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ArpaVivir a tumba abierta (fragmentos de diarios)

Vivir a tumba abierta (fragmentos de diarios)

De madrugada, me despierto con sensación de malestar. Desdoblamiento: mi organismo y yo. Inquietud por estar durmiendo sobre una conspiración que no dominas. (20-2-1995).

Si la vida se alza sobre los humedales del deseo, ¿qué de extraño tiene que nos la reencontremos y se nos revele en su sentido más profundo a través de un vaho de lágrimas? (28-3-1995).

Sustancialmente jóvenes. Cada instante, el primero que vivimos. Cada estación de nuestra vida, la primera. Somos niños que descubrimos, para aprender a ser adultos, gente de edad, ancianos. Un día de estos aprenderé a dejar de ser para estar muerto, cuando muera de muerte jovencísima. (16-9-1995).

Tratar de hallar un sentido a la vida, cuando sabemos a ciencia cierta que toda vida desemboca en un inevitable fracaso individual, puede significar: o que la vida encierra ese sentido oculto o que se lo damos. En el primer supuesto, admitimos un cierto tipo de plan providencial inherente a la vida misma. En el segundo, tendemos a corregir lo que determinan las ciegas leyes naturales. En los dos casos, asumimos una postura religiosa, seamos o no conscientes de ello. (3-11-1995).

Sólo la verdad os hará libres, escribió el evangelista. Y la verdad parte de la conciencia de sabernos de antemano derrotados. Lo que equivale a asegurar que únicamente la derrota, y el abandono que la conciencia de la misma implica, nos hace libres. (2-5-1996).

La Historia es una asistenta con especiales manías de limpieza, que día a día pasa la aspiradora para limpiar de aullidos la mansión del tiempo. (21-7-1996).

Tener ocupado cada instante. ¿Para escapar de su vacío intrínseco? (11-8-1996).

Ser humano: un salto de biología a biografía. Somos, pues, lo que somos, junto con la literatura de lo que somos. (6-9-1997).

Me veo de algún modo escapando por los vericuetos de mi organismo (vísceras, nervios, huesos, arterias, venas, poros…), para emerger a un territorio inmenso, inexplorado. Es como si una fuerza, o presencia, extraña me hubiera colocado sobre las autopistas del asombro, predeterminándome a moverme por donde fatalmente me tendré que mover. Tome la dirección que tome, siempre me moveré impulsado por la vida (o el espíritu), que, al igual que yo, o confundiéndose conmigo, sopla por donde quiere. Porque yo no soy yo, sino la fuerza de la vida que se abre en mí, para que se cumpla su justicia, con independencia de mis nociones personales, forzosamente limitadas, sobre lo que justicia e injusticia sean realmente. (15-2-1998).

Escribir primero es ver. Luego, dejarte hablar, pacientemente, conforme vas desenredando lo que has visto. (5-4-1998).

Basta la mirada filosófica o la científica para comprender nuestra vinculación con todas las cosas y con el Todo como conjunto. Sentir la vinculación y asombrarse y estremecerse por su revelación súbita es obra de la mirada poética y se expresa a través de la poesía. Entonces, ¿verdad poética o poética de la verdad? (16-11-1998).

El dios del venir juanramoniano. Lo que ha de ser y yo con ello, implicado en su movimiento. (9-4-1999).

Necesidad de salir de un largo silencio. Incapacidad absoluta de plasmar en palabras y sobre un papel todo aquello que se me escribe por dentro. Quiero y puedo escribir sobre cosas variadas, pero el bolígrafo pesa en los dedos y rasco inútilmente en el papel, como picando en piedra. Hay una dureza que me impide acceder a lo que guardo en mi interior. ¿Se debe tal vez a que me dejo vivir y la vida en cuanto tal resulta incompatible con todo aquello que pueda expresarla? “La vida perjudica a la expresión de la vida. Si yo viviese un gran amor, nunca lo podría contar”. (Libro del desasosiego, Fernando Pessoa). (17-6-2001).

La pareja que se despedía poco antes de que apareciera el autobús. Llamaban la atención por su recogimiento. Los dos fundidos en un abrazo tierno y largo, interminable. Un abrazo que creaba un extraño campo magnético; porque, al tiempo que atraía con fuerza las miradas, más o menos disimuladas, de todos los presentes, hacía posible preservar un espacio propio, que defendía como un cerco inexpugnable la intimidad de los amantes. Todos a su alrededor sentíamos la intensidad de una fuerza que nos atraía en la misma medida en que nos expulsaba de su radio de acción. (15-9-2001).

