Ahora que a los 49 años convive diariamente con una nube de contratiempos –pitido permanente en los oídos, insomnio, mareos, vómitos, diarrea, azúcar y ácido úrico altos, cansancio extremo en las piernas, pérdida de memoria, depresión, entre otros males– Francisco Javier Medina recuerda con nostalgia su vida antes del 2004, cuando su yo deportista se podía imponer a cualquier adversidad. “Era una persona activa, preparada y con inquietudes. Me gustaba hacer deporte. Tenía una vida feliz. Pero cuando empezaron los dolores en la cadera, y sobre todo después de la operación del año 2007, nada volvió a ser lo mismo y todo empezó a ir de mal en peor”.
La intervención quirúrgica que menciona Medina consistió en una operación de prótesis de cadera que le tenía que solucionar una artrosis dolorosa. La operación la realizó en el Hospital de Mollet del Vallés el equipo de Josep Riba Ferret –adujo que se encontraba de vacaciones cuando se le quiso entrevistar para este reportaje–, doctor en Medicina por la Universidad de Barcelona y director de Traumatología del Hospital Clínico de Barcelona. “Me pusieron una prótesis que me vendieron como algo muy moderno, de última generación, que me solucionaría el problema y que me permitiría hacer una vida razonablemente normal. Evidentemente acepté”.
Pero nada fue tan apacible como se esperaba. “Dejando de lado lo lenta y dolorosa que fue la rehabilitación, empecé a sufrir problemas digestivos, insomnio, erupciones cutáneas, mareos, vértigos y pitidos en los oídos. Durante años el doctor me dijo que eso era normal y que se debía a que la prótesis se estaba colocando en su lugar”. A Medina lo empezaron a echar continuamente de sus empleos, ya que debía faltar frecuentemente al trabajo a causa de los extremos dolores y no podía desempeñar sus funciones con normalidad. Todo ello, le llevó en 2010 a una depresión. Le recetaron antidepresivos y antiinflamatorios pero a causa de lo dañado que tenía el aparato digestivo su cuerpo los rechazó.
“En España hay tres mil personas afectadas por las prótesis defectuosas DePuy”, afirma Emilio Ortiz, el abogado que lleva los casos de los afectados. La empresa Johnson & Johnson, el holding estadounidense del que forma parte DePuy, el fabricante, reduce la cifra a 1.471. “El tanto por ciento de fracasos de estas prótesis es del 47% actualmente, pero acabarán fallando todas en un momento u otro”. Estas prótesis se dejaron de comercializar en Estados Unidos y en Australia en 2009. “Entonces decidieron convertir Europa en un banco de pruebas y las trajeron aquí. En Europa se implantaron hasta agosto de 2010”, añade Ortiz.
“El defecto que tiene esta prótesis –modelo ASR AXR– es que el roce o fricción del material protésico en dos de sus elementos, cotilo y acetábulo, puede provocar la liberación de iones en sangre, micropartículas de cromo y cobalto, que al entrar en el torrente sanguíneo pueden ser, a determinados niveles, nocivas para la salud, pero además, desde un punto de vista biomecánico pueden provocar el aflojamiento de la prótesis y por consiguiente su claudicación prematura”, explican en su web Emilio Ortiz Abogados. “El cromo y el cobalto están dentro de la sangre de todos los que han llevado esta prótesis y todos ellos están sufriendo las consecuencias de una manera u otra. Y hay muchas personas que llevan puesta la prótesis defectuosa y que aún no relacionan los síntomas que tienen con la prótesis”. Los estudios de las consecuencias médicas los están llevando a cabo la Universitat de Barcelona (UB) y la Universitat Politécnica de Barcelona (UPC).
A principios de marzo de 2011, Medina recibió una llamada del hospital de Mollet de Vallés para que fuera rápidamente a hacerse una revisión de traumatología. “Me sorprendió porque ya teníamos hora para mayo. Pero insistieron en que fuese, aunque no quisieron explicarnos el motivo por teléfono”, relata. Habla en plural porque su mujer, Katy Granados, ha estado en todo momento a su lado y también ha sufrido consecuencias. El estrés le ha llevado a perder cabello y a tener que medicarse por problemas psicológicos. “Me hace de secretaria porque a veces se me va la cabeza y no me acuerdo de las cosas”, explica Medina.
