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Universo eleganteFronteras de la cienciaVértigo (el gran grupo cuásar)

Vértigo (el gran grupo cuásar)

 

ELPINO.- ¿Cómo es posible que el universo sea infinito?

FILOTEO.-  ¿Cómo es posible que el universo sea finito?

ELP.- ¿Pretendéis que esta infinitud sea demostrable?

FIL.- ¿Pretendéis que esta finitud sea demostrable?

ELP.-  ¿Qué clase de dilatación es ésta?

FIL.- ¿Qué clase de limitación es ésta?

Giordano Bruno, Mundo, magia, memoria

 

 

 

El vértigo no tiene por qué ir necesariamente hacia abajo. Cuando uno intenta sumergirse en la Astronomía aparece un vértigo multidireccional. La Universidad Central de Lancashire ha descubierto la estructura más grande conocida en el Universo, un gran grupo cuásar. Soy consciente de que el término estructura no es especialmente concreto, tampoco aclara mucho lo de gran grupo cuásar. Pero centrémonos de momento en las hechuras de esta estructura, 500 Megaparsecs (Mpc). Y en algunos puntos, puesto que la estructura es alargada, se llegan a alcanzar los 1200Mps. Esto naturalmente dice poco si uno no está familiarizado con el megaparsec, que es una unidad bastante bonita, no como el metro, que está referida a un frío prototipo de platino e iridio. El parsec es la distancia a la que se mira al Sol cuando se observa la distancia Sol-Tierra (una unidad astronómica, UA) con un ángulo subtendido de un segundo. En esta ilustración de Virginia Pozo se intenta aclarar el concepto; debe tenerse en cuenta que un segundo es un ángulo mucho más pequeño que en la representación y que el gran grupo cuásar está medido en Megaparsecs (Mpc) y que un Mpc son un millón de parsecs.

 

parsec

 

Pero queremos una idea más familiar e intuitiva de cómo es esto de grande. Somos como ese reportero que cubre la noticia del intento de batir el record de la tortilla más grande del mundo y le pregunta al cocinero cuántos kilos de patatas y cuántas docenas de huevos se ha necesitado, obligando así al cocinero a inventarse el dato sobre la marcha mientras maneja una enorme pala de madera.

 

Nos encantan los datos concretos, los ejemplos ingeniosos al nivel de presentador de telediarios simpático. Un ejemplo clásico de esto es –lo saben todos los estudiantes de ciencias-, el que trata de ilustrar que el átomo está prácticamente vacío. Nos dicen los profesores: más del 99% de la masa del átomo está concentrada en el núcleo, que proporcionalmente es enano en relación al tamaño del átomo. Y ahora viene el ejemplo-chascarrillo: si el átomo fuera del tamaño de un campo de fútbol, el núcleo (donde se concentra prácticamente toda la masa) sería como un balón colocado en el centro del campo. Luego el átomo está vacío y tenemos un ejemplo satisfactorio por concreto para ilustrarlo, porque pocas cosas hay tan concretas como un balón y un campo de fútbol.

 

Para los tamaños enormes y exagerados es muy socorrido el año-luz, que como casi todo el mundo tiene asumido es la distancia que sería capaz de recorrer la luz en un año. No pondremos muchos cálculos porque es sabido que por cada número o fórmula que aparece en un artículo se pierden veinte lectores, reales, potenciales o hipotéticos que huyen despavoridos. Pero la luz viaja a 300000000 m/s, esto es a mil millones de km/h. Bastante rápido: de Madrid a Sevilla tarda aproximadamente una milésima de segundo. Quizá no parezca tanto, pero hágase el experimento mental de coger un segundo y dividirlo en mil partes iguales. Pues el tamaño de esta estructura es tal que esta rapidísima casi inmediata luz tardaría 4.000 millones de años en cruzarla. Uno se acuerda ahora, aún a riesgo de resultar pedante, de un poema de Gonzalo Rojas, Microfilm del abismo, donde se dice:

 

no voy a embotellarme en la vieja física
disparatada con sus trescientos mil
millones de estrellas
irreconciliables descontando las nebulosas que
andan por ahí sin haber
sido nunca, con
lo que cuesta no pensar, lo caro
que se paga. Ayuden
al pobre ciego
a hacer bien el cálculo, ¿cuánto
en minutos, y nada de años-luz, o pétalos
escasos?