El viento sopla por donde quiere. ¿O acaso tú, con tu expresión de asombro, no eres la prueba que lo confirma? El viento se ha puesto un rostro que dicen que es el tuyo. Se ha calado tus gafas para jugar al miope que eres. Eres tú la dirección del viento, su referencia; el castillo de arena que el viento arrastrará en un golpe de mar. (3-8-2002).

Les observo como quien lee, porque, en la exteriorización natural de su alegría, de sus expansiones, de sus risas, de su delicadeza, de su saber estar juntos, exhalan un perfume poético, una calidad literaria, que son tanto más auténticos cuanto más inadvertidos pasan para ellos. Se juntan y hablan y saben qué decirse y el curso natural de la vida les fluye sencillamente entre los labios. Son narración en estado puro. Son poesía, aunque no lo sepan (o precisamente porque no lo saben). Los miro y me conmueven. ¿Porque tal vez lamento no poder compartir su alegría? ¿Porque, en el momento en que los miro su normalidad se ha transfigurado? (17-11-2002).

Emerjo al fin, aún a medio resucitar, del corte de digestión de ayer, que me tuvo todo el día pendiente del cuidado de mi cuerpo. Un cuerpo incapacitado para avanzar, que me negaba la posibilidad de que YO pudiera ser realmente YO; porque YO era simplemente un estómago que no funcionaba y un manojo de contracciones y angustias, una conspiración en toda regla contra mí y contra todos mis proyectos. Y luego, por la noche, cuando me sentí mejor y me vencía suavemente el sueño en la cama, tras una pasada noche de insomnio, la recuperación agradecida de los placeres elementales, al sentir cómo el cuerpo, todavía enfebrecido, iba corriendo en mi auxilio; al experimentar como un placer esa temblequera que te hace ser consciente de tu cuerpo y te reconcilia con él. (23-1-2003).

La intensidad, la alegría sin límites con que vives algunos momentos, cuando comprendes que a esos instantes de privilegio les salen raíces que van a hundirse en lo permanente. Te sientes, entonces, inmortal. Mejor aún, te sabes inmortal. La mirada amorosa ha hecho brotar de ti aquello que te rebasa y te prolonga: lo humano imperecedero que llevas en germen. (16-3-2003).

La locura de un cuerpo que se pone a pensar. (20-8-2003).

La mejor y más eficaz de las sonrisas es la que lleva la dentadura puesta. Una sonrisa desdentada será siempre (salvo en el caso de un bebé) una sonrisa desvencijada de anciano. Puede parecer una contradicción: que una realidad tan espiritual se asiente sobre algo tan carnívoro como los dientes. Da que pensar. (15-5-2004).

El eco de irrealidad que resuena en cada paso de la vida real y que únicamente al estar solos, en ese momento en que nos sabemos solos, somos capaces de apreciar en todo su significado. Lo que sabe captar y expresar Fernando Pessoa en su Libro del desasosiego. (17-1-2005).

Observación de un rostro que merece alguna atención. Refleja cierta conmovedora obstinación infantil que provoca ternura en quien lo mira. Más que un rostro, lo que estoy viendo en realidad es el pasillo, el corredor de elementos de lo humano que han desembocado en ese rostro, dotándolo de esa inconfundible expresión de ingenuidad que sólo algunos semblantes que vienen de muy lejos comunican. (3-2-2005).

Realidad humana: lo que pasa dejando un sabor a permanencia. (24-6-2006).

¡Qué extraño! Hace unos días ese oleaje indómito de ideas nuevas y ahora esta calma chicha. Las ideas vistas y ya en las sepulturas de un olvido –espero que temporal– por no haber sido trabajadas a tiempo. Lo que se te revela y se pierde, al no pensarlo, porque otras revelaciones seducen tu mirar fascinado. Como en el poema en prosa de Juan Ramón Jiménez (Diario de un poeta reciencasado). “Un punto surgen en mi mente con su muda costumbre las ideas, pero es borrada cada una por una nueva y nueva ola en la mar, en mis ojos, que las sepultan para siempre, en luces, en colores, en sonidos. ¡Siempre vence el inmenso olvido del mirar!”. (15-3-2009).

Un recuerdo persistente: el de esa ilustración de un libro de Ciencias Naturales. Una figura humana transparentando su organismo: el corazón, las arterias, las venas, la circulación de la sangre… La ilustración infundía sosiego. El que inspira verse desde fuera, y no sintiéndose desde dentro, al contemplar como un espectáculo atractivo una corriente fluvial que no te sumerge en la furia de sus remolinos. (27-6-2009).