Esa llamada le dejó muy intranquilo. Su esposa escribió en Google Prótesis defectuosas DePuy y no hizo falta mucho más. “Descubrió que me habían implantado una de las 93.000 prótesis defectuosas que se habían puesto en todo el mundo”. A partir de entonces le sorprendió la rapidez con la que sucedió todo. El hospital de Mollet del Vallés ya no se encargaba entonces de este tema y le derivaron al privado del Hospital Clínic de Barcelona aduciendo que a partir de ese momento de todo ello se responsabilizaba DePuy. “En un día me hicieron todas las pruebas necesarias para realizar la operación cuando en la primera intervención habían tardado un año en hacerme esas pruebas. Entonces le expliqué al doctor Riba lo que había leído sobre las prótesis defectuosas, pero él no me hizo caso y me dijo que mi sustitución de prótesis solo se debía a una mala colocación”.
A los quince días le retiraron la prótesis defectuosa y le pusieron una nueva. Aunque antes le invitaron a firmar un papel en el que se afirmaba que le reemplazaban la prótesis siempre y cuando De Puy se quedase con la prótesis dañada. En teoría, para que la empresa la enviase a su laboratorio en Leeds para analizarla. “En ese texto se hablaba de que el cambio de prótesis era a causa de dolores e inflamación, no de mala colocación. Como no había otra salida, firmé todos los papeles que me pusieron delante”, cuenta Medina. Al día siguiente de la operación, tenía quemaduras en la piel en la zona afectada. Los médicos dijeron que era un simple ras cutáneo. Él sigue creyendo que tenía algo que ver con la prótesis dañada.
“Hasta día de hoy hemos podido ir sobreviviendo. Le animé a que se presentara a la fundación ONCE y aprobó los exámenes. Tiene un 38% de discapacidad y desde noviembre de 2013 trabaja vendiendo cupones en La Llagosta. Su estado de salud no ha mejorado”, explica Granados, la esposa de Medina. “A mí no me gusta vender cupones, pero no me queda otra opción”, apunta él. En noviembre de este año se celebrará su juicio.
El coste del proceso judicial se mueve entre 30.000-35.000 euros. “Es un coste muy alto que no todo el mundo puede financiar, aunque nuestro bufete de abogados paga parte del coste. Además, la empresa pone todos los impedimentos posibles para que la suma suba, haciendo cosas como pedir la traducción al inglés de algunos documentos de 600 páginas”, explica el abogado Emilio Ortiz. De momento ha conseguido ganar todos los casos referentes a este asunto, excepto uno, celebrado en Ferrol.
¿Por qué este bufete de abogados es el único que se está encargando de la defensa de los afectados? “Porque Johnson and Johnson ha pactado subvenciones con bufetes de abogados que han llevado un gran número de casos referidos a este asunto. Por una compensación económica a sus clientes de unos 10.000 dólares arreglan el tema, cuando en Estados Unidos las compensaciones económicas están llegando a los 400.000 dólares por caso”, responde Ortiz, que cuenta con un equipo de 35 personas trabajando exclusivamente en este caso. “Hay muchas zonas oscuras que descubres cuando empiezas a escarbar. Johnson and Johnson pagó a los cirujanos la formación para hacer esta operación llevándolos de viaje a lugares como Alemania. Cuesta decir que no a una empresa que te ha regalado una semana en un lugar de este tipo”, argumenta Ortiz.
Y sigue relatando. “Cuando los cirujanos quitan la prótesis defectuosa descubren en la zona una pasta negra muy parecida al chapapote. Ahí están las micropartículas que acaban en la sangre de los afectados”. Algunas prótesis que reemplazan la defectuosa pertenecen a un modelo llamado Pinnacle que actualmente ya está prohibido en Estados Unidos porque ha tenido problemas ocasionados por la fricción metal contra metal que han hecho levantar la voz a investigadores británicos. “El Ministerio de Sanidad español lo sabe y no hace nada”, explica Ortiz.
“A pesar de que estos riesgos se conocían y fueron bien documentados por décadas, los pacientes no fueron informados sobre su participación en lo que efectivamente fue un gran experimento sin control”, dijo la editora de investigaciones de BMJ, Deborah Cohen sobre las prótesis defectuosas DePuy. “Esta no es la desafortunada falla para detectar los errores de una empresa deshonesta, o la avería imprevista de un pequeño número de dispositivos. Es la incapacidad para prevenir que toda una clase de prótesis de cadera se utilice en cientos de miles de personas en todo el mundo”, añadió.
Por su parte, Ortiz explica que “Johnson and Johson está presionando a medios de comunicación para que el caso se vaya tapando. Hay medios que no se han atrevido a publicar nada sobre el caso pese a tener conocimiento de él y otros que después de publicarlo han recibido llamadas por parte de Johnson and Johnson. Por otro lado, no he obtenido respuesta por parte del Ministerio de Sanidad. Se limitan a reproduir las notas que les va filtrando Johnson and Johnson. A ellos ya les va bien que la empresa se haga cargo de los costes del cambio de las prótesis defectuosas y han hecho la vista gorda. Johnson and Johnson es una empresa muy poderosa. Sus beneficios equivalen al PIB español”, explica Ortiz.
