Francisco Fernández del Riego hubiese cumplido noventa y ocho años el día 7 de enero de 2011, pero no pudo llegar a celebrarlos al fallecer en su casa de Vigo el pasado 26 de noviembre. El último año de vida disfrutó de la compañía de sus seres queridos, un reducido grupo de personas que le hacían sus horas más agradables y lo tenían informado de todo lo que acontecía a su alrededor. Le leían los artículos que le interesaban, las cartas que llegaban y le ayudaban a soportar la gran tragedia que suponía en su vida no poder leer ni escribir. Fue su único año sabático y estaba inducido por la merma de salud, jamás por la inercia, la indiferencia o el desaliento.
Esta vitalidad hizo que dirigiese la Fundación Penzol hasta un año antes de fallecer y durante casi cinco décadas en las que se entregó a conservar y difundir el legado dejado por el bibliófilo galleguista Fermín Penzol. Durante todo ese tiempo no tuvo remuneración económica, sólo la satisfacción de ayudar a jóvenes investigadores a conocer la historia de Galicia a través de documentos únicos, de libros difíciles de encontrar y, por supuesto, de su guía, de su conocimiento profundo del país. Por el despacho de Del Riego pasaron varias generaciones de investigadores que siempre encontraron la respuesta a sus preguntas y la ayuda necesaria de una de las mentes más prodigiosas del siglo XX. Su lucidez la conservó a lo largo de toda su vida, su lucidez y su coherencia. Aquel niño que nació en 1913 en Vilanova de Lourenzá (Lugo) disfrutó de una infancia feliz en la que tuvo acceso a los libros de la colección Calleja y posteriormente a clásicos universales como Emilio Salgari, Jules Verne, Perrault, los hermanos Grimm, Jonathan Swift o Mark Twain. Las lecturas marcaron su vida, se convirtieron en su gran pasión y de ahí nacieron libros como Letras do noso tempo (Galaxia, 1974), en cuyas páginas traza impresiones y ofrece comentarios de literatura desde la narrativa contemporánea norteamericana al neorrealismo italiano, pasando por el nouveau roman, el realismo mágico iberoamericano o el Grupo 47 de la literatura alemana.
Francisco Fernández del Riego no fue un intelectual de despacho, pues desde su juventud participó en la vida política y cultural de manera activa. En 1930 se traslada a Madrid para iniciar sus estudios de Derecho y muy pronto participa en las asambleas lideradas por la FUE (Federación Universitaria Escolar) y se contagia del ambiente enfervorizado a favor de la República, que culmina el 14 de abril de 1931.
Continúa su carrera de derecho en Santiago, a donde se traslada la familia, y allí entra en contacto con Lois Tobío, quien lo integra en el Seminario de Estudos Galegos, y conoce a las figuras más destacadas del galleguismo: Antón Fraguas, Xaquín Lorenzo, Xosé Filgueira Valverde, Ricardo Carballo Calero, Vicente Risco, Ramón Otero Pedrayo, Ramón Cabanillas o Alfonso Castelao. Durante su formación en Compostela asiste a las tertulias en el café Derby y visita a Ánxel Casal, que regentaba la imprenta Nós, de cuyas instalaciones salieron las grandes obras gallegas de los años veinte y treinta. En homenaje a su amigo y a su labor escribió Ánxel Casal e o libro galego (Ediciós do Castro, 1983).
