Desde los albores de la humanidad, los homínidos siempre han mirado al cielo, se han preguntado en qué posición ocupa nuestra Tierra, que hay más allá de nuestro sistema solar. Según avanzaba tecnológicamente nuestra civilización, se crearon telescopios para explorar el universo, se intenta recoger señales de radio que vienen de las estrellas con la esperanza de hallar un mensaje de otra civilización, se mandan satélites con mensajes nuestros indicando nuestra posición, se busca vida microscópica en otros planetas, se construyeron naves para visitar la Luna, se estudia el origen del universo como se estudia el origen de la vida en nuestro planeta y tenemos una estación espacial permanente patrullando nuestro planeta. Siempre, en cualquier momento de la historia, las estrellas y el misterioso mundo del universo ha estado presente en los corazones inquietos de los sabios. ¿Por qué nos atrae y nos inquieta a la vez lo que hay más allá de la fortaleza donde vivimos?
Hay tres imanes fuertes poderosos que siempre nos ha llamado la atención y han estado presentes en la inquietud de nuestros conocimientos. El mar que nos atrae con su sabiduría poderosa ya que fue allí donde comenzó la vida. La primera célula simple se originó en el mar. La madre de todas las criaturas vivientes. Un mar que estamos empeñados en contaminar con nuestras acciones irresponsables. El segundo imán Los bosques que nos atraen, ya que son parte de nuestros genes, de nuestros ancestros que vivieron de y para los árboles, en nidos construidos en los árboles o en cuevas para protegerse de las inclemencias del tiempo y de los predadores. Por último las estrellas, que siguen apasionando a nuestras sociedades. Los fenómenos astronómicos han sido venerados desde la antigüedad como ritos, dioses y toda clase de esoterismo mezclado con fabulas y rituales. Las obras de arte donde lo que viene del cielo siempre ha estado presente, tanto como signo religioso como simbólico. Hoy en día películas de ciencia ficción, series, novelas invaden la literatura de todas las culturas. Algo nos llama desde ahí arriba.
A todo esto, no podemos olvidar los miles de avistamientos, de luces extrañas, grandes y pequeñas, con trayectorias imposibles de ser objetos fabricados por los humanos, con cambios bruscos de dirección que rompen la todas las leyes físicas de aerodinámica. Encuentros directos con objetos que saltan al espacio en pocos segundos observados por expertos científicos, por pilotos, detectados en radares. Hay miles de casos en todo el mundo. No puede ser una invención ni taparlo con la sábana de la ignorancia.
Hace años, en mi juventud y en plena transición política de España, fui nombrado investigador por el Centro de Estudios Interplanetarios sito en Barcelona (CEI). Mi misión consistía en buscar en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional en Madrid, casos que me enviaban para su comprobación en los medios de comunicación. Existían cientos de referencias, de sucesos extraños recogidos a lo largo de la historia de España. Añadamos los miles de encuentros y noticias de otros países. Comento este detalle para mostrar que desde hace décadas, el tema de seres o naves procedentes de otro mundo ha estado presente en nuestras vidas y en los informes secretos de todos los países del mundo. ¿Es casualidad todo ello? ¿Algo preocupa a las Autoridades que lo quieren ocultar? Está claro que siempre lo que no tiene explicación, pasa a formar parte de un velo absoluto de forma oficial y se intenta por todos los medios posibles ridiculizarlo, con lo que muchas otras observaciones de pilotos experimentados o personas relevantes del mundo de la ciencia, quedan silenciadas por temor a su desprestigio.
Pero ya están cambiando las cosas. Los científicos ya hablan con más libertad. Se reconoce ya que pueden existir otros mundos habitados en el universo. Y si se admite esa posibilidad… ¿por qué no podemos aceptar que algunos de esos mundos han podido desarrollar una tecnología superior y han podido llegar a nosotros, como ahora nosotros estamos intentando explorar nuestro sistema solar? ¿Por qué enviamos señales de nuestra existencia al universo si estamos seguros de que no hay nadie? Evidentemente tenemos que estar abiertos a todas las posibilidades.
