Ayer fue el Día Mundial del Alzheimer, un buen día para pensar en aquello que nos conecta más allá de las palabras, más allá de los recuerdos. ¿Podría ser la música?
Diferentes estudios desarrollados en los últimos 20 años han demostrado la efectividad de la musicoterapia en pacientes con alzheimer. Actividades como la escucha activa, seguimiento de percusión con las extremidades, o canciones de bienvenida o despedida, mejoraron el estado cognitivo de los pacientes, así como la memoria y la orientación y ayudaron también a paliar la ansiedad, la irritabilidad, el delirio y los trastornos del lenguaje.
La música no es pura abstracción, la música es cuerpo, es tangible, es un hecho físico. Las antiguas religiones paganas, en sus fiestas comunales, especialmente ahora en la fiesta del otoño, tocaban instrumentos y realizaban improvisaciones para invocar con los sonidos que provocaban las vibraciones de la “Madre Tierra”.
Cuando escuchamos música, o incluso, cuando nos imaginamos que escuchamos música, encendemos el cerebro de una de las formas más completas que se han podido estudiar en cuanto a actividades neurológicas. Si se realiza una resonancia magnética al cerebro de un oyente o de intérprete cuando se aprende una nueva pieza se ven activadas muchas regiones cerebrales diferentes. Se activan ambos hemisferios y múltiples áreas de ambos hemisferios.
Hay pacientes con Parkinson que pueden responder de forma muy positiva a la música. Pacientes cuyos movimientos espásmicos o mecánicos podían convertirse en pura fluidez bajo el influjo de la música, incluso aunque esa música fuese producto de su pura imaginación. Mientras dura la música, su ritmo interno, que antes estaba condicionado a la enfermedad, se deja imponer por el ritmo de la música. Saks tenía una paciente, Rosalie B., que podía tocar de memoria cualquier pieza de Chopin mientras comprobaba que los síntomas del Parkinson desaparecían.
Como decía Schopenhauer, si la vida es como un libro, lo leemos despiertos y lo ojeamos soñando. Las personas con Alzheimer están ojeando y los demás queremos llevarles a la profundidad de las palabras. ¿Cómo puedes despertar a alguien a cuyo libro de faltan hojas o capítulos enteros?
Lo único que le puedes ofrecer es el presente, pero el presente físico, no la historia que conlleva nuestro presente. Como una canción dentro de una historia, como una poesía, y eso es la música para el presente.
Cuando recordamos una melodía, el proceso de elaborar ese recuerdo no es neurológicamente parecido a una reconstrucción mental de un suceso conocido; un tono evoca nuestra conciencia una totalidad, como dar un paso para correr, un solo paso se conecta con el todo; si lo pensamos demasiado, entorpecemos esa totalidad. Por eso en algunos casos de personas con amnesia crónica estas son capaces de cantar o tocar música del pasado.
Esa memoria auditiva se localiza en el lóbulo temporal. Esa parte del cerebro sufre en pacientes con alzheimer. Sin embargo, los estudios indican que esos pacientes responden a música conocida; cuando ya están en etapas avanzadas pueden recordar, aunque no recuerden o reconozcan mucho más, melodías conocidas. Esto ocurre porque el área del cerebro que asocia sensaciones a la música, concretamente una respuesta sensorial meridiana autónoma o ASMR, que se encuentra en la corteza prefrontal, es una de las últimas en ser afectadas por la enfermedad.
La música que perdura es la que se vive de forma intensa y tiene que ver con nuestra propia experiencia.
Sin embargo, aun cuando la música sean casi los últimos recuerdos de los pacientes con alzheimer que pueden conectarles al resto, esto también se olvida. Los últimos estudios neurológicos al respecto indican que en avanzadas etapas la memoria musical explícita, la capacidad de reconocer melodías, conocidas o no, en la mayor parte de los casos se rompe. Esos mismos estudios son los que indican que lo que parece que perdura, en algunos pacientes para siempre, es la memoria musical procedimental, la capacidad de tocar un instrumento.
La capacidad de ser músico implica los dos tipos de memoria a largo plazo: la memoria explícita, que evoca hechos de manera consciente y la memoria procedimental. La memoria episódica se desarrolla como un sistema cerebral que conecta el hipocampo y las estructuras de los lóbulos temporales. La memoria de procedimiento es más difícil de localizar, pero activa zonas más primitivas del cerebro como los ganglios basales y el cerebelo.
En un estudio del 2016 un pianista de 86 años con alzheimer seguía ejecutando piezas sin titubear aun sin reconocer el nombre de la pieza o del compositor. Puede que esa sea la última manera que encuentra un cerebro dañado para permanecer en un presente en el que la totalidad del ser al que pertenece el cerebro sigue formando parte de la continuidad de la existencia. Un superhombre dentro del cerebro que no necesita aferrarse a nada que no tiene y que encuentra en sí su propia substancia.
Como si Ulises cantara también con las sirenas.
And forever more
That’s how you’ll stay
Nat King Cole