Del comentario, un romance. Del romance, una canción. Y durará la lectura, a voz pausada, en silencio, menos que el gitano tarda en cantar al poeta sonámbulo. Tres, catorce. V-e-r-d-e letra, ver-de sílaba, verde palabra. Y parece que gira la hoja hacia el verde cueva. Cueva de luz fugaz a derecha e izquierda que no enverdece como las cuevas que mutan, tan de repente, sobre el raíl cuando anochece en el Campus Stellae. Aquello fue negro; esto es verde. Pero el verde aquí no es esperanza porque también termina en «la mar, que es el morir». Verde Angrois. Verde Sar. Obradoiro y Bonaval verde. Verde Alvia. Verde del último whatsapp. Setenta y nueve verde. Compadre, verde. «Precisamente lo genial del poema es la imposibilidad de decir que significa una sola cosa. Verde significa vida, amor y muerte y todo visto con la peculiar sensibilidad de García Lorca. Verde, pues, contribuye fuertemente a la agitanización de este poema». (Romancero gitano, edición de Allen Josephs y Juan Caballero, p. 229) Y así, una a una, todas las puntadas en forma de nervios hasta el peciolo.