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Visita, de A.R. Ammons (1926-2001)

 

La poesía son los gemidos de la vida cuando el hombre hunde la cabeza entre sus piernas.

 

A veces los sentidos crujen bajo el peso de lo que sienten como el secarral bajo los pies del orvallo y tanto es el don que el idioma todo elige un solo portavoz: la palabra gracias. Me adentro almabierto por el santuario de Borobudur, en el esternón de la isla de Java. Nunca vi nada igual. Es el mayor monumento budista del mundo; hicieron falta dos millones de bloques de piedra y la sensibilidad de docenas de artistas para realizar esta serie de terrazas concéntricas de tamaño decreciente que se elevan hacia su cima, esta inmensa colina gris sonsacada a la eternidad que logra lo que anhela: significar. Los cuatro niveles inferiores son galerías cuadradas a cielo abierto cuyos muros están cuajados de bajorrelieves: hasta 1460 paneles esculpidos que ilustran textos sagrados del budismo. Son asombrosos: mujeres, árboles, animales, deidades, barcos, ciudades, frutos, utensilios, vestidos, rostros, rostros, rostros serenos irradiando, mil doscientos años después de haber sido creados, una armonía cegadora que haría arrodillarse al caos.

 

La cuarta galería da paso a las tres terrazas circulares arboladas por setentaidós estupas como cálices invertidos que cobijan a setentaidós budas sentados: lo llaman el Mar de la Inmortalidad. En lo más alto se alza una colosal estupa de dieciséis metros de diámetro desde donde se contempla el fértil valle de Kedu atalayado por macizos y volcanes entornados. El sol se está poniendo.

 

Borobudur fue concebido como un espacio del que las fuerzas del mal quedaban excluidas, donde los dioses eran invitados a descender y morar, donde los iniciados podían acceder a la trascendencia. No comprendo la fe de quienes hicieron este prodigio, ignoro su cultura, sus hábitos, sus querencias, pero una veneración compartimos, la pasión por algo que vadea los milenios remetiendo sus bordes, algo inculcado en las crías de los humanos: la belleza.

 

Tras combatir en la segunda guerra mundial el poeta estadounidense A.R. Ammons discurrió por su tiempo haciendo poemas que cantan la hermosura de lo hecho y celebran lo ínfimo como un deseante todo. Mira.

 

 

VISITA

 

No está lejos de mi casa:

puedes llegar en un pequeño bote,

deteniéndote bajo una sombra en los remolinos

o yendo a tierra

a descansar, puedes observar las hojas,


o conversar con los pájaros

y con las hierbas de la orilla: contrata a un hombre

no demasiado mayor como remero

y elige un barco estrecho tipo canoa:

(lo mejor es un mudo y no es


más caro; atraerá

las reflexiones y silencios de las hojas)

viaja ligero: un solo libro, algo de sedal:

el río es musculoso en los rápidos con truchas

y una vara de abedul


te valdrá de espetón:

si partes antes de mediodía, llegarás

con bastante luz

la tarde del tercer día: bajaré

al embarcadero


(dile al hombre que lo busque,

los mudos tienen mejor vista y no sufren

visiones) para recibirte con algo

de vino y un poema especial:

también puedes venir por la orilla:


elige la derecha: allí las rocas

se desprenden con menos frecuencia, la pendiente es más gradual:

no te esfuerces demasiado: el ascenso adelgaza

la mente y la sangre y debes

preservar aún una nutrida reserva


de silencio para equilibrar

la conversación: hay pocas novedades:

encontré  el mes pasado una raíz con cierta forma

y he oído un nuevo sonido entre

los insectos: ven.

 

 

Hace dos días caminaba por Bardar Gelang, la zona donde descargan las basuras del este de Yakarta. Desventradas, exhibiendo al aire caliente su botín podrido, miles de bolsas de basura se extienden ante los ojos formando tesos. Desde que se abrió el basurero cientos de personas se han ido agolpando en sus cenefas, arrancándole lo que no desmenuzaron sus propietarios, existiendo de las sobras de la ciudad. Viven en casas de cartón, miserablemente. El gobierno de Yakarta está tratando de evitar que nuevos campesinos emigren a la gran urbe en busca de sustento: en 2005 se aprobó una ley que prohíbe dar limosna a los mendigos para mantener a los pobres en sus aldeas, porque hasta mendigar en las calles les compensaba. Es una manera moralmente repugnante pero visualmente decorosa de levantar otro muro entre los que tienen y los que no.

 

Muros, hacemos muros: los de Borobudur se abren al espíritu oreando nuestra aventura; los de Israel, Estados Unidos, Melilla, se cierran encerrándonos en nuestro miedo. Sobre estos te propongo una pintada: hay un solo dios, la belleza, y la justicia es su profeta.

 

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