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Una mirada al sesgo hacia los márgenes de la literatura y la fotografía

En mayo de 2021 las artistas y editoras Carlota Visier, Laura C. Vela y Carol Caicedo lanzan el primero número de la revista Esto es un cuerpo, el primero de varios dedicados a una específica parte del cuerpo: el pelo, la espalda, los pies, los ojos… A través de la reflexión artística de textos de Andrea Abreu, Rubén H. Bermúdez, Jorge Cascante, Elena Medel, María Sánchez y Brigitte Vasallo la literatura vuelve a dialogar con la fotografía de Bego Antón, Federico Clavarino, Bernardita Morello, Salvi Danés y Gloria Oyerzábal.

A partir de esta experiencia deciden dar vida a otro proyecto editorial, Comisura, junto con Jesús Cano Reyes, con quien publican las primeras dos obras del catálogo: El infarto del alma (Editorial Comisura) con textos de Diamela Eltit y fotografías de Paz Errázuriz –ambas chilenas y nombres reconocidos del panorama cultural chileno e internacional–, y Siempre van solos, los bichos (Editorial Comisura y Muga) donde la fotografía de Laura C. Vela acompaña la selección de textos de Suso Mourelo en un diálogo que es a la vez melancólico y sereno.

El infarto del alma
Siempre van solos, los bichos

 

A continuación, el resumen apasionado de una aventura editorial que esperemos siga adelante. La escritora mexicana Gabriela Jáuregui dijo una vez que “en la cultura es en los momentos de adversidad y de crisis cuando sale lo más interesante”. Creo que tenía razón.

 

Laura C. Vela: El proyecto editorial fue algo bastante orgánico, los tres teníamos las mismas inquietudes literarias y artísticas y siempre habíamos sido amigos. Jesús [Cano Reyes] es profesor de literatura hispanoamericana y gran amante de los libros; Carlota [Visier] también hizo el máster de literatura hispanoamericana y ahora es profesora de castellano; yo soy fotógrafa, pero también estudié filosofía. Ya habíamos empezado a hacer la revista y estaba yendo muy bien, y una tarde en la que quedamos pensamos: ‘¿y por qué no nos lanzamos y vamos a hacer también libros?’. Fue en ese entonces cuando Jesús Cano nos habló de El infarto del alma, una obra que estaba agotada y descatalogada, nos pareció perfecto para darnos a conocer. Queríamos hacer libros que fueran diferentes, libros inclasificables, raros, que muchas veces uno no encuentra donde publicarlos porque no sabe dónde ubicarlos. Libros que fueran híbridos, que mezclaran todos estos lenguajes que a nosotros nos gustan y nos atraen y que han hecho que nos juntáramos.

Carlota Visier: Y también como una forma de acercar la gente que forma parte de la literatura más canónica al mundo de la fotografía y viceversa. El objetivo era que ambos mundos pudieran fusionarse y crear juntos algo bonito.

LCV: Sí, porque a la hora de publicar o vender libros siempre está el problema de catalogarlos, muchas veces te preguntan ‘¿pero esto es un libro de fotos o es una novela?’ Y a veces ni te lo cogen directamente por esta ambigüedad.

CV: En el caso de la revista Esto es un cuerpo en principio nos gustaba que la línea editorial recurriera solo al cuerpo, aunque ahora estamos más abiertas a que no sea tan corporal.

LCV: En el primer libro que sacamos teníamos miedo, no teníamos claro si nos íbamos a constituir como editorial o si íbamos a hacer una revista que publicara un libro al año. Pero después de El infarto del alma y de ver que la revista estaba funcionando nos constituimos como Editorial Comisura, y entonces ya no tenía que ser necesariamente sobre el cuerpo. Pero es verdad que siempre es algo que lo va a rodear de alguna manera, porque al fin y al cabo es lo que a nosotros nos interesa. Siempre tendemos a fijarnos en obras que tienen que ver con lo relacionado a la corporalidad, a la experiencia humana, una corporalidad que incluso está fuera de los márgenes, que se relaciona en parte con lo raro. Entonces, si bien no hay una línea temática cerrada en la editorial, es verdad que nuestros caminos nos llevan hacia esas obras.

