En San Fernando de Henares nunca ha habido un gobierno de derechas y probablemente ya nunca lo habrá. Una de las muchas cosas que nos dice el resultado electoral de ayer es que la izquierda ha ardido por naturaleza, como alcanzada por un rayo, y que la derecha ganadora, triunfal, no ha sido derecha sino municipalismo práctico.
Ha ganado la atención al ciudadano y se ha llevado por delante a la izquierda y a la derecha, no digamos ya al fascismo y al comunismo. Al comunismo ya se lo quitó Ayuso en la campaña hasta de su lema. Sin embargo, con el fascismo los otros han insistido hasta el final, hasta su muerte, la propia y la de ese fascismo souvenir.
Poco parece que pueda hacer la izquierda sin el fascismo. A casi nadie le afecta ya que se le mencione si no es para aborrecer la tabarra. No faltaron ayer, no faltaría más, los ilustrados que hablaban de un triunfo primitivo y populista. Un triunfo tabernario para el inefable responsable del CIS. Y continúa el infierno de los abajo firmantes. Qué cosas.
Este no es el gobierno de la gente, pero la gente lo ha votado. Yo lo vi ayer in situ en San Fernando de Henares, donde nunca ha gobernado la derecha y probablemente ya nunca lo hará, para fastidio de la izquierda, mayormente, porque gobernarán los de la atención al ciudadano, que resulta que antes eran los de la derecha.
Es como si la ideología hubiera muerto abatida por los hechos de la presidenta, de los que saben en toda España (“Volveremos a ser personas!!! Viva Madrid”, me escribían desde Valencia).
Ayer en San Fernando, no sólo pitaban los coches de los votantes del PP, felices, además, por la entrada en la Asamblea de su prometedora portavoz, Alejandra Serrano, sino que a un señor se le saltaban las lágrimas (qué emoción verdadera produce saber al hombre humilde que su declaración de la renta le va a salir a devolver y no a pagar), exactamente como si nunca antes hubiera habido un gobierno, no ya de derechas, por supuesto, sino de verdad.
