Ayer mismo recibí por vía cibernética, y durante un “diálogo”, este reproche de alguien que vive en Guinea:
“Una vez me dijiste (hace mucho) que no volverías a sufrir por los guineanos, no entendías que ellos bailen, canten su desgracia y tú sufras por ellos. Pues sigue pasando lo mismo ahora, no es que no encuentre sentido a tu lucha, pero me da rabia que la gente por la que luchas crean que estas loco”.
Yo le replicaría lo que quisiera, encogiéndome el corazón, y respondió con un “te pasa a ti, le pasa al Dr. Wenceslao y a todos los que aquí pueden decir a viva voz que esto va mal”.
Fue tal cual me lo dijo y no me apresuro a hacer correcciones ortográficas, porque no viene al caso. Es una terrible realidad. Pero antes de avanzar en el destripe de todo lo que rodea este hecho, queríamos decir que la situación guineana se circunscribe en el ámbito de la política, y suele suceder que este ámbito ya ha acogido la historia de personas que antes clamaban por los excesos cometidos por otros, pero avanzado el tiempo, llegan a ser dispensadores de dolor, hechos censurables por los que clamarán y llorarán otros.
Reconocido este hecho, tenemos que admitir que nuestra lucha de “hace mucho” tiempo contra las maneras de hacer las cosas en Guinea tiene por principal beneficiario a nosotros mismos. Es decir, efectivamente luchamos con un fin egoísta. Y esto lo aprendimos tras audiciones varias de la canción We are the world, cantada por celebridades varias para recaudar dinero para paliar el hambre de Etiopía. Ellos, millonarios, sobrados de dinero y de comida, reconocieron que no ignoraban el hambre de millones de personas africanas, negras, incluso, pero hacían aquello para salvar sus propias vidas. (Cualquiera puede acudir otra vez a la canción.)
Reafirmándonos en este hecho, nosotros podemos decir que sí, egoístamente hace años que quisimos salvar nuestra propia vida. Este reconocimiento es el que nos permite descubrir que el silencio y la inacción de otros cientos de hombres y mujeres es porque no creen que su vida está en peligro, o, al contrario, quieren que caiga el mal sobre todos, porque cuando esto ocurra nadie se salvará. Eso es, hay mucha gente mala que dice que si no salvan su “propia vida” no harán nada para salvar la de otros. Y aquí, su propia vida se entrecomilla porque incluye la locura que se desata cuando muchos no quieren compartir nada bueno con los demás, o quiere que el mal se abata sobre todos si la situación no le beneficia personalmente. O sea, estos que exigen satisfacciones personales para emprender cualquier acción que vaya en beneficio de todos los guineanos.
Sí, conocemos a algunos que nunca harán nada por una u otra razón, y son los que permiten que unos pocos sean considerados locos solamente porque han querido salvar sus vidas, y de paso, salvar la de los demás.
En aquella conversación quisimos justificar la longevidad de nuestra locura y dijimos esto que ponemos tal cual nos salió, y con más testimonios para que no crean que aquella fue una invención nuestra:
Hace 23 horas
- Bueno, yo viví en tiempo de Macías y fue cuando salimos que nos dimos cuenta de lo terriblemente mal que estábamos.
- La gente es realmente racista y cree que vive mal porque son negros u otras razones de su país
- Pero Guinea está francamente mal
- Lo que pasa es que el que realmente siente no puede dejarlo, otra cosa es que no piensen nunca volver a su país, que se hagan de otro.
- Algunos lo han hecho
- Y no sé si todos deben hacerlo.
Como ya ven, a la persona del otro lado del ordenador le daba pena que sigamos haciéndonos el loco, aunque reconoció que la situación está francamente mal. Pero ya no podemos sustraernos a los impulsos de nuestro corazón. Sólo diremos que cantar, lo que se dice cantar, sólo lo hacen los humanos y quien tenga oídos, que oiga.
Barcelona, 24 de mayo de 2012