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Sociedad del espectáculoLetrasÚnico, inestable, distanciado Cees Nooteboom

Único, inestable, distanciado Cees Nooteboom

Todo libro es, deliberadamente o no, una colección de fragmentos. Es solo cuando las piezas de ese espejo roto se vuelven a ensamblar en la lectura, que vislumbramos, entre líneas, la irónica sonrisa del escritor cuya visión trata de ser lo más universal posible. En sus ensayos y novelas, Cees Nooteboom (La Haya, 1933) consigue desarrollar el argumento de que la historia se basa en una exclusión original. Desde esta posición de dislocación básica, de autorretracción estudiada, ocupa el ensayista holandés ese espacio ambiguo entre la ficción y la no ficción, obsesionado por la soledad, disciplinado por la necesidad de comprender las ansiedades de lo liberado o a punto de serlo.

La obra de Nooteboom, publicada en castellano por la editorial Siruela, es testigo de nuestra época. Su poder evocador, casi bíblico, es capaz de crear ambientes ficticios en los que todo parece simbólico. Su lectura aporta una visión tragicómica de la existencia, tal vez porque el autor ha viajado mucho y ha visto mucho. El autor de 533 días conoce el mundo: su implacabilidad y su lucha, su indiferencia ante el sufrimiento humano o su empatía. Sabe que la vida es apenas una farsa grotesca, una condena a cadena perpetua, sin libertad posible.

‘Tumbas’

La única verdad incontestable de este libro es que su autor está vivo y sus personajes muertos: “Lo que en realidad importa sigue siendo invisible”. La compilación revela su contenido sólo hasta cierto punto. Su resonancia proviene de todo lo que no dice, así como de lo que dice: “Cuando se trata de tumbas, todo es irracional”. Desde la profundidad de la admiración de su autor por los poetas y pensadores antologados, inferimos la magnitud del duelo: “No hay nada que hacer, no hay modo de librarse de esa sensación de que esa lápida negra y brillante está ante mí llena hasta los bordes de tiempo condensado, de tiempo recobrado”. A modo de conmovedor epílogo a la obra de Marcel Proust, entre otros, reflexiones en torno a una lectura, una invitación a sumergirnos en una biblioteca personal para redescubrir toda una literatura.

Algunas formas de la muerte son universales, o pueden revelarse a través de la honestidad y la precisión con las que se articulan. El sentido sobrenatural de autoconfianza del poeta, novelista, ensayista, traductor e hispanista en su colección de ensayos gráficos Tumbas (2017; fotografías de Simone Sassen) surge de una mentalidad ideológicamente liberal que, a pesar de su insobornable ateísmo, materialismo y racionalismo, es producto de una radical creencia en la honestidad: “En el gran libro de los símbolos, cada tumba es una susurrada repetición de las montañas sagradas”. Así, estas notas de admiración hacia otros escritores se basan en una notable memoria para la cita y una admirable capacidad de recuperación.

Uno por uno, los consuelos clásicos se ofrecen a los deudos: “[Yeats] había visto con los ojos de su imaginación y yo miro con mis ojos vivos la tumba, que él nunca vio”. A través de la repetición, lo que ningún descreído puede creer: “El cementerio [donde yace Elías Canetti] es un profundo orden de batalla de mausoleos blancos”. El pensamiento del autor de En las montañas de Holanda (2009) es resistencia. Logra el neerlandés devolver lo extinto a una vida nueva, vívido renovar la conclusión lógica de su fe en la vida, porque “no son rectos los caminos que atraviesan el reino de los muertos”. La verdadera lucha de Tumbas es permanecer siendo uno mismo mientras se puede. Además del obvio sentido del desenlace, estos ensayos a base de fragmentos moribundos luchan contra la destrucción.

