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Vic Chesnutt, paseo entre la vida y la muerte

Mástil de la guitarra de Vic Chesnutt

 

El día de Navidad, Vic Chesnutt se atiborró hasta el coma de calmantes y se nos fue. Crónica de un suicidio anunciado. Premeditación y saeta. El primer tema de su último disco, At The Cut, se titula Coward. En él utiliza una frase de Frank Norris –“la valentía de un  cobarde es mayor que la de todos los demás”- para entonar con hondura Yo soy un cobarde y luego advertirnos de que un perro sumiso puede desatar su miedo y ser muy, muy peligroso. Yo soy un cobarde. Sin dramatizar. Chesnutt lidiaba con su muerte, compañera de viaje, entre notas de dolor y desesperanza, desde el pálpito suave de un corazón dulce, tierno, desde su amor a la vida devastado por la realidad más y más torturadora. Como si la luz se apagara hacia un invierno nórdico eterno al son del scherzo de la Sonata Nº 2 de Chopin, impasible, pasito a pasito aliviador, plácido, poco a poco fúnebre. At The Cut, acorralado. Tetrapléjico, paralizado de brazos y piernas tras un accidente automovilístico en 1983, James Victor Chesnutt se afanaba en tocar la guitarra acústica con un par de dedos funcionales de su mano derecha, dedos heroicos si escuchamos esos arpegios rítmicos que mantenían al mismo tiempo el punteo de la melodía. Pero, más allá de su destreza asombrosa, de su nervio al tocar la guitarra desde su estado forzosamente pasivo, Vic Chesnutt escribió letras poéticas, ideológicas, bellas y tiernas, imaginativas y punzantes, siempre estremecedoras, sin tiempo ni lugar para la mentira o la cólera. Y compuso músicas que sobrepasan la definición de cantautor en este género tan ambiguo y vacuo que denominan americana. Más allá del folk, del rock o del blues imprescindible, se rodeó de músicos aventureros, excelsos, hipersensibles, para acompañarle en el sentimiento universal de sus versos y constantes vitales, para hermanar amorosamente letra y música, fonema y nota, y reinventar la canción. Kurt Wagner, Joe Henry,  Bill Frisell, Van Dyke Parks, Don Heffington, Jonathan Richman, Guy Picciotto… tocaron en sus discos, comprometidos emocionalmente en cuerpo y alma.

Cuando Chesnutt entró en coma, su amiga y fiel colaboradora Kristin Hersch declaró  que Vic había intentado suicidarse. Años antes, Hersch había escrito al mundo que Vic era una gran bola de cristal que nos muestra su pasado, nuestro presente y el futuro de cualquier ser humano. Lo hizo en 1996, para los créditos del álbum Sweet Relief II – Gravity Of The Situation, donde ella y artistas como Soul Asylum, R.E.M, Nanci Griffith, The Smashing Pumpkins, Madonna o Joe Henry, cantaron canciones de Chesnutt, convencidos del poder curativo de la música y de la urgencia de paliar la orfandad e indefensión de los músicos discapacitados o aquejados de enfermedades degenerativas. Fue una grabación de hermandad más que de solidaridad, a cargo de una fundación de músicos que, como ya había ocurrido en el caso de Victoria Williams y su disco Sweet Relief , pretendía ayudarles a afrontar los elevadísimos costes de los tratamientos médicos en un sistema sanitario tan insolidario y corrupto como el estadounidense. De hecho, Vic Chesnutt ha dejado una deuda de setenta mil dólares. Un par de semanas antes de su muerte, había confesado su impotencia: “No me gusta demasiado hablar de estas cosas; he pagado pero ya no puedo, y la verdad es que no tengo ni idea de lo que voy a hacer. Parece absurdo que puedan encarecer esto tanto. Cuando pienso en todo esto, me pongo muy furioso. Podría morirme mañana por no poder pagar las operaciones que necesito. Podría morirme ahora en cualquier momento, cualquier día, pero no quiero pagar ni un céntimo más.”

Chesnutt tuvo que escuchar a menudo loas y lisonjas sinceras y bien intencionadas, quizá también compasivas, como las que normalmente se dicen de los difuntos. Los vivos nos portamos mejor con los muertos. O con los condenados. Eso que Paco Martín, regente del sello Pasión, suscitó con éxito mercadotécnico al publicar en 1991 el álbum homenaje a Antonio Vega, Ese chico triste y solitario. En él se explotaba la situación, en apariencia crítica, del estado de salud del artista madrileño. Antonio no intervino en ninguna fase de la creación del disco. Declaró que se enteró de su existencia al verlo en la sección de discos de El Corte Inglés.

