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Mientras tantoViviendo con un mapa en la cabeza

Viviendo con un mapa en la cabeza

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

 

La geografía es imprescindible para entender el mundo en el que vivimos. Sin embargo, esta disciplina no está pasando por sus mejores momentos. Entre los geógrafos la sensación derrotista es creciente: cada vez cuentan menos para las administraciones y los conocimientos geográficos generales están decayendo a ritmo constante. La ignorancia es arriesgada, por ello, en España incluso te puedes encontrar a gente que se ríe del desconocimiento de los norteamericanos (“¡no saben situar España!”), pero al instante demuestra su ignorancia local al no saber identificar a Cuenca, Lugo o Granada con acierto en un mapa. El contexto, por tanto, es doloroso para aquellos apasionados (¿rara obsesión?) por los mapas y la geografía, personas que desde muy pequeños han jugado, soñado y aprendido sobre atlas coloridos, que descubrían nombres tan exóticos como impronunciables. Sin olvidar los cambios constantes de fronteras, porque para los niños de mi generación cada nuevo mapa contenía una sorpresa (Letonia y Lituania –siempre juntas-, Bosnia, Eslovenia…).

 

Ken Jennings, uno de los miembros de esta estirpe secreta –un tuerto en el país de los ciegos, tal y como llega a reconocer- y recordman de ganancias en programas televisivos, ha escrito Un mapa en la cabeza. Anécdotas, historias y curiosidades de la geografía (Ariel) para intentar contagiar esta ilusión por la cartografía. Jennings ha escrito una defensa apasionada y erudita de la geografía. Pero que nadie se lleve a engaño, este es un ensayo ágil y personal que nos permite recorrer medio mundo con los versos de T. S. Eliot de impulso: “no cesaremos de explorar,/ y el fin de nuestra exploración/ será llegar a donde arrancamos/ y conocer el lugar por primera vez”. Y es que Jennings entiende la geografía de la misma forma que Yi-Fu Tuan (aunque solo lo cite de pasada al inicio de la obra), es decir, como una ciencia social y humana que debe enfocar su trabajo a responder a la pregunta central de todo ser humano: ¿quién soy yo?

 

Un mapa en la cabeza es más que una mera recopilación de anécdotas y curiosidades. Se trata, en definitiva, de un recorrido biográfico por la magia de los mapas y sus paisajes. Cada página nos revela un dato sorprendente, que va mucho más allá de lo meramente curioso, sobre la exactitud y la fiabilidad de la geografía, pero también sobre sus grandes errores. Para los que crecimos con la Breve guía de lugares imaginarios de Alberto Manguel y Gianni Guadalupi bajo el brazo –esto es un decir, porque solo he leído el tomo febrilmente en bibliotecas y en diversas ediciones-, el capítulo dedicado a las cartografías de ficción es una delicia imperdible. No debe sorprendernos que muchos de estos mundos imaginados hayan sido más analizados y representados que zonas reales de nuestro planeta. En el fondo, como se desprende de la afirmación de un personaje de ficción recogida por Jennings, como seres humanos necesitamos inventar constantemente mundos, en muchos casos no necesariamente nuevos. Ya nos lo enseñó Desmond Morris hace unas cuantas décadas, el ser humano no sabe hacer otra cosa: explorar, investigar, comprobar y curiosear.

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