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Unfaking news. Cómo combatir la desinformación

Quien te diga que es un experto en desinformación, bulos, fake news… no te está diciendo la verdad. En Maldito Bulo llevamos trabajando dos años sobre este tema y no podemos ni siquiera visualizar el alcance. Estamos ante un fenómeno del que no sabemos cómo defendernos de manera realmente eficaz. Un arma masiva de intoxicación que ataca los pilares básicos de lo que creíamos conocer como democracia. Y queda mucho para que tengamos realmente soluciones efectivas. Comunidad, tecnología, colaboración, educación y fact-checking; de momento estas son las bases desde las que tenemos que empezar a crear nuestra defensa ante la desinformación.

Raúl Magallón en este libro aglutina la mayor parte del conocimiento que tenemos sobre este problema. Si te preocupa que te la cuelen, si crees que la desinformación y las mentiras están campando a sus anchas debes saber tres cosas; la primera es que haces bien en preocuparte, la segunda es que llevas razón y la tercera es que en este libro vas a encontrar la luz al final del túnel. Al menos, la única luz que tenemos. Magallón repasa causas y porqués y convierte este libro en el manual al que acudir para saber por qué nos están engañando, cómo, por qué cauces y cómo los malos van un paso por delante de nosotros.

“La desconfianza en los medios de comunicación es una consecuencia de la desconfianza en nuestros vecinos”. Esta frase del libro centra un debate importantísimo si queremos de verdad luchar contra la mentira: los medios deben recuperar su credibilidad perdida y se tienen que convertir en vía de escape de la ciudadanía ante el ruido y la desinformación. Los bulos buscan que veas a tu vecino como el enemigo, porque la mentira en situaciones polarizadas campa a sus anchas.

La desinformación evoluciona sin parar y en España cada vez más las mentiras se mueven sin una url, sin un link: fotos, vídeos y audios crecen y se viralizan de una manera mucho más difícil de combatir.

Además, hemos perdido lo que en maldita.es llamamos anclas; el ancla que nos permite distinguir por su formato lo que es potencial información y el ancla de las estructuras en las que antes se confiaba sin discusión.

Si suena un boletín horario informativo identificamos este formato auditivo con el consumo de información por la radio. Si entra una cabecera de informativos, sabemos que empieza un telediario. Relacionamos esta cabecera directamente con un formato de consumo de información audiovisual. Si tocamos un periódico, sabemos que ese papel es un formato de consumo de información. Nuestros sentidos asocian estos formatos con noticias. Ojo, aunque luego nos puedan mentir. Lo que tenemos interiorizado es que en estos formatos lo que recibimos es potencial información.

¿Qué ha cambiado? El aumento del consumo noticias, de información, a través de internet y de redes sociales y el móvil… Dentro de esa pantalla la desinformación tiene mucho más fácil imitar a la información, disfrazarse de ella. El consumo, además, cada vez más se hace sin links, con capturas. Si lo piensas, a tu WhatsApp cada vez llegan más capturas y cada vez es más fácil imitar lo que nuestro cerebro identifica como un medio de comunicación.

No hay diferencia de formato. No podemos distinguirlo a simple vista y el que lo consume no tiene una referencia, no tiene ancla. La información se consume cada vez más como piezas individuales, aisladas, sin contexto.

Las capturas son la nueva arma de consumo masivo de desinformación. No hay link, no sabemos de dónde sale, ni siquiera tenemos una fecha… solo un titular y una foto. ¿Dónde ubica esto nuestro imaginario? ¿En una web creíble o en una no creíble?

Las anclas desaparecen. El ancla del formato y el ancla de las instituciones (no solo la del periodismo). Esta situación se repite con la medicina (los bulos sobre las vacunas) o la física (la tierra plana).

Raúl Magallón adelanta en el libro cómo Instagram puede ser el siguiente nuevo objetivo de la desinformación. No puedo más que coincidir con él. Hablamos todo el día de Twitter y Facebook, mientras que cada vez más la desinformación se distribuye por WhatsApp y empieza a encontrar su hueco en Instagram. Por eso hay que dar la batalla en todas las plataformas, Twitter no es el mundo. Ni siquiera una parte importante de él para “los malos”. Su objetivo va mucho más allá de esta plataforma.

Hemos hablado de comunidad, tecnología, educación, colaboración y factchecking para luchar contra las mentiras, pero ¿y la legislación? Magallón centra muy bien el debate en los peligros que conlleva legislar sobre un fenómeno que en realidad no conocemos y que muta cada poco.

Los partidos apuntan a la vía legislativa para luchar contra ella. Una vía, desde mi punto de vista, problemática por su falta de base empírica, su peligro de censura y su muy probable obsolescencia. ¿Quién decidirá qué es real y qué no? ¿Quién decidirá qué se comprueba y qué no? ¿Qué es una “noticia falsa”? ¿Una opinión puede serlo? ¿Cómo se califica una noticia satírica que se viraliza como real? ¿Quién dirá qué es satírico o no?

Todo en este libro te servirá para centrar un debate sobre el que hay muchas dudas y pocas certezas, ¿cuál es la influencia real de la desinformación? ¿Cómo la combatimos? ¿Cómo se crea? ¿Sabemos quién la crea? Si ha existido siempre, ¿por qué nos preocupa ahora? Sobre todo esto nos ayudará este libro, no esperes respuestas y soluciones mágicas, aquí encontrarás el marco sobre el que reflexionar sobre ellas.

 

Este texto es el prólogo del libro UnfakingNews. Cómo combatir la desinformación, de Raúl Magallón Rosa, que acaba de publicar Ediciones Pirámide (Grupo Anaya).

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