Abdul Latif es el nombre de uno de los 2.412 civiles afganos muertos en 2009 a causa de la violencia en el país, según los informes de Naciones Unidas que aseguran que “al menos el 25% es víctima del fuego de la OTAN o de las fuerzas afganas”. El suyo, sin embargo, no es un nombre más para España, ya que se trata del primer civil que las fuerzas de ese país reconocen haber matado desde su llegada a suelo afgano.
Abdul Latif, pintor de profesión, tenía 30 años. La mañana del día 22 de diciembre se dirigía en motocicleta a la ciudad de Herat para intentar buscar trabajo. Le acompañaba Sharaf Eddin, de 17 años, que en los últimos meses le ayudaba en cada uno de los trabajos que conseguía. La víspera habían cenado juntos en Shiwasan. De madrugada, salieron hacia la capital de la provincia. Pocas horas más tarde, Sharaf Eddin despertaba en el hospital de Herat, pero Abdul Latif no tenía la misma suerte. En mitad del camino se encontraron con un convoy de las fuerzas internacionales que les confundieron con terroristas y abrieron fuego. Las armas de la coalición no fallaron. Siete impactos de bala acabaron con la vida del pintor.
Ese convoy tenía bandera española y se desplazaba desde la base internacional de Herat (FSB, por sus siglas en inglés) al paso de montaña de Sabzak, el lugar en el que el pasado septiembre las fuerzas de ese país acabaron con la vida de trece insurgentes que, bajo las órdenes del líder tayiko Ishan Khan, sembraban el terror entre los civiles del lugar. Según la nota oficial de Defensa, los españoles siguieron el protocolo establecido para este tipo de situaciones y sólo dispararon como última solución para frenar a una motocicleta que avanzaba directa hacia el convoy. El tirador del último vehículo pidió a la moto que parara, usó su puntero láser y lanzó disparos de advertencia al aire, pero no fue suficiente y finalmente abrió fuego contra los ocupantes del ciclomotor.
“Abrieron fuego sin hacer ninguna señal antes y alcanzaron a Abdul Latif en el pecho, que perdió el control y nos caímos. Estando en el suelo tirados seguimos recibiendo disparos. Tiraron hasta contra un perro que pasaba por el lugar”, asegura, sin embargo, Sharaf Eddin desde su casa a las afueras de Herat, en la que se recupera de las heridas sufridas en su pierna.
El convoy español no se detuvo para comprobar si se trataba realmente o no de terroristas, sino que siguió con su camino. A las veinticuatro horas, sin embargo, los mandos recibieron la notificación de que dos hombres habían ingresado en el hospital de Herat. “El fallecido es una persona muy pobre que deja viuda, un bebé de seis meses y a su madre anciana”, asegura el portavoz de la Policía de Herat, Norkhan Nikzad, quien estuvo presente en la reunión que los oficiales afganos mantuvieron con representantes españoles para intentar aclarar el incidente, uno de los muchos que se producen cada día en todo el país.
Respuesta española
Tras reconocer el error, efectivos españoles trasladaron al herido hasta el hospital Role2 de la base internacional. Allí, según fuentes de la base, “fue sometido a intervención quirúrgica por fractura de fémur derecho y fractura del metatarso del pie derecho”. Los servicios sanitarios de la base aseguran que “precisa rehabilitación de rodilla y apoyo con muletas durante aproximadamente tres meses”, pero matizan que tras ser dado de alta el pasado día 28 de diciembre, “pasa a depender del sistema afgano de salud”.
Entre una montaña de mantas y apoyado por sus familiares más cercanos, el joven superviviente recuerda cada minuto de aquella fatídica mañana y quiere contarlo “para que se haga justicia. Los soldados que nos dispararon deben ir ante la Justicia y el Gobierno de España pagar a las familias para que podamos salir adelante”. En el momento de la entrevista le acompañan su hermano mayor, Abdussattar, que se ha encargado de mantener contactos con las fuerzas españolas. “No ha habido grandes avances”, comenta Abdussattar. “Prometieron que nos ayudarían, pero nos avisaron que llevaría tiempo”. Un tiempo que corre de diferente manera para unas familias que han perdido a las personas que llevaban dinero a casa. “Necesitamos urgentemente dinero para calentar la casa y comida, los familiares nos ayudan, pero no podrán seguir haciéndolo por mucho tiempo”, lamenta Abdussattar. Fuentes militares aseguran que España responderá ante estas víctimas civiles, pero no determinan ni cuándo, ni la cantidad que asignarán a las familias afectadas.