La realidad es nuestra más feroz crítica literaria, aunque sólo sea porque siempre le corresponde a ella poner los puntos sobre las íes. Al final, siempre se queda con la última palabra. (28-7-2009).

Sentía toda la tristeza que sólo una enorme capacidad de alegría puede producir. (10-2-2011).

La emoción, cercana a las lágrimas, con que, horas antes de volver a Vitoria, pude contemplar en Madrid la exposición fotográfica de Jacques Henri Lartigue. Ese dinamismo que irradian todas y cada una de sus fotografías, que recogen la alegría, la exaltación del instante en su transcurrir de vuelo. Porque, en palabras del fotógrafo francés, “La vida es algo maravilloso que baila, salta, vuela, ríe y pasa”. (28-4-2011).

Atravesábamos, volviendo a casa, el puente de hierro. Yo caminaba algo adelantado. Podía oír las voces, las risas relajadas de mis mayores. Voces y risas de personas entonces todavía jóvenes, que se fundían con el fragor del río, alimentado por la presencia de la presa cercana. Voces y risas que me llegaban como una brisa desesperanzada, con la inconsistencia de lo que pasa. Voces y risas a las que no podía aferrarme, porque me alcanzaban al mismo tiempo que me iban abandonando. Y porque entendía, con una claridad fulminante, que mis padres, mis tíos, mis parientes pasarían también, como pasaban sus conversaciones despreocupadas. Pasarían, como pasaba el río bajo nuestros pies, como pasaban sus rumores jóvenes y ya engullidos por la indiferencia de la noche. (18-7-2011).

Esa estrechez mental que nos impide reconocer que la realidad no es, en muy buena medida, sino un producto de la imaginación. O, dicho de otro modo, que la realidad de hoy es fruto de la imaginación de ayer. (26-7-2011).

Uno observa una humedad en el techo y se siente inseguro y desamparado. Esa humedad imprevista tiene algo de gotera metafísica que te desconcierta y abre una vía de agua que hace tambalearse tu arquitectura mental, insuficientemente preparada para la inevitable destrucción que la vida va imponiendo a su paso. (1-11-2011).

Nuevas formas de vida edificadas sobre el solar del olvido que dejaremos a nuestra muerte. (12-12-2011).

La importancia del final en la obra literaria. ¿Y la importancia del final en la vida? Morir, pero morir bien. Viviendo bien tu muerte. Interpretando con elegancia y sentido de la armonía el último acto de tu vida. ¿Sería posible? (18-3-2012).

La acritud de los viejos, ¿viene del hecho de sentirse viejos o de haber descubierto la juventud cuando ya es tarde y no hay posibilidad alguna de ejercerla en plenitud. (30-3-2012).

Vivir dos veces sería la forma idónea de vivir enterándote realmente de que has estado viviendo. ¿Será porque no es posible por lo que tanto nos gusta recordar nuestro pasado? No es casual que rememorar equivalga a revivir. (10-4-2012).

¿Escribir para olvidar que tienes cosas pendientes que no deseas afrontar? ¿Para escapar de lo que día a día ves tan cerca, aunque aún te quede psicológicamente tan lejos? ¿Para cubrir con palabras de dudosa consistencia el espacio en carne viva de tu desconsuelo? ¿Escribir como quien se pone gafas de sol, para que la crudeza de la luz no le delate, haciendo ver que ha estado llorando? (27-4-2012).

“En cada palabra / anidan gusanos”, sostiene, muy acertadamente, Alejandro Jodorowsky. La palabra tiene sus ciclos, degenerativos y de regeneración; una constante reversibilidad, en función de sus inevitables ambivalencias. A las palabras, como a los seres humanos, les acecha el mismo mal: el del envejecimiento. Al ser humano el hecho de envejecer le acaba convirtiendo en un simulacro patético de lo que fue. El envejecer de la palabra la sedimenta en tópicos que la acaban privando de cualquier otro significado que no sea un puro balbuceo. Fenómeno del que sólo puede escaparse retirando periódicamente ciertos vocablos de la circulación, para potenciar otros caídos en desuso, tal vez porque en su día también fueron apartados por quienes combatían los lugares comunes de entonces. Lo queramos o no, el destino de la palabra es acabar chocheando, condenada como está a deambular de tópico en tópico. En última instancia, el uso de las palabras podría ser comparado al que se les da a esas cazadoras que, cuando se deslucen por un lado, siempre se les puede dar la vuelta para, así, parecer recién estrenadas. (20-5-2012).