Del Riego abrazó la militancia galleguista sin reparos, consciente de que el galleguismo tenía que llegar a todos los lugares. Por esa razón retoma sus contactos con la FUE, con el fin de conseguir que la lengua gallega tenga el mismo reconocimiento que el español dentro del sistema universitario y, al mismo tiempo, pedir la creación de una cátedra de lengua y literatura gallegas en la universidad. Milita en las Mocidades Galeguistas y es elegido primer Secretario General de la Federación de este movimiento. Su compromiso, su trabajo y su entrega a la causa no pasaron desadvertidos para los líderes del Partido Galeguista y fue el propio Alexandre Bóveda quien decidió que debía participar en la redacción del Estatuto de Autonomía. Del Riego compaginó la entrega política con sus estudios de Derecho y Filosofía y Letras. En el momento de la sublevación militar, el 18 de julio de 1936, era profesor auxiliar de Derecho Civil, había participado activamente en la campaña electoral a favor del Frente Popular, había realizado una intensa campaña a favor del Estatuto, era un militante activo del Partido Galeguista y su compromiso con la República era incuestionable. Su persona era objetivo del fascismo y su vida corría peligro al igual que la de sus compañeros Alexandre Bóveda y Ánxel Casal, que habían sido asesinados. No tuvo otra salida que alistarse en el ejército y salvar su vida vistiendo un uniforme que representaba todo lo que él deploraba. A las penurias materiales del campo de batalla se sumaban las intelectuales y el peligro de ser delatado por sus compañeros, que en más de una ocasión lo acusaron de “rojo”. Acabada la contienda, Del Riego se consideró un perdedor, pese a estar en el bando victorioso, porque él era muy consciente de que en los enfrentamientos todos los bandos pierden y de que en una cruenta guerra civil nunca hay posibilidad de triunfo. A su regreso a Santiago se encontró derrotado, pues había sido inhabilitado para desarrollar cargos públicos y para ejercer la docencia; además, Compostela era una ciudad muy pequeña, en la que le era difícil no estar señalado. Por esa razón decide aceptar la ayuda de Valentín Paz Andrade y trabajar como pasante en su despacho de abogados de Vigo. Los primeros años fueron duros, pasó hambre y dificultades económicas, pero supo compaginar su labor como abogado con su participación en las revistas Industrias Pesqueras e Industria Conservera, dirigidas en la práctica por él, en las que colaboraba bajo el pseudónimo de “Alevín”. Del Riego participaba en todos los proyectos que se le proponían y, además de dar clases particulares, llegó a trabajar en los colegios Mezquita y Labor ocultando su segundo apellido para no levantar sospechas.
Su situación económica mejoró poco a poco al ir aumentando sus fuentes de ingresos y en ese momento es cuando vuelve a pensar en la posibilidad de reorganizar el Partido Galeguista. En Vigo estaban Manuel Gómez Román, arquitecto prestigioso y último secretario del PG, y Enrique Peinador, galleguista y hombre bien situado socialmente. Piensan que Ramón Piñeiro podría viajar por el país pulsando las sensibilidades y con la misión de aglutinar nuevamente al galleguismo desperdigado después de la cruenta guerra. La recepción fue desigual y no todos quisieron comprometerse en un momento tan delicado, pero sí Del Riego, que se convirtió en Secretario Político del PG en la clandestinidad. La esperanza de que la victoria aliada en la Guerra Mundial hiciera tambalear al régimen se desvaneció a la vez que era detenido en Madrid Ramón Piñeiro. El galleguismo recibió otro duro golpe en el momento en el que cierran el suplemento cultural de La Noche que dirigían del Riego y Xaime Illa. En sus páginas se dieron cita los grandes nombres de la cultura gallega silenciados hasta aquel momento y con gran atrevimiento trataron temas de interés para Galicia, como la muerte de Castelao en Buenos Aires, pero la censura no tardó en reaccionar y clausurar el suplemento. La prensa siempre fue utilizada por esta generación para trasladar sus ideas al pueblo y así lo entendió también Del Riego, quien a través de diferentes pseudónimos, como el más conocido de Salvador Lorenzana, o bien firmando con sus iniciales o de manera anónima, trató todos aquellos temas de interés para Galicia. En periódicos, en la revista Galicia del Centro Gallego de Buenos Aires, en Papeles de Son Armadans, dirigida por Camilo José Cela, en Vida Gallega y en tantas otras revistas colaboró siempre con la idea de dar a conocer Galicia al público.
