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Mari Paula soplando las velas de la tarta
(Las fotos con el logo de la Feria Ibérica se han tomado prestadas de las redes de la Feria.)
Menuda pesada es Manoli, el avestruz. Yo me puse a hablar con ella el primer día, porque… Bueno, en las ferias, pues hay que hablar con los que veas… Pero parece que ella solo sabe hablar de sus huevos… En fin, dijo que el segundo día no iba a venir porque tenía que poner un huevo. Yo pensé que mejor así, porque yo ya no sabía qué temas de conversación sacar. Pero, por lo que se ve, el huevo lo puso muy pronto…
Encuentros comerciales y joven que marca el cambio de mesa con su campana
Bueno, el jueves empezaba a las 9 de la mañana en el Moagem la segunda sesión de la V Feira Ibérica de Teatro do Fundão, con los encuentros comerciales, en los que los programadores, y los responsables de festivales y ferias se sentaban en unas mesas colocadas en tres hileras interminables, y por esas mesas iban pasando las compañías y distribuidores, según las citas que estaban fijadas… Sí, a pesar de ser muy temprano, yo también fui porque tenía algunas citas para vender mi espectáculo El murciélago fingido, una bonita obra de Lope de Vega que escribo yo porque Lope de Vega ya no puede, y que llevo ya cuatro versos y espero tener otros cuatro antes de final de mes. Entre las compañías y distribuidoras había gente más o menos contenta tras esas pequeñas reuniones, pero la verdad es que yo muy contenta no estaba, porque no había nadie que se interesara por una obra de la primera compañía ibérica de murciélagos. De todos modos, me quedé con el correo electrónico de todos para invitarles al estreno en el supermercado madrileño donde yo vivo, que la estrenaremos allí.
AGAPITO.- No has tenido ningún éxito, ¿verdad?
FINEA.- ¿Y tú qué sabes?
AGAPITO.- Se te nota en la cara.
Le di esquinazo a Agapito, porque es uno de los murciélagos más impertinentes que he conocido, y me fui volando al lugar donde iba a ser la primera función del día, un centro de enseñanza.
ROBERTA.- El teatro de este instituto está construido aprovechando la ladera de la colina, igual que como hacían los griegos sus teatros.
FINEA.- ¿Tú quién eres?
ROBERTA.- Pues mira, te vengo observando un tiempo, y he pensado que…
FINEA.- Me llamo Finea, y tengo una compañía ibérica de murciélagos.
ROBERTA.- Ya lo sé, es que te he escuchado esta mañana en los encuentros comerciales, y te quería decir que yo programo el supermercado que está aquí cerquita, y…
FINEA.- Pero, ¿otro supermercado? ¡Con hacer la función en el supermercado donde vivo, ya tengo suficiente! ¡Mi sueño es hacerla en un teatro! ¡En un teatro! ¡A ver si se enteran todos!
ROBERTA.- Ya, pero el papeleo de riesgos laborales que te piden cuando vas a un teatro no te lo piden cuando vas a un supermercado, te advierto que hacer teatro en un supermercado es mucho más fácil…
FINEA.- ¿Y qué fecha me propones?
ROBERTA.- Pues me queda un hueco en septiembre. Eso sí, vais a taquilla.
FINEA.- ¿Y cuánta gente suele ir?
ROBERTA.- Gente, ninguna, lo que va es toda la población murciélaga. Hacemos las funciones a las 2:17h de la madrugada.
FINEA.- Pues yo quiero que la vean también los humanos.
ROBERTA.- Bueno, es una propuesta que te hago, ya me dirás antes de que acabe la feria si la aceptas o no. Te dejo mi tarjeta.
Roberta me dio una tarjeta roñosa que guardé con un poco de asco en un pliegue de la oreja izquierda. Después vi entrar a Marcelo, a Tiago, a Agapito y a otro montón de murciélagos y murciélagas y se hizo el oscuro para que diera comienzo la función. Vimos Une histoire vraie, de la compañía portuguesa Gato SA, una propuesta de teatro físico en que pasaban cosas muy dramáticas a una humana y había un señor encerrado en un sótano.