No se me ocurre nada. Una frase vulgar, pero digna de ser meditada. Entre otras razones, porque denota hasta qué punto el pensamiento es algo que se nos impone desde fuera al margen de nuestra voluntad. Nuestro lenguaje ordinario delata esa tendencia de las cosas a pensarse en nosotros, antes de que nosotros las pensemos. Algo que todavía se vuelve más evidente cuando hablamos, por referirnos a otras frases hechas, de las ideas que se nos ocurren o que nos pasan por la cabeza. (29-8-2012).

Ocuparse del pasado propio como lo haría el arqueólogo que junta pacientemente los huesecillos que va desenterrando en el suelo de la memoria para, así, reconstruir su arquitectura humana. Una tarea ardua, porque, muy a menudo, puedes encontrarte con huesos tan desgastados por los accidentes, a veces traumáticos, de tu tiempo, que el encaje con el conjunto se vuelve sumamente problemático. Tal vez sea preciso, entonces, recurrir a la imaginación y a ese punto de leyenda inevitable en el relato personal que subsane olvidos y rellene algunos huecos. Porque nunca se recuerdan con exactitud los hechos tal como fueron. Sólo puedes, en el mejor de los casos, aproximarte a ellos. Aunque tu manera de recordarte entre esos hechos más o menos nebulosos sea la mejor forma de reconstruirte en toda tu verdad. (4-11-2012).

La sensación de vivir desde siempre. La costumbre, psicológicamente ilimitada, de vivir, finalmente desmentida por esa eternidad que te niega. La que precedió a tu llegada al mundo y la que aguarda imperturbable tras el fin de tus días. Aunque es posible que la conciencia intemporal del vivir participe de algún modo de esa eternidad de la que, al fin y al cabo, formas parte; aunque sea en la forma de un mero figurante obligado a interpretar papeles archisabidos que tomas prestados de quienes acabaron cayendo sobre las tablas. (2-2-2013).

La alegría de vivir, de contemplar, de saber que las cosas están ahí, que la belleza existe y te visita. Una mística del vivir, con toda su muerte encima (que es también parte del movimiento del vivir). La alegría del vivir en la maravilla del cuerpo, pura apariencia de la transformación continua, tan aparente como una puesta de sol. Vida hacia adelante y hacia atrás, en un trayecto circular que hace pasado de tu porvenir. La alegría de hacer con lo que escribes una sopa de letras sustanciosa de tu existir, de caminar por tu escritura con el consuelo y la seguridad de pisar la permanencia de todo lo que, humano, se va depositando en el polvo-resumen de la propia existencia. (23-2-2013).

Nosotros, los de entonces, ¿de verdad que ya no somos los mismos? La vida nos cambia con los años, de acuerdo. Cambia nuestro aspecto, nuestros hábitos, nuestros gustos y aficiones… Mutaciones aparentes que en modo alguno alteran nuestras constantes viscerales, desde las que exteriorizamos lo que somos o lo que nos dejamos ser; o simplemente aquello que deseamos dejar ver de nosotros mismos. (4-3-2013).

Deambulas por la casa inquieto, con la sensación agobiante de verte marchar o de que, más exactamente, el mundo exterior se marcha de ti. Hasta que el azar te lleva a abrir el libro de Julia Uceda, Hablando con un haya (Editorial Pre-textos), para encontrarte con el principio deslumbrante de su último poema: “Las niñas ya se han ido / cada una a su propia anciana”. Un prodigio de expresión que te abre una explosión de luz en el vacío en que te desenvuelves; que, al poner voz a tus propias ansiedades, te devuelve la serenidad y hasta le euforia que necesitabas. Y te sujeta a nuevas obligaciones que te impones para tener un agarradero de este mundo exterior que se te escapa. (27-4-2013).

Elementos de aislamiento. Han creado los suficientes elementos de aislamiento como para que permanezcamos sin protestar en el espacio que nos han asignado haciéndonos creer que es el nuestro; de modo que lo que pueda ocurrir fuera de ese recinto en el que nos enclaustran no parezca tener nada que ver con nosotros ni con nuestros propios intereses. Y todo lo que vemos que les pasa a los demás no dejará de ser un espectáculo que afecta a otros, pero que a nosotros no puede afectarnos. Hasta que nos afecta y, entonces, lo que nos ocurre nos coge desarmados y sin capacidad de reacción. (26-5-2013).