Después del intento frustrado de reorganización política las pretensiones del grupo se encaminaron hacia la actividad cultural, un campo de acción controlado por el régimen, pero que permitía una válvula de escape que utilizaron para llegar a una sociedad narcotizada por el miedo. Las nuevas generaciones de escritores gallegos desconocían la existencia de antecedentes literarios, no sabían nada de Castelao, de Risco o del propio Otero Pedrayo, porque el sistema educativo no contemplaba la literatura gallega y todo lo que estaba fuera del régimen no existía. No sólo era necesario reeducar a las nuevas generaciones, también era preciso estimular a los autores de preguerra para que escribiesen nuevamente en gallego. Del Riego es el responsable de que Álvaro Cunqueiro, una de las figuras más destacadas de las letras gallegas, volviese a escribir en gallego o de que se publicase uno de los libros más simbólicos de la dictadura, Longa noite de pedra, de Celso Emilio Ferreiro. Para esto fue fundamental la creación de la Editorial Galaxia en 1950. Esta brillante idea de Xaime Illa y la ejecución de Francisco Fernández del Riego fueron providenciales en un momento en el que el galleguismo estaba sumido en las tinieblas. A este proyecto se sumaron otras personalidades y así aparecen Ramón Otero Pedrayo como presidente de la editorial, Manuel Gómez Román como vicepresidente y Sebastián Martínez Risco, Antonio Fernández López y Xesús Ferro Couselo como vocales. Del Riego asumió el cargo de secretario y Xaime Illa el de consejero-delegado. Pocos meses después se incorporaría Ramón Piñeiro como director literario. El grupo era más nutrido y formaban parte de él, entre otros, Álvaro Gil, Luís Viñas Cortegoso, Meixide González, Rufo Pérez, Xosé Ramón Fernández-Oxea, Carlos Maside, así como los accionistas que sustentaron la editorial en los primeros años.
La Editorial Galaxia se preocupó de prestigiar la cultura gallega con la publicación de narrativa, de ensayos y, en menor medida, de poesía y sus responsables pusieron especial interés en la publicación de los Cadernos Grial (Presencia de Galicia, Pintura actual en Galicia, Presencia de Curros y Dª Emilia, Aspectos económicos y jurídicos de Galicia), cuatro números que se vieron interrumpidos por la censura. El veto duró hasta 1963, pues en ese año se permitió reanudar la publicación trasformada ya en una Revista Galega de Cultura. Hasta el momento actual Grial lleva publicados 187 números, de los cuales los cien primeros estuvieron dirigidos por Francisco Fernández del Riego y Ramón Piñeiro. A esta publicación periódica hay que añadir la Revista de Economía de Galicia (1958-1968), dirigida por Xaime Illa, pero en la práctica Del Riego estaba detrás de cada número coordinando los artículos enviados e intentando que viese la luz con puntualidad. Con el tiempo ambos fueron relevados en la Revista por el joven Xosé Manuel Beiras, una de las esperanzas del grupo Galaxia. Confiaban en su inteligencia, su buena formación y su irrenunciable galleguismo al igual que en otros miembros de su generación, como Franco Grande, Ramón Lorenzo o el escritor Xosé Luís Méndez Ferrín. Francisco Fernández del Riego los alentaba a publicar, a formarse y siempre despertó la simpatía de los más jóvenes hasta el final de su vida. Siempre comentaba que a él, igual que a Ramón Otero Pedrayo, le gustaba la compañía de la juventud del momento, por sus inquietudes, por su energía, la misma que él tenía a pesar de ir cumpliendo años.
Su generación, a la que él denominó A xeración Galaxia (Galaxia, 1996), sacrificó su gloria a la necesidad inmediata, pues decidió centrarse en la obra de los demás y dejar a un lado la suya propia. En muchas ocasiones escribían por encargo, para ir llenando los huecos propios de una cultura silenciada. Francisco Fernández del Riego escribió en 1951 la Historia da Literatura Galega y a continuación la Escolma de Poesía Galega, los volúmenes correspondientes a los autores contemporáneos y a los del siglo XIX. Estas obras eran necesarias para dar a conocer la literatura gallega y también fueron fundamentales porque establecieron como criterio la lengua. Así, se consideraba autor gallego a aquel que escribía en el idioma propio de Galicia, decisión que no estuvo exenta de polémica, pero que nunca se cuestionó en el seno del grupo. Del Riego impulsó la colección de poesía Salnés junto a Celso Emilio Ferreiro y Emilio Álvarez Blázquez, y en ella se editaron muchos poemarios, aunque sin duda alguna el más conocido y reconocido fue Longa noite de pedra. Del Riego participó activamente en la editorial hasta 1988, realizó todas las labores ejecutivas, consiguió que Grial tuviese una cita puntual con los lectores, corrigió textos, pasó a máquina muchos manuscritos, especialmente los de Otero Pedrayo, alentó a los escritores a escribir en gallego, escribió reseñas de los libros publicados y mimó con cariño y diligencia cada paso que se daba en Galaxia.
