario: “El 31 de agosto mi madre se quitó la vida, se ahorcó. Me enteré al volver de mi trabajo”58. No describe ningún sentimiento de tristeza o pena, Mur estaba también agotado de su madre, de sus reproches, de su indecisión, de su amargura, de lo imposible de estar juntos, de la ratonera en la que ambos se encontraban, por eso, tal vez se comprenda, lo que días después escribió tanto a su tía Lilia como a su amigo Mitia: “Lo único que puedo decir es que hizo bien y que tuvo razón al suicidarse: era la mejor solución, y le doy la razón plena y absolutamente”59. El gatito que era el lobezno de Marina, vivió siempre en soledad, también los escasos tres años que le quedaban para el final de sus días en el frente de la segunda guerra mundial. Fue enterrado en una fosa común, como su madre.

 

Ariadna consigue ser liberada y rehabilitada definitivamente en 1955. Alia consagrará el resto de su vida a llevar acabo lo que su madre enunciaba en los bellos versos que le dedicó en 1919:

 

                                                     …recuerdo

                             Perdido allá, en tus ojos azules,

                           en la lejanía de tu memoria.

 

Y no olvidó ni su perfil aguileño ni su frente entre nubes de humos. Confesó poco antes de morir, en 1975: “En ese entonces mamá era demasiado para mí, y tuve que sufrir mucho y vivir mucho para crecer hasta comprender a mi propia madre”60. Las deudas saldadas con la madre muerta.

 

Marina Tsvetáieva hubiera querido tener el calor de sus hijos y el ardor de sus amores y amigos, lo predestinado en ella nos la ha entregado en el frío mármol de la eternidad:

 

                          Entre las huecas olas,

                        Encorvado en la niebla –

                      Sin huellas, en silencio –

                    Igual a un hundimiento61.

 

 

 

 

Trinidad Simón Macías (Torremenga de la Vera, Cáceres, 1958) es licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid en 1982, especialidad en Psicología Clínica por la misma universidad. Formada como psicoanalista en Madrid, ha sido psicoterapeuta en las instituciones públicas de salud mental durante diez años. Actualmente ejerce su profesión en el ámbito privado en Madrid. Ha publicado artículos como ‘Reseña bibliográfica’, en Documentos de Psiquiatría comunitaria nº 2, 1994; ‘Duelo. Intervención en crisis’, en Clínica y salud, Vol. 7, nº 1, 1996, y ‘Las primeras palabras y el No’, ‘Hablar a un niño, un niño habla’, ‘El deseo de saber en el niño’ (1 y 2), ‘El juego, tejedor de vida’, ‘Gemelos idénticos’, ‘Un niño, un lugar’, ‘Problemas en el niño, familia con problemas’ y ‘Un trono del niño’ (1 y 2), en Publicaciones pedagógicas. Revista digital de Acento, desde 2009-2011. También, entre otros, ‘Mandato en un laberinto’, en El goce de lo imposible: obsesiones (Ledoria, Toledo, 2012), y Juego Limpio: Sabina Spielrein entre Jung y Freud y los tiempos actuales (Psimática, Madrid, 2014), y Las madres. Huellas de la memoria (Psimática, Madrid, 2017). En FronteraD ha publicado La llamada de Lezama Lima, ‘Cangrejito’. La madre, la literatura y el deseoTe recuerdo a mí. A propósito de la novela ‘Me llamo Lucy Barton’, o las relaciones entre madres e hijas.

 

 

 

 

Notas:

 

1Diarios de la Revolución de 1917, Marina Tsvetáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2015, p. 138.

 

2Del poema Ayer me miraba a los ojos del 14 de junio de 1920, tomado de: Un espíritu prisionero, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016, p.189.

 

3Carta a un amor adolescente en: Confesiones. Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 72.

 

4Mi Pushkin de Marina Tsvietáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2009, p.32.                  

5Carta a un amor adolescente en: Confesiones. Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 77.

 

6Anotación su cuaderno del 21 de enero de 1914. Su hija Ariadna, Alia, tiene dos años. Tomado de: Idem, p. 88.

 

7Anotación del 4 de mayo del 1914. Tomado de: Idem, p. 100.

 

8Diarios de la Revolución de 1917, Marina Tsvietáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2015, p. 145.

 

9“Porque en realidad no se trata de: vivir y escribir, sino de vivir-escribir y: escribir-vivir”. Anotaciones del 16 de febrero de 1936 en su cuaderno. Tomado de: Confesiones, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 329.

 

10Mi madre y la música, Marina Tsvietáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2012, p. 9.

 

11 “En suma – esencia masculina en un cuerpo femenino (o más bien – la versión femenina de un cuerpo masuclino).” En carta a Nikolái Gronski (16 de septiembre de 1928). Tomado de: Confesiones. Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 449.

 

12Mi madre y la música, Marina Tsvetáieva, ed. Acantilado,Barcelona, 2012, p. 6-7.

 

13Idem, p. 12.

 

14Idem, p. 26.

 

15Carta a Alexandr Bájraj, del 5-6 de septiembre de 1923 en: Ídem, p. 210.

 

16Idem, p. 7.

