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Mientras tantoUna noche en la Luna

Una noche en la Luna


 

 

El 2 de enero de 2019, la sonda espacial china Chang’e 4 se posó sobre la cara oculta de la luna registrando en ella inesperadas temperaturas nocturnas de 190 grados bajo cero. Concretamente, aterrizó sobre la cuenca Aitken, un cráter de la región del polo sur; registrando una temperatura inferior a la medida en la cara visible.

 

Chang’e 4 ha sido la primera nave en posarse sobre la cara oculta. Pasó una noche lunar (dos semanas), entrando en modo dormido ya que sus paneles no podían recibir la luz del sol. Luego despertó y ahora se ha vuelto a dormir esperando de nuevo la noche.

 

La Luna no tiene atmósfera, así que las oscilaciones de temperatura dependen de las condiciones locales; son mucho mayores que en la Tierra. Por las temperaturas medidas por los satélites, los científicos habían calculado que Chang’e 4 pasaría la noche a menos 183 grados. La sorpresa fue que el suelo estaba diez grados más frío y la nave no se había llevado la bufanda.

 

Ahora, através de Chang’e 4, la Luna se ha hecho un selfie con la Tierra de fondo, como si fuésemos nosotros los observados…, “como si”…

 

La foto da lugar a pensar que todo esto no es más que, de nuevo, una pantomima diseñada para alimentar el gigantesco complejo de Narciso, la patológica necesidad que tiene el ser humano de afirmarse a sí mismo. Una necesidad que desemboca en el amor como el amor romántico y que paradójicamente genera niveles de soledad que sobrepasan la atmósfera terrestre.

 

San Valentín, una rosa de supermercado y un misterio desvelado que nos pega una bofetada en la cara. La cara oculta del rostro más visible siempre ha sido fuente de inspiración, poesía y metáfora. Ahora, tras la apropiación de su imagen, la mirada vuelve como un eco a los que fueron a preguntar.  ¿No hay más? Como en las relaciones prefabricadas,  está lo que se espera que haya detrás, y lo que se encuentra: cartón, silencio y el Mago de Oz.

 

Sin embargo, hay para quién los diez grados de diferencia de temperatura significan una variación en la composición del suelo lunar, lo que lleva a una celebración. El atractivo de los científicos por vocación es que quizá posean la personalidad más interesante y beneficiosa que puede desarrollar alguien. Chang’e 4 lleva incorporado, además de cámaras para firmar el alucinaje y hacer fotos, un detector de neutrones alemán que busca la presencia de moléculas de agua, un experimento de radioastronomía para observar el cielo en frecuencias de la parte menos explorada del espectro electromagnético y un experimento astrobiológico con gusanos de seda, semillas de patatas y arabidopsis.

 

La sorpresa en esta perspectiva de la vida es el motor de todo. Cuando no cabe esperar nada, la vida es real. Esto para el espíritu científico, lejos de significar lo más temido, significa una oportunidad más para amar lo que eres, lo que haces y con quién lo haces.

 

Claro que el cambio también significa muerte y, como diría Vasallo, cadáveres emocionales. El 15 de enero la agencia china publicaba una foto de una planta de algodón que había comenzado a brotar en la superficie lunar. Pero al llegar la noche, y las inesperadas temperaturas, la planta murió. Ahora habría que intentarlo de otra manera. Es un poco Sísifo (¿qué no lo es?), pero ya hemos visto lo que hay detrás de la otra forma de vivir.

 

El rover Chang’e 3 tuvo un tiempo de vida de 1 mes y 14 días sobre la superficie lunar, no sabemos cuanto tiempo nos quedará para hacer las cosas de nuevo.

 

¿Lo digo?

 

¿Hace falta?

 

Venga…

 

Carpe diem

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