Para detectar nuestro estado de salud, los médicos recurren con frecuencia a sondear nuestros propios ritmos internos. De alguna manera asumen la poetización del cuerpo, sometido siempre a los vaivenes de un latido permanente, que tiende tan frecuentemente al reencuentro con el latido poético. (18-8-2013).

No dejar de mirar. Hasta el último día. Fundiéndome (en un rapto de alegría o tristeza, exaltación o derrumbe) con todo lo que mire. Mi cuerpo siempre conformado por un doble signo de interrogación y admiración. Dispuesto a defender mi alegría de vivir, que desarrolla músculo en combate perpetuo contra las tarascadas de la melancolía. (5-9-2013).

El pensamiento como última palabra de la materia. Dicho de otra forma: la dirección de la materia, cuya voluntad es desembocar en pensamiento. La conciencia del mundo, ya en potencia, en su propio núcleo. La naturaleza que, en su evolución a través de lo humano, tiende a hacerse sobrenatural. (7-9-2013).

Pasan las cosas. Persiste en el presente su emoción. ¿Cómo atraparla, si no es por ese ritmo poético (palabra, música) que las enlaza con el ritmo regular y vital del corazón? Pasan las cosas con la regularidad de un latido cardíaco. Eso es justamente lo que tienes que saber interpretar por la poesía. Es la poesía la que tiene que hacerse cargo de ese rastro de luz o de sombra en el que las cosas del vivir te van día a día convirtiendo, hasta el momento de transformarte definitivamente en memoria de lo que has sido. (4-8-2013).

Conseguir un poema realmente inspirado consiste en saber enlazarlo con el ritmo de tus indignaciones, de tus asombros, de tus emociones, de tus sentimientos de ternura, de tu sentido del humor; con el ritmo, en suma, de lo que marcan tus propias vísceras. Y hacerlo, además, desde el arbitraje supremo y necesariamente distanciado de tu inteligencia. (18-9-2013).

Convenimos en afirmar que la vida es algo muy serio, aunque pueda surgir como un juego puesto en marcha por dos cuerpos que se desean. Un juego que empieza en la casilla del gozo y la risa y acaba en la del dolor y la aniquilación, como efecto de la última jugada que la vida nos impone: que es la de la muerte. (24-9-2013).

Dios. Si existiera y tuviera alguna relación con nuestra existencia, ¿debería pedirnos perdón por todo el dolor que nos causa al traernos, sin haberlo pedido, a una vida absurda, abundante en desgracias y destinada a la muerte? Pero esta misma pregunta, ¿no deberíamos trasladarla, igualmente, en dirección a nuestros propios padres? La pregunta que serviría para fundamentar el ateísmo (el problema del mal), ¿serviría también para negar la vida? Leopardi: “Nace al dolor el hombre / y es peligro de muerte el nacimiento. / Prueba tormento y pena / desde que abre los ojos, y sus padres / comienzan a enseñarle / a consolarse por haber nacido”. (12-12-2013).

El horror conviviendo, pared con pared, con nuestra diaria normalidad. Página 7 de El País del 14 de mayo. Arriba, dos fotografías: una, de la sala de ejecuciones de la prisión de Huntsville, en Texas; y, al lado, la de uno de sus próximos destinatarios, Robert Campbell. Inmediatamente debajo, una inserción publicitaria de un reloj Cartier. No sé qué opinará el anunciante de esa ubicación de su anuncio. Tal vez la vea bien, porque a lo mejor ha querido enviar un mensaje filosófico sobre la fugacidad del tiempo, que reviste especial dramatismo para quienes han sido privados de él por sentencia de muerte. Ya se sabe: Reloj, no marques las horas, porque voy a enloquecer. (19-5-2014).

Un despertar tranquilo, prolongado, en el que respirar es ir midiendo el espacio temporal de un gozo consciente. Te has despertado pronto, aún de madrugada. Has pasado por el baño y vuelves a acostarte, con el sueño ya un tanto diluido. Y, sin embargo, te sientes descansado y conforme con tu cuerpo. Contento de estar vivo, de saber que vas a vivir un día más; que hay, para ese día, determinadas expectativas que suscitan tu interés. Sientes tu cuerpo. Te sientes cuerpo con toda la ternura, con toda la fuerza que tu cuerpo exhala. También con su fuerza sexual, que, de una extraña manera –intensa y sosegada al mismo tiempo–, se hace presente, como una promesa en piel con garantía de futuras sorpresas… Y el no dormir se convierte en una forma de disfrutar de un descanso consistente y reflexivo, en el que algo dentro de ti se alza con júbilo de acción de gracias. Respiras bienestar, sintiéndote acunado por tu sangre, que te circula dulcemente, dulcemente, hasta llevarte a la inconsciencia en la que vas durmiéndote de nuevo. (23-5-2014).

