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Uruguay, de nuevo grande, Uruguay

 

Diego Forlán marcaba de zurda un gol que daba tranquilidad al once charrúa en la final contra Paraguay y que, de golpe, levantaba un peso monumental de los hombros del uruguayo. Su celebración, ecstática y aliviada, fue acogida con cariño por el resto de su equipo. Se vio entonces lo que es ser un líder ejemplar y admirado por sus compañeros; se vio quién marca el compás de la celeste. Se vio, más que nunca, como El Príncipe, Enzo Francescoli.

 

 Francescoli en el River


Y es que, con esta Copa América, la decimoquinta, que coloca a Uruguay como líder ganador de la competencia por encima de Argentina (14), y su excelsa participación en la Copa del Mundo celebrada en Sudáfrica hace un año, el seleccionado sudamericano ha confirmado su retorno a la élite del fútbol mundial. Uruguay, por primera vez en más de 20 años, es una potencia –y esta vez lo es en base a esfuerzo, trabajo en equipo y constancia, más que cualquier otra cosa.

 

En este sentido, este combinado charrúa no podría estar más lejos del once de mediados de los años ’80, el último que protagonizó los escenarios internacionales de manera comparable a como lo han hecho Forlán, Cavani, Suárez y compañía en el último año. Aquel Uruguay contaba con Diogo de central, con Alzamendi en la delantera y, sobre todo, con Enzo Francescoli, uno de los más elegantes futbolistas que jamás hayan posado sus tacos en el cesped de campo alguno.

 

Oriundo de Montevideo, Francescoli se fue a jugar con el River Plate cuando apenas contaba con 20 años. Allí estuvo tres temporadas, consiguiendo un título de Primera División y convirtiéndose en uno de los ídolos más populares de los “Millonarios”. Vistiendo el dorsal 10, Francescoli perfeccionó el arte del trecuartista, mediocentro atacante creativo con un pase exquisito y una precisión de neurocirujano de aportaba una clase, una visión, a su equipo que, de hecho, delata las carencias de la celeste actual.

 

Ya militando en el River, Francescoli fue parte del seleccionado uruguayo en la Copa América de 1983, una de las curiosas ediciones de esta competición (al igual que las del ’75 y ’79) que se llevaron a cabo, no como un torneo regular, sino a lo largo de seis meses, sin sede fija, con partidos de ida y vuelta en cada ronda. De la mano de Francescoli, designado mejor jugador de la competencia, Uruguay consiguió su primer título en 16 años, tras vencer en casa, con goles del Príncipe y de Diogo, a un Brasil que en la vuelta sólo pudo empatar a 1.

 

En 1986, Uruguay consigue clasificarse por primera vez para la Copa del Mundo desde 1974 y, a pesar de la deblacle del 6-1 contra Dinamarca, elimina a Escocia para enfrentarse a Argentina, eventuales campeones ese año, en los octavos de final. Francescoli parte a Europa a participar, primero, en el gran fiasco que fue el experimento del Racing Club Paris, adquirido en el ’86 por Jean-Luc Legardere y llevado a la ruina financiera y deportiva en 1989 y, después, a jugar en equipos bastante mediocres en Italia (el Cagliari, el Torino de los ’90).

 

Antes de eso, sin embargo, en la Copa América de 1987, Uruguay alcanzaría el cénit del potencial de aquella genración. La sede era Argentina, y se suponía debía ser el campeonato de Diego Maradona. También Colombia y Brasil tenían equipos temibles, pero sería el once charrúa el que se llevara la copa, tras eliminar a los anfitriones por 1-0 con gol de Alzamendi en la semifinal. La final, contra Chile, no sería una exhibición de Francescoli, como lo fue esta para Forlán, pues el 10 celeste sería expulsado, pero aún así la victoria correspondería a un Uruguay potenciado por el talento de un joven delantero que seguiría en la selección por muchos: Ruben Sosa, el Luis Suárez de su época.

 

La celeste de los años ’90, a pesar de una gran generación de relevo con jugadores como Sosa o Álvaro Recoba, nunca llegó a los niveles de su predecesora. De hecho, para eso hubo que esperar hasta el 2010. Pero por más que haya que esperar, estos sureños siempre vuelven: no por nada se dice que Uruguay es un gran campo de fútbol con algunas casitas alrededor. Es un país de dos millones de habitantes que ha sido bicampeón mundial y ha ganado 15 Copas América, por no mencionar los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, que en aquellos tiempos valían como mundiales.

 


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