Une histoire vraie de la compañía Gato SA
TIAGO.- Finea, ¿no votas?
FINEA.- ¿Yo? ¿Votar el qué?
TIAGO.- Para el premio del público.
FINEA.- ¿Yo puedo votar?
TIAGO.- Ahora a la salida tienes que coger una papeleta de esas que tienen esas chicas. En la papeleta hay números del 1 al 5, y hay que poner una equis debajo de uno de los números, según te haya gustado más o menos, y luego hay que echarla en esa urna de allá. Al final del todo de la feria se sabrá quién ha ganado el premio del público.
FINEA.- ¿Pero nosotros podemos votar?
TIAGO.- Todos podemos votar, los murciélagos también. Además, esta vez, como tenemos acreditación, no necesitamos hacer las cosas a escondidas… No nos tememos que colar en los teatros cuando nadie mira, como nos toca hacer en España…
FINEA.- Ya, es cierto…
Voté, claro que voté. Desde que me enteré que se podía votar, voté. Algunas veces voté dos veces, pero eso no se lo contéis a nadie, por favor.
SABINA.- Finea, cuando quieras vamos a comprar café.
FINEA.- ¿Para qué quiero yo café?
SABINA.- Café y toallas es lo que los humanos de antes compraban cuando venían a Portugal.
FINEA.- Pero yo no soy una humana de antes, sino una murciélaga de ahora.
SABINA.- ¿Y no quieres comprar café?
FINEA.- No.
SABINA.- ¿Por qué?
FINEA.- En el super en que vivo hay café.
SABINA.- Pero es más caro.
FINEA.- Eso me da igual, porque no lo pago.
SABINA.- ¿Robas café? Eso es grave.
FINEA.- No tomo café, pesada.
Me fui volando al supermercado a dormir. Igual que Marcelo, me he aficionado a dormir dentro de una caja de cereales. Es que a esa hora los humanos estaban comiendo y después se iban a echar la siesta, y hasta las cinco de la tarde no había otra obra. Me estaba metiendo ya en mi caja de cereales y arropándome con un ticket viejo de la compra que había visto por el suelo cuando…
ROBERTA.- Por fin te encuentro. ¿Te importa que duerma contigo? Es que no sé dónde se ha metido Marcelo y no me gusta dormir sola, me da miedo.
FINEA.- ¡Claro que me importa!
ROBERTA.- Ah, genial, duermo contigo.
FINEA.- No, perdona, lo que te he dicho significa que no, que no quiero que duermas conmigo.
ROBERTA.- ¿Es tuya esta caja de cereales?
FINEA.- No, pero yo la vi primero.
ROBERTA.- Pero, ¿es tuya? ¿La has pagado?
Me quedé dormida. Yo es que cuando me arropo, me quedo frita. Lo siguiente que recuerdo es estar yendo hacia el Moagem con Roberta, cogidas del ala, y ver a Manoli a corriendo para conseguir el mejor sitio. ‘¿Pero esta no tenía que poner un huevo?’, pensé. Cuando entramos en el auditorio para ver la función, Manoli ya estaba en primera fila molestando con su cuello largo a todo el público. Fui a saludarla.
FINEA.- ¿Y tu huevo?
MANOLI.- ¿Qué pasa con mi huevo? ¿Algo que decir sobre mi huevo? ¡No me toques mi huevo!
FINEA.- ¿Pero no ibas a estar todo el día poniendo un huevo?
MANOLI.- Es que me he concentrado para ponerlo pronto y así venir lo más posible. ¿Qué vamos a ver?
ROBERTA.- Lost Dog, de la compañía Cal y Canto Teatro.
