En una mesa en una sala de BMCC (Borough of Manhattan Community College, la universidad de la comunidad de Manhattan), tres escritoras conversan una al lado de la otra. El título que une su conversación (un evento dentro del marco de la Feria Internacional del libro de la Ciudad de Nueva York) es «Todos los mundos que me inventé». Me parece apropiado para estas tres figuras de la ficción en idioma castellano.
Había pasado poco más de media hora y las autoras habían hablado acerca de su obra, cuando un espectador –algo mayor, con timidez– les preguntó «qué pensaban de los escritores del Boom».
«Son los que me formaron como lector», añadió.
*
Ese mismo día, unas horas después, le comenté a una escritora que había asistido conmigo a la conversación:
–Hoy le metieron varias cuchilladas al Boom. Para que se muera de una vez.
Ella, que me estaba acompañando en el puesto donde intentábamos vender libros, me respondió que «no estaba segura si lo que pasó fue un «ataque» al Boom.» Ella pensaba que sólo había sido un comentario.
Yo no estaba tan seguro.
*
A la mañana siguiente (la Feria duró cinco días, desde el martes hasta el sábado) me encontré con la escritora española Alana Portero mientras nos servíamos desayuno. Le comenté cuánto me había gustado su intervención del día anterior. Agregué que iba a proponer una mesa para la siguiente Feria con el título:»Una ouija para convocar a la Balcells» y Portero se rió.
(Tal vez por compromiso. Era la primera vez que hablábamos).
Entonces me di cuenta que detrás de ella, con un plato en la mano, estaba la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero.
Durante aquella conferencia, Ampuero es quien había invocado el nombre de Carmen Balcells, la agente literaria de Barcelona considerada el cerebro detrás del llamado Boom latinoamericano. Ampuero fue también quien informó a los asistentes del éxito comercial de sus compañeras de mesa: Dolores Reyes había vendido los derechos de su libro para una miniserie; Alana Portero había vendido los derechos de adaptación de su libro a una plataforma, además había escrito dos guiones para Pedro Almodóvar y aparecido en You Tube en el Book Club de la famosa cantante Dua Lipa.
Le repetí a Ampuero lo que le había dicho a Portero: organizar una conferencia sobre su idea de llamar al espíritu de la Balcells con una ouija. Ampuero parecía haberlo olvidado.
O tal vez la idea es tan mala que no se merece ni el esfuerzo.
Quizás bastaría con sentarnos a observar cómo los escombros del Boom latinoamericano son arrastrados por el viento.
*
Más o menos esto es lo que dijo Ampuero en aquella mesa de la Feria:
«A una agente literaria de Barcelona, Carmen Balcells, se le ocurrió una idea para vender libros y creó el Boom latinoamericano: un movimiento compuesto sólo por escritores hombres que ignoró y dejó en la sombra el trabajo de muchas grandes mujeres escritoras».
Ampuero apuntó que no era una crítica a los autores del Boom: Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes, Donoso, etc. Lo que se criticaba era el ninguneo a escritoras brillantes como Clarice Lispector. Ampuero dijo que organizaría una ouija para convocar a Balcells y pedirle explicaciones. «¿Por qué Carmen, por qué?» Dijo que le preguntaría cómo fue posible que ella escogiera a Jorge Amado en representación de la literatura brasileña, y no a Lispector.
También dijo Ampuero que le preguntaría a Balcells por qué permitió que el escritor chileno José Donoso se inventara al escritor ecuatoriano Chiriboga, cuando allí estaba la obra magnífica de las escritoras Alicia Yánez Cossío y Lupe Rumazo.
*
–De esta FILNYC me gustó mucho Yásnaya Aguilar, Dahlia De la Cerda y Alana Portero. Me pareció extraordinaria la poesía de algun@s de l@s poetas queer. Como la cubana Jacqueline Herranz o el puertorriqueño Huáscar Robles (que se ponía a cantar mientras declamaba, con una voz notable).
Eso le respondí en el bar, la noche del sábado, a una editora que me pidió una lista: ¿Quiénes te han impresionado más de esta Feria?.
Me parece muy complicado condensar (aún más bajo el título de esta entrada –que apela a un hecho marginal y al mismo tiempo central de la FILNYC: cómo las diferentes lenguas y otros géneros —distintos del masculino— se apropian del micrófono y nos presentan una visión diferente del mundo) lo mejor de cinco días atiborrados de paneles, conferencias, reuniones con escritores y editores, etc.
Tengo que decir que me hizo muy feliz conocer en persona al ganador del premio Las Yubartas: Amaury Colmenares. Hemos premiado, los editores-jurados de 10 países distintos, una novela mayor: Acequia.