CV: Y eso viene de nuestros intereses personales. Por ejemplo, mis lecturas siempre han sido inconscientemente sobre ese tipo de cuerpos: hice mis investigaciones sobre Mario Bellatín y Pedro Lemebel, autores que utilizan el cuerpo como temas principales de sus obras y de unas formas muy pocos convencionales. Es algo que siempre nos ha gustado: lo monstruoso, lo diferente, lo enfermo. Son temáticas que siguen siendo tabúes a pesar de que se empiece a hablar de ellas cada vez más.

LCV: En la fotografía cuando hablamos de ‘cuerpo colectivo’, de Frankenstein o de lo que está en los márgenes no solo nos referimos al lado monstruoso sino a que pueden ser fotografías o fotógrafas que están en los márgenes en el sentido de que quizá no estén tan visibles. Hay ahí una voluntad de rescatar lo que está en los bordes, si por un lado nos gustaría recuperar todo tipo de fotografía más amable y sencilla, por otro aspiramos hacia una fotografía más difícil de entender, más conceptual. En ese sentido sí que la fotografía de Paz Errázuriz en El infarto del alma muestra unos cuerpos incómodos, son unos ojos a los que la gente no quiere mirar, unos cuerpos que normalmente se esconden o de los que no se habla. Y el hecho de dedicarles un libro es una manera de decir que están ahí, que son parte de la sociedad civil, son parte del cuerpo colectivo que somos. La fotografía les da ese lugar que la historia les niega. Pero en el último libro, Siempre van solos, los bichos, la fotografía es un híbrido entre documental y ficción. Las fotos, al construir un cuento, se vuelven más conceptuales, más metafóricas y simbólicas. En ese libro el tema de los márgenes o de los ‘raros’ es más en el contenido porque su protagonista, Vicente, es un hombre a quien en el pueblo nadie habla porque tiene fama de borracho o de loco, así que aprendió a vivir solo y lo que le acompaña es la naturaleza y las historias que lee o que él mismo inventa. Cuando empecé a hacer el proyecto me di cuenta de que lo que en realidad me interesaba era la persona de Vicente. Fotografié a mucha gente del pueblo, pero esas fotos no me decían nada, a los tres días se me olvidaban, en cambio había algo en Vicente que me conmovía. Es un poco el poder que tienen las historias cuando todo se está desvaneciendo, no es sobre el pueblo de Centenillo, es sobre muchos lugares despoblados de España. Los textos de Suso Mourelo son peculiares porque hay muchísimas voces narrativas. Es divertido e interesante a la vez: los textos no repiten lo que hay en las fotografías, sino que proponen otras lecturas más allá de las fotos, Suso Mourelo ha tenido que ponerse en la piel de tantas voces distintas en un ejercicio bastante complejo.

CV: En el período de la pandemia hicimos un fanzine que en parte fue la premisa de nuestros proyectos actuales, se llamaba Las simples cosas y el tema era justamente valorar las simples cosas, lo pequeño de la vida. Laura fue la editora junto a autoras y a fotógrafas como Helena Goñi, Laia Sabaté, Maider Jiménez, Andrea Abreu, Elisa Victoria e Isaac Rupérez, y ahí yo misma participé como autora de texto. Ha sido una época muy desoladora y en la que de una forma generalizada todo el mundo se ha sentido un poco apático. Nosotras nos hemos decidido claramente a crear este proyecto que llevaba rondándonos la cabeza y que nos hace mucha ilusión y nos gusta volver a lo físico de la lectura, crear una publicación tan cuidada, tan especial, centrada en el cuerpo que es algo que también últimamente teníamos disociado. Era lanzarse ahora por necesidad de hacer algo ilusionante. No sé si es un buen momento en realidad, pero nos impulsa la necesidad de crear algo bello dentro de tanta desolación.

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