 

17“No conozco a una sola mujer con más talento que yo para la poesía. – Debería decir – ser humano. […] ‘Un segundo Pushkin’ o ‘el primer poeta-mujer’ — eso es lo que merezco y tal vez viva para verlo.” Nota en su cuaderno del 4 de mayo de 194. Tomado de Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 100.

 

18Un espíritu prisionero: “Fragmentos de “Indicios terrestres” de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016, p. 179.

 

19Mi madre y la música de Marina Tsvietáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2012, p. 22.

 

20Carta a su amiga Ariadna Berg del 17 de noviembre de 1937 en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 477.

 

21Confesiones. Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 126.

 

22Ídem, p. 121.

 

23Ídem, p. 138.

 

24 “Fragmentos del libro Indicios terrestres, en: Diarios de la Revolución de 1917, Marina Tsvetáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2015, p. 161.

 

25Confesiones. Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 272.

 

26Carta a la amazona y otros escritos franceses, Marina Tsvetáieva, ed. Hiperión, Madrid, 2002, p. 128.

 

27Ídem, p. 127.

 

28Marina Tsvetáieva, mi madre, Ariadna Efrón, ed. Circe, Barcelona, 2009, p. 28-29.

 

29Ídem, p. 31.

 

30Ídem, p. 49.

 

31Para Alia, poema fechado el 24 de agosto de 1918, recogido en: Un espíritu prisionero, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016, p. 183.

 

32Carta a una amiga del 16 de julio de 1937. Tomado de: El relato de Sóniechka, ed. Universitat Jaume I, Castelló de la Plana, 2002, p. 17

 

33Marina Tsvetáieva, mi madre, Ariadna Efrón, ed. Circe, Barcelona, 2009, p. 49-50.

 

34Nota en sus cuadernos del 5 de mayo de 1913: “Tú tienes un año y yo veintiuno. Repites sin cesar: ‘Lilia, Lilia, Lilia’, incluso en este momento, mientras escribo estas líneas. Me siento ofendida en mi orgullo… Es una mezcla de soberbia, amor propio herido, amarga tristeza, falsa indiferencia y profunda indignación” en: Marina Tsvetaeva. L’éternelle insurgée, Henri Troyat, ed. Grasset & Fasquelle, París, 2001, cap. IV, posición 823. Formato Kindle.

 

35Marina Tsvetáieva, mi madre, Ariadna Efrón, ed. Circe, Barcelona, 2009, p. 50.

 

36Ídem, p. 60. Documento conservado por Ariadna Efrón escrito en diciembre de 1918, con seis años.

 

37Último verso de su poema “Elogio del tiempo”, recogido en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 391.

 

38Marina Tsvetáieva, mi madre, Ariadna Efrón, ed. Circe, Barcelona, 2009, p. 238.

 

39Ídem, p. 239.

 

40 “Para la niña la situación de Edipo es el desenlace de una larga y difícil evolución, una especie de solución preliminar, una postura de descanso, que la sujeto tarda en abandonar”, Sigmund Freud en: “La feminidad” (1932), recogido en: Obras Completas, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1974, tomo VIII, p. 3174.

 

41Carta del 22-23 de septiembre de 1923 a Konstantín Rodzévich, en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 238.

 

42Nota en su cuaderno del 25 de septiembre de 1923, en: Ídem, p. 239.

 

43Carta a N. Gaidukévich del 6 de septiembre de 1934, en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 411.

 

44Carta del 21 de agosto de 1936 a otro encandilamiento, Anatoli Steiger, en: Ídem, p. 458.

 

45Tomado de Ídem, p. 555.

 

46Carta a Olga Kolbásina-Chernova del 26 de enero de 1925, Ídem, p. 254.

 

47Ídem, p. 442.

 

48Mi madre y la música, Marina Tsvetáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2012, p. 63.

 

49Diarios de la Revolución de 1917 de Marina Tsvietáieva, ed. Acantilado, Barcelona, 2015, p. 138.

 

50 “Contraste douloureusement avec le fait du ravage qu’est chez la femme, pour la plupart, le rapport à sa mère”, Jacques Lacan en: ‘L’étourdit’ recogido en: Autres écrits, Éditions du Seuil, París, 2002, p. 465. (“Contrasta dolorosamente con el estrago de facto que, en la mayor parte de las mujeres, es la relación con su madre”).

 

51 “Sólo la relación con el hijo procura a la madre satisfacción ilimitada”, Sigmund Freud, en: “La Feminidad” (1932) en: Obras Completas, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1974, tomo VIII, p. 3177.

 

52Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 507.

 

53Carta a Vera Merkúrieva del 31 de agosto de 1940, Ídem, p. 555.

 

53Ídem, p. 521.

 

54Notas en su cuaderno del 5 de septiembre de 1940 en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 529.

 

55Ídem, p. 529.

 

56Ídem, p. 570.

 

57Nota y versos en su cuaderno del 5 de septiembre del 1940 en: Ídem, p. 530.

 

58Diario de Gueorgui Efron, ed. Uno y Cero, Valencia, edición digital en formato Kindle, posición: 4032.

 

59Carta del 11 de septiembre de 1941 a Mitia Sezemán, en: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 575.

 

60En: Confesiones. Vivir en el fuego, Marina Tsvietáieva, ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 447.

 

61Poema del fin en: Tres poemas mayores, Marina Tsvetáieva, ed. Hiperión, Madrid, 2004, p. 121.

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