Hoyo negro, ¿y a eso llaman constelación
de vivir?, ¿a esa ciencia
del desperdicio?

 

Pienso que, ante descubrimientos como éste, que parecen poner en duda el bello principio cosmológico, lo natural es realizar cierta reflexión sobre el propio empequeñecimiento y soledad. Se cuenta que Giordano Bruno respiró aliviado cuando descubrió que la Tierra no era el centro del Universo. Lo contrario, sentir desasosiego por no ser el centro del Universo o por ser una parte minúscula e insignificante de éste, sólo delataría cierto insano afán de protagonismo. Esta reflexión sobre la insignificancia propia propicia un sentimiento de desvalido abandono que ha sido muy inspirador para poetas, por ejemplo, Nuestra galaxia, de Jorge Guillén, que aunque no es su mejor poema cuenta con cinco versos finales que para mi gusto reflejan muy bien lo que quiero decir

 

Pálida, nuestra galaxia:
Tantos y tantos luceros
Por su camino de mesta
Parecen y son borregos.
Con sus polvaredas manchan
Noches perdidas muy lejos.

 

Qué importa a la Creación
Galaxia de más o menos
Si la soledad es tan
Densa como el universo.

 

Soledades fogueadas,
Ruidillos de recovecos,
En un rincón de fortuna
Seres ya de pensamiento,
Que entre esperanza y temor
Llegan a sentirse eternos.

 

Ayudadnos, oh deidades,
A urbanizar el modesto,
Modestísimo suburbio
De los hombres.

Y querednos

 

Bastante bonito lo del modesto suburbio de los hombres. Le hubiera gustado a Giordano Bruno, cuyo nombre siempre me hace recordar al ciclista Gianni Bugno. Giordano Bruno pasa por ser un ejemplo de mártir laico-científico y un revolucionario adelantado a su tiempo; a mí me parece que debió ser un tipo bastante curioso. Cuenta Wikipedia que cuenta la Enciclopedia de filosofía de la Universidad de Stanford que “en 1600 no había una postura oficial de la Iglesia Católica sobre el sistema copernicano, y ciertamente no era una herejía. Cuando Giordano Bruno fue quemado en la hoguera como hereje, no tuvo nada que ver con sus escritos en apoyo de la cosmología copernicana”. Entre sus afirmaciones teológicas que se consideraron heréticas estaban las siguientes: que Cristo no era Dios, sino meramente un mago excepcionalmente hábil, que el diablo se salvará, y otras. Estas afirmaciones son bastante originales y curiosas para un librepensador científico, pero aunque el problema hubiera sido el heliocentrismo, ¿quiénes de ustedes estarían dispuestos a dejarse quemar por unos resultados alcanzados en 1600, con unos medios técnicos nada sofisticados?

 

Personalmente me resulta tan difícil concebir un universo infinito como uno finito, ambas ideas me agobian ligeramente y prefiero leer en mi modesto suburbio, con los pies en alto, a Carlos Marzal y escuchar a Antonio Arías su Miríadas

 

Sobre la diagonal de luz dorada 
que deshilvana la quietud del aire;
en ese rayo de ámbar intangible
donde el espacio se revela vivo,
baila el polvo en desorden,
danzan, ebrios, los átomos. 
Miríadas de un mundo que no vemos,

 

miríadas de un mundo en donde somos.

 

Nos cerca el frenesí de lo furtivo. 

Un furor sigiloso nos circunda. 

¿Miríadas de qué?

 

Sólo miríadas.

De algo que no comprende la mirada,
de algo que sin pensar nos estremece. 
¿Qué flota en mí, de mí, que yo no veo?
¿Qué trasluz de mi luz me da mi forma? 
Miríadas de mí me son extrañas.
Miríadas me acercan al prodigio.

 

 

 

José María Rodríguez Matarredona es profesor de Física y Química. En FronteraD ha publicado Premios Nobel y familia (crítica y defensa de Google). Mantiene el blog literaturaconciencia

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