Antonio Saez, residente en Montcada i Reixac (Barcelona), era un aficionado a buscar setas y entrenaba a un equipo de fútbol del pueblo cuando con 36 años tuvo un accidente en la construcción. Después de nueve meses de dolores e impedimentos los médicos decidieron que no había otra solución posible que no fuese la operación de prótesis de cadera. La intervención quirúrgica se realizó a través de la Seguridad Social en el hospital de Mollet del Vallés. Era 2007. “Me dijeron que aquella prótesis era de última generación y que me iría de maravilla”, cuenta él mismo.
Después del periodo de recuperación “la pierna seguía sin chutar”. Se lo expliqué al médico y me respondió que me olvidara de mi vida anterior. “Fue un duro golpe para mí. Nunca más pude trabajar en la construcción, ni ir a recoger setas ni entrenar un equipo de fútbol. Pero lo peor fue que me echaban de cualquier trabajo porque tenía que cogerme continuamente la baja a causa de los dolores. Mi vida se convirtió en una pesadilla”, explica Saez con tono de resignación.
Hasta que un buen día, después de ocho años de dolores, de depresión y de derrumbe decidió ir al Hospital Clínic para encontrar una solución a su problema. “Los médicos se revolucionaron al verme y me preocupé mucho. Escuché que entre ellos comentaban que yo era uno de los que tenían la prótesis defectuosa y me preguntaron que dónde había estado escondido todos estos años. Les dije que yo no sabía nada de que era defectuosa y que por qué no me habían llamado para decírmelo”.
A partir de ahí, todo fueron comodidades para elegir el día de la operación para reemplazar la prótesis defectuosa. “Me dejaron escoger hasta el día exacto que quería operarme. Y una vez operado, nunca había visto tantos lujos en un hospital. Les daban Coca-Colas gratis a las visitas que venían a verme, las enfermeras estaban pendientes todo el rato de mí”. Saez estuvo ingresado en la séptima planta del Hospital Clínic, la cual es privada. El 9 de octubre tiene el juicio de su caso. “Ahora estoy mejor, pero nadie me va a devolver estos diez años de mi vida”.
Otro afectado es Juan Zerpa, de 52 años y natural de Tenerife. Le pusieron la prótesis defectuosa en 2008. Él no se quería operar, pero cuando le hablaron con insistencia de una prótesis maravillosa de última generación, cambió de opinión. “La promesa de poder llevarla durante un periodo de 20 a 25 años fue clave”, sentencia Zerpa. En su caso, la lesión también se produjo en un accidente laboral y se operó por la mutua.
En 2010 se enteró que existía el problema de las prótesis defectuosas DePuy y encontró explicación a todos sus síntomas. “Por culpa de los dolores no podía casi andar, pero yo mismo me prohibí moverme porque me enteré que la prótesis soltaba cromo y cobalto por el roce durante el movimiento. Así que me quedé en la cama y en el sofá”. Ahora le han concedido la incapacidad permanente total y nunca más podrá ser camionero, su trabajo hasta el día de la operación. Aún no tiene fecha para su juicio.
Por su parte, la empresa Depuy, a través de Leila Meresman, la directora de Comunicación y relaciones públicas de la empresa en Europa, asegura que “desde agosto de 2010” ha facilitado “toda la información y soporte que han requerido los pacientes, familiares y cirujanos para la retirada voluntaria de la prótesis”, haciéndose cargo de los costes económicos del proceso. Por otro lado, aseguran que este modelo de prótesis pasó “todos los controles especificados por las directivas de la Unión Europea y recibió el distintivo CE”.
Y añaden: “En agosto de 2010, después de recibir un aviso por parte de la UK National Join Registry, Depuy decidió efectuar la retirada voluntaria de la prótesis ASR-AXR para defender los intereses de nuestros pacientes. Rápidamente nos pusimos a disposición de ellos para retirarles la prótesis en cada uno de los países en los que se vendió”.
Sergi Escudero es un periodista especializado en temática socio-política. Después de pasar por la redacciones de La Vanguardia y Ara, y de aprender nuevas formas de hacer periodismo en Italia, se ha embarcado en la experiencia de trabajar como freelance. Colabora en diferentes medios. En FronteraD ha publicado El pintor que llenó de grillos la casa de Dalí y El tabú del suicidio. Los medios de comunicación tienen como norma no dar la noticia. En Twitter: @sergiescudero