“Entre la escritura y la lectura no está el poeta, sino el tiempo desaparecido”. Tumbas es duelo por escrito, libro sobre la muerte donde se alternan imágenes y palabras, diario de lecturas y fotografías que tratan de encontrar la forma correcta: “John Keats tiene dos tumbas, una de piedra, otra de palabras”. Memoria confesional, manual desafiante de categorías que desarticulan mientras convergen gradualmente en sus diferentes perspectivas, escritura espontánea, desordenada, la mejor manera de reflejar los traumas de la pérdida: “Su nostalgia de Castilla debió de ser inconcebible [para Machado]; Francia no era más que un parque en comparación con el océano pétreo de la meseta”.

Al dejar constancia gráfica del recuerdo, descienden Sassen y Nooteboom al olvido, pero con perspectiva, sin oscuridad ni desesperación: “Las ciudades consisten únicamente en cementerios en los cuales, sin duda, reposa un poeta”. Nada nos prepara para la muerte, ni siquiera la literatura. Esta apenas nos ayuda a sobrellevarla: “Todos los cementerios son novelas, pero para mí este [cerca de Kamakura, en Japón] no tiene palabras, solo signos”. El autor de Una canción del ser y la apariencia (2010) es consciente de lo inminente del final, y, más allá de lo actual, experimenta la incredulidad irracional en la muerte como la ilusión que es: “Encontrar lo que no se busca: eso es lo que le ocurre a uno en los cementerios”. A través de la voz de otros, retoma su voz, antes de unirla a la del resto. En estos ensayos finales, Nooteboom examina su propia incredulidad: la escritura, indistinguible de la vida, nunca termina. Leer, si no escribir, estos obituarios, irónico rastro de autoconocimiento al final de la tríada retórica (el placer, la amistad, el reconocimiento), supone romper el hechizo.

‘533 días’

Una emoción básica se abre paso a través de las vías neuronales y centros de recompensa, aumenta la actividad de la dopamina, antes de explotar en impresiones: “el viento murmura, pero los cactus no participan de semejantes conversaciones (…) Su forma es su finalidad (…) El que yo pueda verlos probablemente les sea indiferente”. Regresa el autor de Perdido el Paraíso (2006) a la idea de literatura como lugar de refugio tanto como ruta de escape. Los libros son brújulas que nos guían en nuestro autodescubrimiento y nuestra exploración del mundo: “Lengua, palabras, estilo (…) ¿Cómo será pensar por última vez en palabras que nadie oirá nunca más?”. Al igual que su admirado Jorge Luis Borges, el erudito de El día de todas las almas (2007) se describe a sí mismo como, ante todo, un lector que mapea los textos y autores que lo han inspirado.

Se estructura el dietario en torno a preguntas básicas (“¿De dónde sale esa gente desconocida que puebla nuestros sueños? (…) ¿Nos convertimos de noche en escultores de un modo que nada tiene que ver con la física?”), indaga en numerosos campos de investigación, se esfuerza por interpretar las sutilezas de los nudos del sistema, así como los convincentes paralelismos entre las distintas ideas que configuran nuestra tradición: “Europa lleva medio siglo intentando convertirse en una nación de naciones; España se descompone, huye de sí misma, paga el precio de un pasado centralista (…) No quiere ya una única bandera sino una orgía de banderas de diferentes naciones y caracteres moviéndose en dirección contraria al signo de los tiempos (…) Ha dejado de ser una identidad y una unidad y se ha tornado un caleidoscopio anárquico de posibilidades”.

Al anotar lo accidental y lo fortuito para imaginar nuevas oportunidades, Nooteboom se convierte en un erudito de la pasión. Es su diario 533 días (traducido por Isabel-Clara Lorda Vidal) lo más parecido a una clase magistral del sentimiento, a cargo de un alma “con las raíces mutiladas y las piedras elevadas hacia la luz”. Supone una compilación de microensayos y macroreminiscencias, así como una meditación fragmentaria sobre el poder de la lectura y la importancia de la experiencia. Efusiones conscientes y subconscientes se juntan en el espejo de una vida íntima que se alza, paradójicamente, en iteración de la humanidad: “Oigo [a las gaviotas] volar en círculos encima de mí balanceándose contra el viento. Ejecutan en el cielo un dibujo lento pero caprichoso, una fórmula que quizás contenga un significado que yo no sé interpretar, porque desconozco el código”.

