¿Qué pasaría si la viruela, una de las enfermedades más dolorosas y mortíferas en la historia de la humanidad, apareciese de nuevo entre nosotros? Para los que no la recuerden o no la hayan conocido en su vida, y seguro que somos muchos, ya que se erradicó del mundo de manera oficial a finales de los años 70, me he permitido la perezosa licencia de traerles un vídeo. Por una vez, y sin que sirva de precedente, voy a preferir que lo cuente el Discovery Channel. Hagan como que soy yo y perdonen la entonación.
Como bien ilustra el vídeo, oficialmente solo dos lugares en el mundo guardan muestras criogenizadas del virus, uno en Estados Unidos (el CDC de Atlanta) y otro en Rusia (el VECTOR de Novosibirsk), bases científicas superseguras y supervigiladas, temibles reminiscencias de la Guerra Fría. Todo está bajo control.
Durante varias décadas ha parecido ser así, aunque la mayoría de los expertos siempre hayan creído en la existencia de numerosos reservorios del virus en el mundo guardados en laboratorios clandestinos o desconocidos, en forma de polvo o preservados en tejidos vivos, como las costras utilizadas para las inmunizaciones durante el pasado siglo. El debate de si destruir o no estas dos últimas cepas oficialmente conocidas hacía tiempo que estaba abierto.
Sin embargo, esta semana parece haberse abierto también una puerta a la inquietud, y las sospechas de esos suspicaces expertos se han hecho realidad. El pasado 8 de julio, el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (el citado CDC) confirmó que se habían descubierto ampollas que contenían el virus de la viruela en una caja de cartón, dentro de un frigorífico, en uno de los centros del Instituto Nacional de Salud estadounidense (el NIH), el del campus de Bethesda (Maryland), un suburbio de Washington DC.
¡Viruela en una olvidada y abandonada nevera! ¡Por el amor de Dios! ¿En qué estaban pensando?
Investigadores de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (la FDA), a quien pertenecía este potencialmente mortífero electrodoméstico, descubrieron los viales mientras llevaban a cabo un inventario en el laboratorio para mudarse a otro centro. Al menos las muestras llevaban la etiqueta “variola”, que bien pudo evitar que alguien las tratase con demasiada indulgencia o acabasen en alguna vulgar papelera.
Después de que los oficiales de seguridad del NIH comprobasen que no se habían producido goteos o filtraciones que hubiesen puesto en peligro a los científicos que las encontraron, las muestras se pusieron en cuarentena en un laboratorio de seguridad del campus y se dio el aviso al CDC y a la Organización Mundial para la Salud (la WHO). Y allí se presentó el personal del CDC para llevarse las muestras a sus cuarteles centrales de Atlanta, donde los investigadores confirmaron la presencia de ADN de la viruela.
La revista Nature, un foro en el que se ha discutido previamente sobre el destino de las muestras de viruela, ha estado siguiendo el caso con gran interés y desvela que ahora, estos mismos investigadores han inoculado el virus a células vivas para determinar si sigue siendo viable. Se espera que el resultado se conozca en un plazo de dos semanas, si bien en el NIH se cree que, aunque las muestras pueden datar de los años 50, el virus es extremadamente estable en su forma pulverizada y podría seguir siendo infeccioso. Cómo se te queda el cuerpo.
El virólogo Inger Damon, que lidera las investigaciones sobre la viruela en el CDC, declaró que este caso inusual, del que destaca que se encontraran las muestras en un simple frigorífico en lugar de metidas en nitrógeno líquido en un congelador, abre de nuevo el debate sobre la posibilidad de que existan reservas no reveladas del virus repartidas por todo el mundo. Sobre todo si fueron almacenadas por algún despistado científico, en lugares inesperados y hace ya varias décadas.
¿Soy yo el único que piensa que el virus de la viruela está en manos de demasiadas siglas?