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Uno y yo, ¿sujeto múltiple?

Es mi voluntad la que me permite conquistar los verbos y poder andar, contar, escribir…y es mi fragilidad la que hace que la voluntad se esfume en presencia del primer complemento circunstancial que la contradiga. Entonces es uno el que tiene que salir al rescate: Uno no debe preocuparse por eso, uno debe tener confianza en si mismo, uno debe salir adelante…

 

Todo esto sucede porque yo tengo una cabeza encima de los hombros que se dedica a experimentar con nuevos tipos de orden que a menudo sólo consiguen producir caos, de manera que yo soy un desastre, ¡mira cuánto desorden!, es lo malo de tener la cabeza en las nubes… y uno, venga… coloca, coloca, intentando rehacer los enlaces moleculares, las simetrías rotas… ordenando como siempre le toca hacer a uno, intentando sentar las bases del orden natural en la cabeza de yo, que cada día está más loco…

 

Cada yo es una ecuación, un color, una palabra: cada yo se hace contable, yo cuento, o pintor, yo pinto…pero uno, ¿qué se hace uno? ése pobre uno, que es uno y todos, y aun así está solo, cansado, y no le dejan en paz, y tiene que espabilarse… Si yo me dejo arrastrar por las circunstancias, derrumbándome o sobrevoltándome para desesperación de uno, desde luego no soy yo quien se enfrenta a ellas, sino uno que está aquí debiendo estar allá, uno que no tiene tiempo de nada, uno que no puede funcionar de esta manera…

 

Siempre que se me llama la atención, soy yo quien se da por aludido, pero es uno el que tiene que defenderse: Eso no es cierto, uno no ha tenido nada que ver, uno no ha hecho nada, siempre tienen que echarle la culpa a uno… salvo quizás cuando yo se digna hacer esa desganada intervención de: Estaba así cuando llegué.  Y como esta justificación no suele ser suficiente, uno tiene que defenderse mientras yo permanece en absoluta tranquilidad… y uno pagará finalmente el pato, porque uno tiene que cuidar de yo: Uno lo hizo sin querer, no era esa la intención de uno…

 

Parece que cada yo hace sus acciones y la acción de uno es rescatar a yo de las consecuencias. Siempre que todo va bien soy yo el sujeto, pero cuando yo no comprende el durísimo dialecto de este planeta, uno saca su diccionario multilingüe y enseguida comienza a arreglar la situación: a quejarse, a disculparse, a tener que espabilarse…

 

Y por supuesto, nadie le hace caso a uno: Uno ya lo sabía, pero como no lo escuchan nunca…uno ya lo advirtió, pero como da igual lo que diga…Con la misma facilidad, la voluntad de yo se puede ver desbocadamente animada por cualquier complemento circunstancial que la confirme, mientras uno debería ser más prudente, uno no puede ir tomando decisiones así a la ligera porque después pasan cosas…

 

Y cuando yo termino por fin de probar con todas las posibilidades, de conjugar todos los verbos dejándome llevar por las circunstancias, cuando se me ha cargado tanto la espalda de fracasos, uno nos rescata, porque…bueno, ahora uno ya está listo, ¿qué le queda por ver a uno?… pero tarde o temprano, después de haber vuelto a conectar con uno, enseguida coge yo las riendas y … yo ahora quiero volver a empezar, yo quiero probar cosas nuevas…

 

¿Y si yo no pudiera encontrar a uno dentro de sí? La condición de hombre sería demasiado pesada…porque uno, unidad y universo, tienen la fuerza de las estrellas.

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