Nil Desperandum

La grabación de Sweet Relief II fue lo contrario. La fundación administró el proceso y la producción. Victoria Williams, su presidenta, comentó en los créditos que “lo maravilloso de este disco y del que hicieron para mí es que son proyectos de amor. Lo puedes sentir en cada pista del disco, que las personas que grabaron la música pusieron todo su amor en ello. Por eso, la música se percibe, se siente tan bien”. Y en la introducción editorial del librito de letras rezaba en cursiva: La Música nos ayuda en los momentos difíciles. ¿No es hora de que ayudemos a los músicos en los suyos? Los artistas, sean de Estados Unidos, de España o de Japón, han colaborado siempre en obras o conciertos benéficos en favor de cualquier causa solidaria: contra el cáncer, contra el sida o por los refugiados de Bangla Desh, por Unicef, por África, por la liberación de Nelson Mandela, por la paz mundial o por preservar nuestro planeta o a favor de las víctimas del terremoto de Haití. La sociedad occidental no ha correspondido a esta generosidad cuando se trataba de la crisis y desamparo de los artistas, de los músicos, de los autores. De modo que más vale que éstos se unan como los de Fuenteovejuna y se cuiden y defiendan ellos mismos.

Vic Chesnutt participó en Sweet Relief II aliviado por poder hacer frente a las acuciantes facturas médicas y feliz de tener el reconocimiento de sus compañeros. “Creo que es un proyecto impresionante -aseveró Vic en los créditos-. Sabes, y es muy importante también. Así que me sentí el tipo más guay del mundo. ¿Pienso que la música puede curar a la gente? Bueno, por supuesto. Claro que sí. Ha quedado demostrado. Creo que… la música es como el ajo en ese sentido… Me parece que Sweet Relief es un montón de músicos ayudando a músicos. Y a través de su poder para generar la pasta, a través del rock lograr el milagro. Puede ayudar a hacer el milagro”. A raíz del disco, Chesnutt pasó del anonimato local en su Athens natal, Georgia -la ciudad de R.E.M y de Indigo Girls-, al reconocimiento internacional. Hasta ese momento había publicado ya cinco discos: Little en 1990, West Of Rome en 1991, Drunk en 1993, Is The Actor Happy? en 1995 y About To Choke en 1996. A pesar deque Michael Stipe, líder de R.E.M, había producido dos de ellos, no tuvieron apenas repercusión más allá de ciertos ambientes especializados.

Ed Kowalczyk, del grupo Live, escribió para el álbum Sweet Relief II: “Vic Chesnutt es un héroe de proporciones mitológicas. Por lo general, hombres de su grandeza están muertos cuando los descubro. Pero Vic está vivo, pero que muy vivo. Su voz de locos impactó mis orejas por primera vez en 1994 cuando alguien me pasó una copia de Drunk. La canción Supernatural me produjo un estado histérico de tristeza, alegría, y, finalmente, paz”. Dave Pirner, de Soul Asylum, afirmó por su parte que Vic es uno de sus compositores favoritos y que escribe canciones increíbles. Kristin Hersch insistió en que Chesnutt no miente, “siempre dice la verdad”, y Mark Linkous, de Sparklehorse, recuperó un correo de 1993 que nunca había enviado: “Querido señor Chesnutt, es usted un genio… Le adoro”.

Sweet Relief II dio vida y esperanza a Chesnutt. Gracias a él, el resto del mundo pudimos conocerle y seguir su pista. Igual que descubrimos al guitarrista Rainer Ptacek cuando, en el mismo año 1996, Robert Plant, Bill Gibbons y Emmylou Harris, entre otros, editaron Innerflame para ayudar a Rainer frente a un tumor cerebral que finalmente acabó con su vida. La música se convirtió en la única esperanza de Chesnutt o, más bien, en su válvula de escape. Chesnutt compuso canciones artísticas, bellas por encima o por debajo del dolor.  Emotivas, epatantes. Como Toulouse Lautrec, pero sin argumentos autodestructivos. The Salesman And Bernadete de 1998, reflejaba un período de respiro en el que Chesnutt se permitió el lujo de crear ficción, como él mismo recalcó en la portada del disco. Una novela cantada con la ayuda de Kurt Wagner, Mark Nevers de Lambchop y de Emmylou Harris. Consciente, como Rilke, de que se vive muriendo, Chesnutt siempre quiso amar, volar. Y el amor, imaginario o no, se encendía en medio de la adversidad oscura, terrible. Podía estar harto de ver su corazón sangrar sin una buena razón, podía sentirse un pésimo poeta, incluso un eunuco. Las chicas están sólo para mirarlas. Pero recuperaba el ánimo, recreaba la ilusión desde el mirador:

Fa-la-la ahí ronda

por los jardines del hospital

La observaba

como algunos observan a los pájaros

desde mi habitación del hospital.