Un mes después del suceso, el propio Abdussattar contactó con fronterad para comunicar que los españoles habían decidido indemnizar a la familia del muerto con 7.500 dólares (unos 5.500 euros al cambio) y al herido con dos mil (1.400 euros). Unas cantidades que consideran insuficientes y que distan mucho del denominado “precio de sangre” marcado por las autoridades islámicas del país en caso de homicidio. Según Abdussattar, éste “ronda los 30.000” (22.000 euros). El panorama en las casas de los afectados no es muy optimista y piden que los españoles se hagan cargo al menos de la educación de la hija del fallecido.
Civiles desamparados
El número de civiles muertos en Afganistán aumenta cada día, “aunque desde la llegada de Barack Obama al poder parece que las fuerzas extranjeras ponen más atención y tratan de causar el menor número de bajas posible entre los civiles”, afirma Sima Samar, directora de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán. Pocas horas antes de la reciente Conferencia de Londres sobre Afganistán, Samar viajó hasta Barcelona para participar en las jornadas Afganistán, un grito contra la impunidad, organizadas por la Asociación por los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA). Mujer y hazara -grupo étnico de Afganistán-, lo tenía todo en contra para triunfar en su país, pero Sima Samar salió adelante y se convirtió en la primera mujer de esa minoría étnica en licenciarse en Medicina por la Universidad de Kabul en 1982. Tras permanecer diecisiete en el exilio paquistaní, regresó a su país en 2002 para hacerse cargo del Ministerio de Asuntos de la Mujer durante el gobierno de transición, cargo que tuvo que abandonar por las amenazas de los sectores más conservadores. A sus 53 años asegura no tener miedo. Samar dirige la Comisión Independiente de Derechos Humanos, un órgano que monitorea las víctimas civiles en todo el país y desde el que critica con dureza a las actuales instituciones.
En 2009 murieron en acciones de violencia 2.412 civiles afganos, según datos de la ONU, la cifra más alta desde el inicio de la intervención militar en 2001. Más de dos mil familias rotas y hartas de las promesas incumplidas de una comunidad internacional incapaz de frenar el avance talibán. En los primeros meses de este 2010 se han repetido errores de la coalición y sólo en febrero al menos cuarenta inocentes han muerto a causa del fuego amigo. Para evitar que este número se disparara, el general Stanley McChrystal, máximo responsable de las fuerzas de la OTAN en el país, limitó los bombardeos y prohibió el uso de artillería pesada en la gran ofensiva contra el bastión militar de Marjah, en la provincia de Helmand.
La Conferencia de Londres fue el último ejemplo de la enorme distancia que separa a los despachos de la realidad. Varios expertos consultados en Kabul coinciden en señalar que “no ha sido más que un copiar y pegar de conferencias anteriores que no han servido para nada a nivel práctico”. En la cumbre se habló de reconciliación nacional a través del diálogo con talibanes, de envío de más soldados… pero ni una palabra de los afganos de a pie, de las víctimas civiles que cada día sufren los efectos de una invasión a la que ahora las potencias extranjeras parecen tener prisa por poner fecha de salida.
Afganistán carece de un mecanismo estructurado de ayudas a las víctimas por parte de las instituciones o de las fuerzas internacionales. “Si conviene por algún motivo hacer una compensación se hace, pero la realidad es que casi ninguna familia recibe asistencia”, protesta cada vez que hay un atentado o un bombardeo de la OTAN la organización que dirige Samar. Las ONGs internacionales tampoco tienen programas específicos para las víctimas, y fuentes de la Unidad de Derechos Humanos de la misión de Naciones Unidas en el país (UNAMA) repiten una y otra vez que su capacidad llega a una primera fase de “monitoreo y asesoramiento”, pero que carecen de programas específicos. “Entre la comunidad internacional y los políticos afganos han creado un sistema de atención a las víctimas tan poco transparente que cuando un afgano sufre esta situación no sabe a dónde acudir a pedir ayuda. Al final todo depende de la rentabilidad política o de imagen que se le pueda sacar al tema”, aseguraba hace poco a este periodista un cooperante americano con larga experiencia en la zona.
La ministra de Defensa del gobierno español, Carme Chacón, no pierde un minuto en viajar a Afganistán para organizar la repatriación del cadáver de un soldado español, un gesto que los militares allí desplegados reciben como una muestra del apoyo incondicional de las instituciones hacia su trabajo. De momento, sin embargo, no ha habido un pronunciamiento oficial de ningún tipo sobre el apoyo a la que el ministerio de Defensa calificó de “primera víctima civil provocada por disparos españoles”. Su viuda y su hija de seis meses esperan una respuesta que por ahora se limita a los 5.500 euros recibidos como indemnización. Lo mismo ocurre con el joven Sharaf Eddin, herido en la pierna y postrado en su casa desde entonces. España se ha cruzado para siempre en la vida de estas familias afganas, una de las 2.412 familias para las que esta guerra no se podrá olvidar nunca.