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Mientras tantoUna vela a San Mamés

Una vela a San Mamés


Pues bien, andaba yo con la motivación escasa (sólo animada por la lectura de Blanco Nocturno de Piglia, pero eso es otro pasto), y un poco con dolor de blog, con la bilis revuelta de tanta vulgaridad electoral (imagínense que el partido de Belén Estebán suoere en escaños a Izquierda Unida en un futuro muy próximo) y hete ahí que se me apareció San Mamés. Todos los que amamos el fútbol sabemos por tradición que significa La Catedral y más La Catedral cuando llueve y hay campo embarrado y el público de los fondos blande los paraguas y la defensa apura los tacos hasta la cal de las tibias…

Fue ayer sin ir más lejos que hizo el saque de honor la hija de un entrenador inglés de los años veinte y la cancha vibraba de un júbilo antiguo de los teimpos de Zamora. Yo me frotaba los ojos. Sólo esa irrupción mitológica en mi ánimo maltrecho logró enderezar mi fe crepuscular en este deporte sometido al ultraje semanal de un gallito portugués, de un filósofo que escucha a Coldplay y de unos cuantos animadores (Caparrós y Preciado, los mejores sin duda) que no logran saciudirme de todo ese bostezo que se me ha hecho crónico desde el Mundial de Sudáfrica.

Pero no hay como que llueva en San Mamés para devolverme la fe en el fango y en los altos hornos en los que, debió de ser cuando era un niño, se instaló esta pasión irracional de vivir los partidos pese a todo. Así que me concedí el placer de ver jugar al Athletic contra el mejor equipo del mundo que así de grande era el cartel del circo. Pero una vez más creo que San Mamés estuvo más brillante que Iniesta y aunque había actores tan interesantes en el bando local como Javi Martinez o Llorente, la infernal posesión azulgrana, y aquí llueve sobre mojado, no me libró de algún bostezo sobre todo desde que el árbitro interpretó la dura entrada de Amorebieta como violenta y la parroquia la emprendió a silbar contra el pastorcillo Andrés.

Andan los trencillas del reino en la fase mírame y no me toques y confunden cualquier contacto y ya no discriminan una entrada que puede fracturar un peroné con una bruta demostración de fuerza. Lo de ayer no fue para tanto, pero si la del vikingo Ujfalusi contra Messi. Total que puede que a Villa le caiga la misma sentencia que al checo por el sopapo que le dio al pesado de Gurpegui y mientras todo abunda en el concepto teatral de José Mourinho que desde que empezó a decir hostia parece que aquí se ha puesto de moda esa ancestral manera de repartir dones y reglamentos. De momento, repito, agradecer a San Mamés otro día de lluvia por estos campos del Señor tan necesitados de jardineros.

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