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Mientras tantoVicente Aleixandre o el amor a la poesía

Vicente Aleixandre o el amor a la poesía


«No sé qué es la poesía y desconfío profundamente de todo juicio de poeta sobre lo siempre inexplicable», afirmaba Vicente Aleixandre siempre preocupado por el devenir de la poesía, pero sin intención de comprender el todo. Debemos a Aleixandre una de las más hermosas definiciones de poesía que se han hecho, «fuente de amor, fuente de conocimiento, de descubrimiento, de verdad, de deseo, de consuelo, de esperanza, de sed, de fuente de vida. Si alguna vez no es eso, no es nada». Este poema intentaba ofrecer luz: «¿Para quién escribo? Me preguntaba el cronista, el periodista o simplemente el curioso». Seguidamente se contestaba, «escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre por la calle como si fuera a abrir las puertas a la aurora…». Y, llegaba a una respuesta universal, «para todos escribo. Para los que no me leen sobre todo escribo. Uno a uno, y la muchedumbre. Y para los pechos y para las bocas y para los oídos donde, sin oírme, está mi palabra».

Antología definitiva

En unión de vida y amor a la poesía transcurrió Vicente Aleixandre, «yo me he sentido siempre enlazado con la vida misma y justificado sólo en ella de tal manera que la poesía ha sido siempre la gran pasión de mi vida, pero a condición de que la vida vaya por delante. Yo siento  que es más importante la vida que el arte». Nació, Aleixandre, en Sevilla el 26 de abril de 1898. Estudió en Málaga el bachillerato y se licenció en Derecho por la Universidad de Madrid. Publica sus primeros versos en la Revista de Occidente, dirigida y fundada por José Ortega y Gasset. Perteneció a la Generación del 27, con Lorca, Alberti, Cernuda, Bergamín, Guillén, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, entre otros. En 1933 obtiene el premio Nacional de Literatura por La destrucción o el amor. Precisamente de su poesía y de su vida me acompaño estos días con motivo de una recopilación de textos dedicados al poeta. Recuerdo que en la presentación de la última edición de su obra completa –Poesía completa-, a cargo de la editorial Lumen, pude hablar con el escritor Alejandro Sanz encargado de su edición. Entre otras cosas para denunciar el abandono de la casa del poeta así como de su archivo: «Aleixandre fue el gran poeta del amor durante toda su vida y vivió amando. Su obra es fiel el intenso reflejo de ese amor que quiso compartir con todos nosotros a través de la palabra». Sanz denunció, de nuevo, el abandono en el que se encuentra tanto el archivo personal como su casa situada en el número 3 de Velintonia de Madrid en la que permaneció enclaustrado casi media vida primero por una tuberculosis renal, más adelante por una afección cardíaca y posteriormente por un glaucoma que terminó impidiéndole la escritura y la lectura: «La responsabilidad es de las administraciones públicas que tendrían que tener el honroso compromiso de preservar para generaciones futuras un espacio de creación y de vida tan importante como único».

Entre las mil quinientas páginas de esta compilación definitiva se encuentra por primera vez la lectura de poemas originales, siete poemas escritos entre 1934 y 1936, de Mundo a solas que el propio Aleixandre decidió no incluir en vida. Aunque es, hasta ahora, la recopilación más exhaustiva, Sanz aseguraba que sólo será completa cuando su archivo esté a disposición pública: «La verdadera gloria del poeta, confesaba Aleixandre, es que después de muerto no sea un libro cerrado, sino que palpite, se oiga y se repita». Se dice, además, de Aleixandre que de él sabemos todo, pero aún hay mucho por descubrir y así me lo ratificaba la académica Clara Janés, «tener este volumen es una sensación nueva e inesperada para el lector porque está ante algo distinto». Para Janés era sinónimo de amor: «Amor a la naturaleza, al hombre en sus dimensiones cósmica y humana y una exaltación plena de la libertad y de la dignidad». Coincidía con estas palabras el poeta Javier Lostalé, «en él están presentes los grandes temas universales: el amor, la tristeza, la naturaleza, la muerte, la soledad, tratados en una triple dimensión cósmica, histórica y metafísica». Lostalé, que rememoró su admiración por Aleixandre, como un padre para él, se suma a los testimonios de reconocimiento de muchos, como Pere Gimferrer que escribió hace años, «¿para qué poeta no habrá tenido Vicente Aleixandre unas palabras? El obrar así no sólo obedecía al impulso de admirable generosidad inaudita que le ha guiado siempre, también a su responsabilidad histórica ante la poesía. El último verso del último poeta joven, la última peripecia personal, eran por él asumidos como cosa propia. Aleixandre ha sido, en importante medida, coautor de la obra y casi corresponsable de la vida y orientación de los poetas más jóvenes que han coincidido con él».

La amistad, las Artes, Ramón Gaya

La amistad, precisamente, en esa mala salud de hierro que padecía fue para el poeta, «un soplo restaurador de la fatiga, en los decaimientos, la luz, el viento benigno, la compañía de otra tierra, eso lo he tenido con los amigos. Algo incomparablemente hermoso». Aumentada en las demás artes, como la pintura. Aquel poema que dedicó a Picasso o el descubrimiento de Ramón Gaya que hemos conocido tras la publicación de algunos de los epistolarios que han enriquecido la historia literaria en los últimos tiempos. En concreto, sobre De Vicente Aleixandre a Juan Guerrero y a Jorge Guillén, de Gabriele Morelli, nos cuenta el catedrático de la Universidad de Murcia, Javier Díez de Revenga: «En carta de 23 de octubre de 1927, y con seguridad a raíz de la lectura del número 9 de Verso y Prosa, en el que figuran cuatro cuadros de Gaya, un «interior» y tres «naturalezas muertas», escribe Aleixandre a Guerrero: «Me gustan las cosas del pintor Ramón Gaya y me parece asombroso que tenga 17 años. Si sigue así es evidente que tiene que destacarse enseguida. Me sorprende lo trabajado en las masas, lo apretada de volumen que está su pintura. En un niño es casi inesperado». Y, en carta de 5 de octubre de 1928, tras la lectura del número 12 de Verso y Prosa, en el que figuraba una carta de Ramón Gaya («epistolario») y el cuadro «maja», escribe: «He leído con particular deleite la carta de Gaya, verdadero modelo de fresca impresión . ¡Cuánto siento no conocer nada de este pintor! esa «maja» por ejemplo, me encanta aún a través del fotograbado. Adivino al pintor que la hace saturado de futuro. Suyo es el porvenir».

Con esta edición antológica, Aleixandre entró de lleno en el siglo XXI. Como uno de sus versos que Antonio Lucas confiesa tener como lema poético y de vida, «siempre hacia la luz del fondo». Para quien su signo fue siempre, «hacer es vivir más», mostrándose como siempre fue, el innovador que seguirá marcando a las generaciones venideras: «Para todos los que no me leen, los que no se cuidan de mí, pero de mí se cuidan (aunque me ignoren)».

 

 

 

 

*Este texto apareció en la recopilación Literatura y artículos de prensa 

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