Carlos Briones, Doctor en ciencias químicas en la especialidad de bioquímica y biología molecular, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Centro de Astrobiología, nos dice en su libro ¿Estamos solos?: “Sería muy pretencioso pensar que la vida sólo ha surgido en la Tierra, que esta insignificante mota de polvo tenía algo especial. Incluso creer que únicamente puede haber seres vivos en el Sistema Solar”….” ¿realmente es razonable pensar que los seres vivos de la Tierra estamos solos, por muy improbable que sea el proceso que lleva la aparición de la vida?
Aki Roberge, Doctora en Astrofísica de la NASA, ante la pregunta de Carlos Briones sobre si es optimista en la posibilidad de encontrar “signos de vida global” en algún mundo perteneciente a otro sistema planetario, responde: “Sí, claramente lo soy. Hay un montón de exoplanetas ahí afuera. No podemos olvidar que lo ingredientes para formar seres vivos en la Tierra, son comunes en el universo”.
La ciencia tiene abierta la posibilidad de vida en el universo. Ya no hablamos de suposiciones, sino de evidencias claras. Recientemente una noticia ha saltado a los periódicos “La NASA logra convertir CO2 de Marte en oxígeno puro respirable”. El Perseverance posado en Marte el 18 de febrero ha conseguido algo increíble. Con un instrumento del tamaño de tostadora produjo 5 gramos de oxígeno, equivalente aproximadamente a 1o minutos.
Según Carlos Briones en su libro, nos dice que “desde 2015, los científicos están discutiendo sobre la conveniencia de mandar mensajes para tratar de contactar con inteligencias extraterrestres, dado que como ya advertía Stephen Hawking, podrían ser recibidos por una civilización más avanzada y no necesariamente bondadosa, sino que tuviera un afán de colonizador o destructivo. Es decir, se están planteando (quizás demasiado tarde) que deberíamos ser discretos y aplicar a nuestro planeta la conjetura de indetectabilidad. Así buena parte de los investigadores actuales del instituto SETI de Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre”., han pedido ya posponer el envío de las señales previstas en el Programa”
Como vemos, la situación ha pasado de ser anecdótica o irrisoria, a una investigación seria y de alto nivel. Ya se especula incluso que no debemos dar nuestra posición en el universo por temor a que llegue al conocimiento de otros seres con no muy buenas intenciones. La ciencia ficción ha pasado a ser ciencia real.
Pero hay más, expertos del Instituto Max Planck de Astronomía en Alemania han descubierto un planeta a 26 años luz que posee condiciones ideales para una atmósfera similar a la Tierra y por consiguiente poder albergar vida. Como vemos, las posibilidades cada vez más se hacen evidentes y por ello debemos cambiar nuestro “chip” y reconocer que podemos no estar solos en el universo y en consecuencia prepararnos para un encuentro que llegará tarde o temprano.
El 19 de octubre de 2017, un misterioso objeto interestelar atravesó nuestro sistema solar de punta a punta. En principio se le catalogó como un cometa, pero de inmediato se desechó. Fue localizado y seguido desde el observatorio Haleakala de Hawai. Tardó solo once días en atravesar el sistema solar a una velocidad increíble. Se le puso un nombre “Oumuamua” que significa en hawaiano “explorador”. Se hicieron numerosas conjeturas, pero la más importante que también ha creado revuelo científico, es la que ha dado Avi Loeb, que sostiene que el objeto observado y que dio un giro al llegar al sol, es un vestigio tecnológico de una civilización inteligente. Y no lo dice cualquiera ni tampoco un obsesionado por la vida extraterrestre. Es Director del instituto de Teoría y computación del Centro de Astrofísica de la Universidad de Harvard, presidente del Consejo sobre Física y Astronomía de las Academias nacionales y miembro del Consejo de Asesores de presidencia de los Estados Unidos en Ciencia y Tecnología, catedrático de Astrofísica de la universidad de Harvard donde dirige la Iniciativa Agujero Negro, asesor de los comités de la Academia Nacional de Fisica y Astronomia y de la academia estadounidense de las artes y de las ciencias, además de ser miembro de la Sociedad estadounidense de Física y de la Academia Internacional de Astronáutica. En 2012 la revista Time lo seleccionó como una de las personas más influyentes sobre el espacio.
