No sé si saben que en Tokio se están probando estos días unos videojuegos para urinarios. Los caballeros japoneses, que conocen como nadie el valor del tiempo, intuyen que no es de recibo desperdiciar la eternidad que dura una meada sólo en mear. Así que los de SEGA, que son muy listos, se han inventado Toirettsu, una gama de videojuegos controlados por chorrito. Se coloca un sensor en la pared del urinario a modo de diana y según la precisión, fuerza y duración de la meada, el aliviante puede borrar grafittis virtuales, hacer que su avatar expulse leche por la nariz o levantar la falda de una señorita, todo ello en una pantalla situada en la pared ante sus ojos. Algunos juegos son multiusuario, es decir que permiten competir con los de al lado. Sin duda, una opción inteligente que en España haría furor.
Dice Beatriz Preciado en «Basura y género. Mear/Cagar. Masculino /Femenino» que mear de pie públicamente es una de las performances constitutivas de la masculinidad heterosexual moderna. De este modo, el discreto urinario no es tanto un instrumento de higiene como una tecnología de género. Para Preciado la arquitectura urinaria lleva dos siglos imponiendo una segregación sexual que es preciso desafiar. El mear-de-pie/cagar-sentado normativo de los aseos de caballeros obedece a una separación imperativa de genitalidad y analidad, necesaria para una producción eficaz de la masculinidad heterosexual.
Habrá quien piense que esto es feminismo retorcido, ganas de buscarle cinco pies al gato, pero yo creo que son precisamente estas pequeñas situaciones arquitectónicas, estos convencionalismos espaciales que nadie discute los que muchas veces lastran los avances de las sociedades. No le echemos la culpa a las normativas oficiales. Son mucho más poderosas las personales. No hay nada más peligroso que lo que damos por supuesto. El verdadero sentido de lo arquitectónico no reside en los edificios sino en las actitudes que el hombre tiene a la hora de elegir y configurar su habitat. Eso lo sabe bien Benedicto XVI, que acaba de convertir en estado de ánimo el purgatorio -ahora ya con minúscula-, el último sitio físico del más allá que nos quedaba. Me da rabia, no me hubiera importado acabar allí. A más corto plazo, el día 31 de enero terminan las pruebas de los videojuegos mingitorios en Tokio. Ya les cuento.