La última vez que me encontré con Colmenares fue sobre la vereda de Greenwich Avenue. Yo caminaba desde los eventos en el edificio BMCC Fiterman Hall hacia los del BMCC Tribeca Performing Arts y él me dijo que un taxi lo estaba esperando en la puerta de su hotel para llevarlo al aeropuerto. Se iba de regreso a Cuernava. Nos abrazamos como se abrazan los amigos de más tiempo.
*
En esta Feria de 2024 presenté un libro. Fue un momento maravilloso.
No me pareció menos importante encontrarme con escritoras que escuchaban de nuestra editorial por primera vez, y de la revista que publico desde hace diez años.
Algunxs de ellxs me describieron escenas literarias de las que no estaba al tanto. Hablamos de Guayaquil, de Quito, de Medellín, de Cartagena. Una escritora me dijo que venía –con un bonito tono de voz gallego– del hermoso pueblo de Allariz.
Esta vez hubo muchos reencuentros afortunados.
Uno de los mejores fue con Adriana Pacheco, directora de Hablemos, Escritoras. Pacheco presentó la premiada traducción de una novela de Rosa Beltrán: Radicales libres, y nos hizo ver un magnífico video sobre esta novela.
Otro fue el reencuentro con la poeta argentina Ana Diz. Ella fue quien cerró la gala poética del día viernes con un impresionante poema en 9 partes. Una hora después la abracé entre las mesas del bar Boss Tweeds, cuando yo ya me iba para la casa y ella regresaba de fumarse un cigarrillo en la vereda de la calle Murray. Diz hacía nuevas amistades en el bar y celebraba sus 80 y tantos años. Qué gran ejemplo de vida.
Otra poeta enorme: Lena Retamoso, que se reparte entre Vermont y apariciones esporádicas en festivales literarios. Por mi falta de información, apenas llegué para escucharla declamar. Después de ella apareció Salomé Benalcázar, una poeta quiteña que, me parece, aquella mañana le robó a Neruda el prestigio de haber escrito el mejor poema sobre gatos de la historia del idioma castellano.
Y claro: me reencontré también con los peruanos. Mis amigos que llegaban de uno y otro lado de Nueva York. Ellos –tal vez, como el resto del público que llenó las salas y auditorios de BMCC– vinieron a la Feria del Libro entusiasmados por los nombres del cartel de este año: Fernanda Trías, Lina Meruane, Liliana Colanzi, Selva Almada, Socorro Venegas, Claudia Salazar, Valeria Luiselli, Agustina Bazterrica, Magalí Etchebarne y Mariana Enríquez.
Me fui a un bar con los peruanos después del panel sobre podcasts, «Así suenan nuestras historias», con Daniel Alarcón (Radio Ambulante/elHilo/Central), Jasmine Garsd (La Última Copa/NPR) y Nadia Reiman (Story Corps/NPR). Esa fue una gran conversación, enriquecedora. Estuvo muy bien dirigida por la capa e hincha de Boca, Eugenia Zicavo.
Este año hice lo posible para dividirme entre mis obligaciones de editor, mis deseos como asistente y los amigos.
La última noche de la Feria brindé con los peruanos en un bar irlandés cerca de Chinatown y volví arrastrando las maletas de libros por la vereda de Broadway, hacia el barcito Boss Tweeds.
Ahí me esperaban las editoras de Smol Books con el escritor Bel Olid, con quien hablamos —entre otras cosas— de todo tipo de adicciones, de las traiciones a las lenguas originarias (en el caso de Bel, al catalán), de gente que sí y de gente que no. Lo de siempre.
*
No creo que el conjunto de experiencias de la Feria de 2024 hubiera sido del agrado de la agente literaria Carmen Balcells. El mundo que ella dirigía ha cambiado mucho. Me parece que para mejor.
La literatura que se escribe hoy en idioma castellano, me parece que se reconoce y se valora en esa lealtad de los lectores que formaron su cola para que les firmara el libro Mariana Enríquez. También en el gesto de los escritores y editores que se acercaron para decirle algo a Patricio Pron: quien apareció la primera noche en el bar y se movió entre la barra y las mesas –como un espíritu feliz– mientras yo me secaba el segundo whisky y me tomaba fotos para el álbum celebratorio de Las Yubartas.
También se puede reconocer en esa imagen de una editora y fan que se acercó a Sara Torres, con un libro suyo, para decirle que la admiraba. O en los muchos compradores que se terminaron los libros disponibles de Alana Portero, María Fernanda Ampuero y Dolores Reyes.
Tal vez convendría terminar este texto confirmando lo importante que fue la FILNYC. Una Feria que celebró nuestra literatura en sus muchos aspectos: desde la mesa inaugural con Yásnaya Aguilar y Valeria Luiselli, hasta la de cierre con Rita Indiana y Mariana Enríquez.
Gracias al trabajo (y la inversión) del CUNY MSI, durante cinco días de octubre, para quienes amamos los libros, Nueva York fue una fiesta.