Complejas reconstrucciones nos informan sobre experiencias estéticas: se afana el hayense en la crítica, el juicio o la glosa, no tanto como un notario sino como un devoto: observador, admirador, entusiasta contra “la desgarradura cacofónica que atraviesa Europa” para “salvar cada vez la situación con un coro de furias al fondo (…) enmendar el error original y alcanzar una verdadera unión, idea esta que resulta cada día más inimaginable”. Una tensión temperamental conduce a una concepción ecléctica de lo que debería ser la escritura, aunque también a una forma de moralidad, de extensión imaginativa de uno mismo hacia los demás: “Con Borges, al igual que con Kafka, uno tiene la certeza de que al cabo de un par de líneas se formulará algún pensamiento imposible de obviar. Siempre hay algo que engancha, que le obliga a uno a detenerse y releer”.

Construye el periodista de Noticias de Berlín (2104) su propia autobiografía a través de estos relatos sucesivos de una vida. Lo que cuenta es lo que descubre y hacia dónde va: y se dirige a todas partes, recorriendo todos los caminos: a través de Borges, de Cervantes, de Homero, la historia de la literatura y el futuro de la lectura, y de ahí a casa: “Un sonido que forma parte de la noche y de la caza, un reclamo que anuncia la muerte de los escarabajos, los gorgojos y las arañas. Él llama, ella contesta y a mí me involucran en una invisible intimidad envuelta en la negrura de la noche mediterránea”. Una mente inquisitiva se despliega a través del mito y la fábula y se conecta con otros cerebros. De diferentes maneras, explora la historia y las posibilidades de una investigación ilimitada, y muestra que la negativa a pensar, es decir, a cuestionarlo todo, es peligrosa. Su desinteresada curiosidad arroja luz sobre acertijos profundos, al mismo tiempo que abre nuevos espacios.

Único, inestable, distanciado

Todo análisis es una forma de autoanálisis, una meditación a través de la cual buscamos revivir nuestra sensación de asombro. La literatura es una forma de protección. Si aceptamos sus preceptos, nuestra vida cambiará. Leer es una forma de consuelo defensivo, un caparazón para nuestra naturaleza irremediablemente fracturada. Nos nutre el sueño de la cultura. Escribimos ensamblando esa ensoñación en bloques de construcción básicos, convirtiendo la forma en imaginación.

Los mitos de la construcción de las naciones contienen una expresión explícita o implícita: nosotros y ellos. Decodifica Nooteboom en informes complejos sus batallas contra la existencia, mientras desarrolla su noción de la historia como una serie de trágicos desplazamientos. Como ensayista, combina el reportaje, la crítica cultural y la biografía en su análisis de la ansiedad de los pueblos oprimidos y la retórica de los movimientos de liberación. No viaja para que sus prejuicios sean confirmados: se desplaza para sentirse único, inestable, distanciado.

Insatisfecho con las limitaciones de la ficción, se libera mientras nos libera en formas prestadas, en patrones de conducta y nuevas formas de ver. Contra el molde preformado de tramas, personajes y acontecimientos de la literatura muerta, sus narraciones a partir de innumerables detalles de cosas vistas y escuchadas, respuestas a la corrupción y la degradación a través de un sentido de la historia impregnado de empatía.

Es el suyo el retrato del artista como un espíritu inquieto, siempre aventurándose en lo desconocido. Macrocosmos de la experiencia, su narrativa es microcosmos del sentimiento: en multitud de piezas esparcidas, una prosa que es conocimiento arcano. Reanima así los dilemas de nuestra triste experiencia poscolonial: el patetismo de la marginalidad y el exilio, el miedo de los desplazados de su herencia cultural y de sí mismos, los que deambulan inquietos a través de la ruina de una vida incompleta, sin hogar ni esperanza. Contra la rendición, contra la oscuridad, una obra para el conocimiento, para la determinación, para la vida desigual e irregular, una literatura que, en su complejidad, alberga al que la lee.

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