Pues bien, con todos los cargos mencionados y muchos más, ha escrito un libro con su razonamiento y estudio sobre el Oumuamua donde expone que el objeto que cruzó nuestro sistema solar es de origen inteligente, una especie de satélite o chatarra espacial alienígena como los humanos han lanzado cientos de ellos. Dice Ovi: “Para aceptar mi hipótesis sobre Oumuamua hace falta, ante todo, humildad, porque nos fuerza a aceptar que, aunque podamos ser extraordinarios, con casi toda probabilidad, no seamos únicos”. Nos dice que los científicos se deben a los ciudadanos que les pagan y que tienen que ser por consiguiente claros y responder a las preguntas sinceras sin ocultar conclusiones aunque sean hipótesis y ser claros y abiertos, porque para la ciencia lo que hoy es imposible o dogma, mañana puede ser real. El problema radica en que si se acepta la posibilidad de existencia de otros mundos inteligentes…¿Estamos preparados los científicos y la gente corriente? ¿La civilización humana está preparada para hacer frente a lo que acarrea aceptar la conclusión plausible, derivada de hipótesis probadas, de que la vida terrestre no es única y tal vez no sea ni siquiera especialmente impresionante? ¿Están preparados los Estados para asumir la superioridad de otros seres del universo? ¿Están las religiones preparadas para este choque cultural extraplanetario? ¿O tal vez precisamente por no estar preparados negamos las evidencias cientñificas?
Su libro traducido al español “Extraterrestre. La humanidad ante el primer signo de vida inteligente más allá de la Tierra”, no tiene desperdicio y nos hace abrir los ojos ante la evidencia de datos científicos expuestos en su libro y de sus conclusiones. También estira de las orejas a al colectivo de los científicos: “Algunos científicos se ven a sí mismos como una estirpe aparte, como miembros de una élite distinguida y cultivada. Consciente o inconscientemente, quieren separarse de la plebe. Esta mentalidad motiva, al menos en parte, el argumento de muchos científicos que conozco: Según ellos, los científicos no deberían comunicarse con el público hasta que no hayan corroborado algo al cien por cien”. Pero nosotros nos debemos a los ciudadanos dice Loeb y les tenemos que tener informados de nuestros descubrimientos, tener una mente abierta y no tener dogmas inamovibles. Sus conclusiones del Oumuamua han hecho temblar los cimientos de la torre de marfil de la ciencia.
En este mes de junio, el Congreso de los Estados Unidos recibirá un informe detallado sobre los Objetos desconocidos que vuelan nuestros cielos y se espera algunas conclusiones inquietantes y que refuerzan la posibilidad de la existencia de objetos inteligentes que violan el espacio aéreo de todas las naciones. El Ex Presidente Obama de estados Unidos ha declarado recientemente que “Hay imágenes y registros de objetos en el cielo que no sabemos exactamente que son, no podemos explicar cómo se mueven, sus trayectorias…no tienen un patrón fácilmente explicable”. En el Pentágono se ha creado el UAPTF, Grupo de Trabajos de Fenómenos Aéreos No Identificados, cuyo resultado será entregado al Congreso en este mes de junio.
Llegados a este punto tendremos que seguir esperando la confirmación de la existencia de vida en el universo, vida inteligente. Pero los datos que nos van llegando cada vez más nos indican y nos preparan a aceptar lo que por otro lado sería lógico, que en el inmenso universo lleno de cientos de galaxias, millones de soles y miles de planetas, la vida ha tenido que surgir en otros puntos galácticos porque como bien ha dicho la Astrofísica Aki Roberge, los ingredientes para formar vida se encuentra en todo el cosmos.