Su esfuerzo en la editorial no le impedía participar en conferencias, escribir en los periódicos, participar de jurado en premios y ser artífice de grandes iniciativas. Sin duda, una de las más laureadas fue la creación del Día das Letras Galegas. Su propuesta en la Real Academia Galega, de la que era miembro desde 1960, fue aceptada y desde 1963 cada 17 de mayo, coincidiendo con la publicación de Cantares Gallegos de Rosalía de Castro, se celebra esta efeméride con enorme éxito. En ese mismo año se hace cargo de la dirección de la Fundación Penzol, legado que acrecentó con la donación de numerosos libros. Su generosidad no se limitó a dirigir sin remuneración pecuniaria la Fundación, ya que en 1995 donó su biblioteca, su hemeroteca y su archivo a la ciudad de Vigo.
En 1997 fue elegido presidente de la Real Academia Galega y como tal puso un gran empeño en su modernización. Francisco Fernández Rei, miembro de esta institución, se ha referido a él como el Juan XXIII de la RAG. En su mandato reformó los estatutos y abrió las puertas a grandes figuras del galleguismo que durante años habían sido vetadas, como es el caso de Xosé Luís Méndez Ferrín. Al terminar su primer mandato creyó que era necesario el relevo, pues había cumplido con creces lo que se había propuesto, dejando el listón muy alto a su sucesor. Lo mismo había hecho en la década de los sesenta, en la que los responsables de Galaxia trazaron una estrategia para que las vacantes en la RAG fuesen ocupadas por galleguistas, ya que después de la guerra civil se produjo la profanación de la institución con la entrada de fascistas y de personas ajenas al galleguismo.
Francisco Fernández del Riego actuó como nexo conector en el interior y también con los exiliados. Su relación privilegiada con Luis Seoane le ayuda a establecer lazos con la comunidad gallega en Argentina, como dejan constancia las Cartas de Luís Seoane dende o exilio (Ediciós do Castro, 2002). Su correspondencia con los miembros más representativos de la galleguidad en el exilio le permite colaborar en varias revistas, ser invitado a impartir conferencias e incluso a publicar libros en Buenos Aires como Cos ollos do noso esprírito y Danzas populares gallegas. Francisco Fernández del Riego trabajó por Galicia y por su idioma hasta el final de sus días, se dejó la vida en levantar un país, una lengua y una cultura. En sus memorias Camiño andado (Galaxia, 2003) y O río do tempo (Ediciós do Castro, 1990) da buena cuenta de toda la ingente labor realizada. Nos quedan su magnífica biblioteca y sus archivos, que son la historia viva de la Galicia del siglo XX, sus libros, su correspondencia con las figuras más destacadas de este país y su ejemplo de coherencia y lucha. Fue un hombre versado, un gran conversador, un soñador y un ejecutivo, un hombre que soñó con una Galicia en gallego, que soñaba con la presencia de la lengua propia de Galicia en las universidades, en la prensa, en las escuelas, en las conferencias, en los rótulos de las ciudades, en la toponimia, en la vida diaria… Su generación consiguió grandes logros y ahora nos toca a nosotros seguir el camino que ellos trazaron. Su deseo sería que lo lográsemos y ojalá él lo pueda ver cumplido, porque Francisco Fernández del Riego es una de esas personas que nunca muere, que estará siempre presente en el recuerdo de todos los gallegos comprometidos con Galicia.