Resultó ser una obra de títeres y objetos en que se usaban además los pies y las piernas de los actores para contarnos la historia de un perro con muy mala, pues era un perro sin dueño, que le atropellaban unas cuantas veces, le pisoteaban, le pillaba un coche… No me acuerdo ya de todas las perrerías que le hacían los humanos… Bueno, realmente, cada vez que le iba a pasar algo yo cerraba los ojos, porque soy una murciélaga a la que duele el dolor de otros animales excepto el de los humanos. Pero el perrito siempre sobrevivía.
Lost Dog de la compañía Cal y Canto Teatro
Marcelo se me acercó.
MARCELO.- Va a llover. Si quieres te llevo bajo mi ala a ver la siguiente, que la han metido dentro del Pabellón Multiusos, porque al aire libre peligraba…
FINEA.- No necesito meterme debajo del ala de nadie.
Vi que Manoli iba corriendo hacia la siguiente función y me agarré a una pluma de su ala izquierda. Llegué enseguida; es cierto: Manoli corre muy deprisa.
MANOLI.- ¿Me estás usando como un taxi?
FINEA.- Era por si llovía.
MANOLI.- ¿Qué vamos a ver ahora?
FINEA.- Latas, de la compañía de circo D’Click, de Aragón.
MANOLI.- Ah, genial. Yo no voy a ser acróbata porque no tengo brazos, solo alas.
FINEA.- Se pueden hacer acrobacias usando las piernas, las alas y el pico.
MANOLI.- ¿Segura?
Y seguimos un rato más hablando sobre los acróbatas. La verdad es que es un mundo apasionante. Y además me estaba empezando a caer bien Manoli. El día anterior no se había querido quedar a chupar los restos de las cañas de los humanos conmigo, pero quizá esa noche…
La función de Latas tuvo que ser a cubierto, en el Pabellón Multiusos, como ha´bia dicho Marcelo, porque iba a llover. Así que entramos y nos sentamos. Bueno, ella se sentó y yo me quedé colgando bocabajo de una pluma de su ala izquierda. Latas es un espectáculo de tres acróbatas que tienen muchas latas, en algunas tienen agua, en otras arena, y tienen un mástil, y suben por él, y bajan, y cogen una lata, y la suben, y bajan y cogen otra lata… Así, mástil arriba, mástil abajo, pasaron un buen rato. Luego habían escondido latas por el pabellón, en el sitio menos pensado aparecía una lata… Lo pasamos muy bien, y yo no quería que se acabara. ‘Que abran otra lata’, gritaba yo. Pero sí, se acabó. Y llegó Marcelo con Tiago y me estuvieron diciendo tonterías un buen rato.
TIAGO.- Finea, hemos pensado que en El murciélago fingido podríamos meter un número de acrobacia, yo subo por el mástil con una lata, luego bajo y así un buen rato.
FINEA.- ¿De quién ha sido la idea?
TIAGO.- De papá.
Tiago señaló a Marcelo. Yo dije que no rotundamente.
FINEA.- No. Rotundamente.
TIAGO.- ¿No, qué?
FINEA.- Que no va a haber un número de acrobacia con latas.
TIAGO.- ¿Por qué?
FINEA.- Porque la directora de El murciélago fingido soy yo y además ha sido idea de Marcelo y yo a Marcelo ya no le hago caso jamás. Si acaso hubiera en mi obra un número de acrobacia con latas, sería porque yo lo decidiera, no porque Marcelo haya tenido una gran idea,.
TIAGO.- A ver, Finea, el que hayáis sido novios de jóvenes, en Almagro, no quiere decir que no puedas aceptar las buenas ideas que tiene.
MARCELO.- Eso, Finea. Que yo soy una persona que tiene unas ideas impresionantemente buenas.
FINEA.- Sí, seguro.
MARCELO.- Lo que te pasa es que nunca has aceptado que me fuera a vivir a Madrid. Por eso viniste detrás de mí y me rogaste que volviera contigo a Almagro.
FINEA.- Mira, que me dejes en paz, Marcelo.
MARCELO.- ¿Quieres cenar con nosotros ahora en la Quinta Pedagógica y hacemos por fin las paces?