 

Yo me encontraba atrapado y cansado.

Ella era libre como yo jamás había conocido.

La encarnación de pura vitalidad

uniformada de hospital.

Sí, podía sentir mi cuerpo curarse.

 

Pero hoy al amanecer

los doctores llegaron y me dijeron

que me voy a casa

y una enfermera viene a verme

cada día

y mis colegas ya están de camino

para verme en casa

pero yo no quiero irme

no, yo no quiero irme…

 

… Sólo un loco no estaría encantado

de abandonar este frío sanatorio

por un hogar cálido y entrañable

pero siento que me seco

en lo más hondo de mis huesos-

Sí, no quiero irme.

No, no quiero irme.”

 

(Fa-La-La, del disco Silver Lake de 2003)

 

El final del álbum Silver Lake revalidaba de esperanza un corazón y un cuerpo maltratados con un rotundo In My Way, Yes, un tema suave, natural, nada afectado, cantado y tocado todo en su sitio, sin virguerías, ni una nota de más y unas voces deliciosas, con una guitarra de cuerdas de nylon en manos de Mike Stinson, que interpreta cálidamente el ritmo fronterizo de la pieza. Aún seguía diciendo que sí. El siguiente disco, Ghetto Bells, de 2005, colmó su ambición artística. Consiguió que le prestaran, según su definición, los talentos del guitarrista Bill Frisell, del pianista y compositor Van Dyke Parks, y de la cantante Liz Durrett, otro talentazo de Athens a quien Chesnutt produjo el álbum The Mezzanine en 2006. Y el batería Don Heffington, que grabó para Bob Dylan, Emmylou Harris y The Blind Boys of Alabama, que conoció a Chesnutt en el homenaje a Victoria Williams, y se convirtió en amigo y músico inseparable: “Todos los grandes escritores con los que he trabajado tienen un punto de vista potente, pero sin intentar definir lo que es eso, uno sabe que se trata de una canción de Vic, procedente de un lugar en el que la mayor parte de nosotros no hemos estado”. Silver Lake es su obra contundente, su mirada poética hacia el mundo exterior que no pestañea. Literatura y pensamiento de Grecia -esos coros replicantes como en la tragedia helena- y Roma, referencias bíblicas…

 Y hacia el interior se compunge, pero sólo lo advertimos en su voz, en su interpretación de las historias cortas, de las reflexiones universales. Sobre todo en Forthbright, donde evoca al David Crosby de su primer álbum en solitario, la elegía If I Only Could Remember My Name. La música despide energía. Su esposa Tina está con él, a la duras, en sus reacciones iracundas, y a las maduras, en sus momentos encantadores. Un artista grande nunca se conforma, no termina de sentirse realizado. Y después de parir una obra de arte, llega el bajón, padece un período depresivo post-parto. Proceso emocional natural, común, que probablemente hizo mella extraordinaria en Chesnutt. Más aún cuando las ganancias no eran suficientes para costear las necesidades y las facturas médicas.

Victor y Victoria

La canción Flirted With You All Of My Life, del disco último, At The Cut, es definitiva. “He sido una persona suicida toda mi vida y esta canción viene a decir: ¡Adelante, Muerte! Estoy listo”.

Vic Chesnutt escribió su propia tragedia canción a canción, disco a disco, desventura a desventura. En Sweet Relief II, subtitulado La gravedad de la situación, sólo apareció una imagen entres los créditos: Vic Chesnutt y Victoria Williams, primeros amparados de la Fundación, captados en blanco y negro por Henry Diltz, el fotógrafo más ilustre e importante del rock americano desde finales de los sesenta, el hombre-cámara de Woodstock que retrató a Pete Seeger, The Byrds o The Kingston Trio, a Jim Morrison para el disco Morrison Hotel, a Crosby, Stills, Nash & Young y casi toda la pléyade hippie, Joni Mitchell, Jackson Browne, Eagles, James Taylor, Dan Fogelberg, etc, etc. Pues bien, Vic y Victoria salen sonrientes, sentados en algún momento tranquilo de la grabación. Sus ojos brillan como dos niños felices. Vic sujeta una gorra americana con sus dos dedos hábiles de la mano derecha. Confiado, convencido en ese instante, de la frase que reza junto a la foto:

 

Nil desperandum.

Nunca desesperes, no es el fin del mundo.

 


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