FINEA.- No puedo.
TIAGO.- Anda, ¿y eso por qué?
FINEA.- Porque he quedado con un chaval de una compañía que tiene una obra sobre Bob Esponja, y a mí Bob Esponja me gusta, porque como nunca he ido al mar, pues me parece muy exótico.
MARCELO.- Ah, pero es una obra en que Bob Esponja se ha muerto por los plásticos que contaminan los océanos y los niños se ponen tan tristes que se suicidan…
FINEA.- ¡Siempre tan aguafiestas! ¡No voy a cenar contigo, Marcelo! ¡Voy a cenar con ese chaval!
MARCELO.- Si no sabes ni cómo se llama.
FINEA.- ¿Estás celoso?
MARCELO.- ¿Yo?
FINEA.- Estás celoso porque yo en la feria he hecho amigos, y tú no. Mira, ya soy amiga de Manoli y del chaval ese de Bob Esponja, que me ha dicho que tiene una guitarra y que me va a cantar canciones un día.
MARCELO.- Vámonos, Tiago, que haga lo que quiera esta murciélaga inmunda.
Y se marcharon, pero no me importó, porque Manoli vino a por mí y me llevó corriendo a la Quinta Pedagógica. Allí estaban los acreditados, todos cenando. Nosotras también cenamos algo, no recuerdo qué. Pero sí recuerdo que, en vez de estar al aire libre como la noche anterior, las mesas estaban a cubierto dentro de una casa de madera, porque iba a llover. Y de hecho, llovió muy fuerte un buen rato. Roberta, Agapito y Marcelo se pusieron a echar carreras bajo la lluvia, esquivando los relámpagos. Yo me quedé cenando con Manoli y con Tiago. Es que Tiago, aunque sea hijo del inmundo de Marcelo, me da pena. El chaval de Bob Esponja no apareció, o lo mismo se cambió de ropa y no le reconocí.
De ahí nos fuimos a ver la última función de la noche, al Octógono. Era Fronterizas, de Mari Paula. Marcelo llegó y empezó a presumir de que ya la había visto en los Teatros del Canal. Le dije, para que me dejara en paz, que me parecía muy bien, que era el más listo y que siempre lo había sido. Me miró con un poco de cara de asco.
Fronterizas era una pieza de danza breve pero rotunda de la bailarina brasileña Mari Paula, que en escena era una bestia, y además tenía un sonido e iluminación muy cuidados. Según le escuché a alguien, era una pieza de investigación antropófaga, que yo no sabía muy bien lo que era y decidí investigar durante los próximos días. Los murciélagos salimos de Fronterizas con la energía a tope, y con ganas de romperlo todo, pero no pudimos hacerlo porque era el cumpleaños de Mari Paula, que en los saludos le llevaron flores y hasta una tarta con un 4 y un 0, y el público le cantó la canción correspondiente en español y portugués, y ella sopló y supongo que pediría algún deseo, pero yo no sé lo que pidió, y eso que a veces leo la mente. Por ejemplo, tú estás pensando ahora mismo que vaya unas tonterías que te cuento… ¿Ves como leo la mente?
MARCELO.- Finea, querida, ¿te vienes conmigo al bar del fútbol? Que ayer sé que fuiste y no me dedicaste ni unas palabras.
FINEA.- Contigo no voy. Yo voy con Manoli.
MARCELO.- ¿Por qué te portas así, Finea?
En fin, todos fuimos al bar. Eso estaba lleno de murciélagos con o sin acreditación, y también de muchos humanos. Metimos la lengua en unas cuantas cervezas cuando los humanos no miraban. Manoli se puso a bailar como una condenada… Qué ritmo tiene, ese avestruz.
Amanecí muy mal, muy mal, y metida en una caja de cereales con Marcelo y Manoli (aunque no te lo creas, en esa caja de cereales entró un avestruz). Pero esa ya es otra historia…
Finea, murciélaga manchega