Con los años, nuestro cuerpo va adquiriendo una consistencia inevitablemente metafísica. Como cuerpo más allá del cuerpo, esa provisionalidad que nos alberga en sus continuos cambios: los que nos llevan desde la niñez a la ancianidad, pasando por la juventud y la madurez. Un cuerpo transformado en un concentrado de preguntas cada vez más inquietantes y a las que hay que dar respuestas inaplazables, por apremios del tiempo. Un cuerpo, en fin, que te invita a vivir como si, de alguna forma, desde otro plano, desde una cierta distancia, te estuvieras viendo vivir. Nunca como hasta ahora ese desdoblamiento entre el CUERPO y YO le deja a uno más perplejo que cuando el cuerpo vuelve a por ti para llevarte por delante. (25-6-2014).

La vejez va difuminando los contornos conocidos en que nos veníamos moviendo y a través de los cuales reconocíamos nuestra identidad. Nos interna, por tanto, en un extrañamiento radical. Dejamos de ser lo que pensábamos que éramos y en nuestro balbuceo acabamos desconociéndonos. Nos quedará tal vez esa película, cada vez más borrosa, que iremos pasándonos por la mente, con la ilusión de conservar con ella algo de lo que fuimos. Pero esa película se irá diluyendo en imágenes apenas reconocibles, hasta dejarnos al fin con la pantalla en blanco. (30-6-2014).

El encierro de Pamplona, una perfecta metáfora de la vida, en la que los jóvenes son los protagonistas, mientras que a las personas de edad les toca ver las cosas en perspectiva, desde la seguridad de los vallados, los balcones o los televisores. A un lado, el arte de burlar los pitones de la muerte desde la audacia juvenil; al otro, la cobardía de los amedrentados por la muerte, aunque no puedan evitar contemplarla con la fascinación que impone el espectáculo que otros interpretan (tal vez, en muchos casos, añorando la época en que, sintiéndola lejana, se divertían provocándola y tratándola de tú). (12-7-2014).

Todo lo que hemos ahorrado en abrazos lo podemos aprovechar ahora como mano de obra útil (y barata) para la economía. (25-7-2014).

Vivir sin memoria, en una sucesión de instantes sonámbulos. Vivir, instante a instante, en un presente sin la identidad que le proporciona su pasado. Con el desasosiego de enfrentarse a momentos extraños que irrumpen en tu vida como hechos sin ayer que garanticen su autenticidad. Sobrevivir sin dirección ni sentido, sin otro objeto que el de sortear obstáculos, siempre imprevistos, que te cerrarán continuamente el paso. Vivir en las afueras de un tiempo que ha decidido traicionarte, sin permitirte un solo segundo de humano descanso… Lo que tanto temes, y temes aún más cuando ves reflejados tus temores sobre tu futuro en el espejo de lo que ya les pasa a personas que tienen que ver contigo. (12-5-2017).

En los momentos en que me encuentro más abatido me veo como la suma de todas mis tonterías. (9-3-2018).

Dejarte vivir. Dejarte morir. Todo es lo mismo en su continuidad. En uno u otro momento del proceso, no haces otra cosa que lo que la vida te ordena que hagas. (4-8-2018).

Setenta años… y dos días. Década recién inaugurada, en paso acelerado hacia la siguiente. Mis días, ya un continuo temblor de números. De números rojos, cabría añadir. De números que parpadean advirtiendo que se agotan las reservas. (16-8-2019).

Poner nombre a los elementos constituyentes de mi infelicidad es algo que me hace infinitamente feliz. (Siempre, claro está, que acierte en mi propósito). Hay quien se muestra incapaz de poner palabras a su desdicha, por lo que su desgracia se le estanca y acaba despidiendo vaharadas de podredumbre. (14-8-2020).

Átomo de eternidad. En ella vivo y en ella persistiré, aunque sólo sea porque, parafraseando a Pessoa, soy del tamaño de la propia inmensidad que me alberga y de la que soy plenamente consciente. Mi conciencia es la llave de mi eternidad. (15-9-2020).

Dejaré de ser joven cuando, perdida la palabra, no pueda ya reconocerme; hasta el punto de que sean otros los que me reconozcan y hablen por mí, compadeciéndose de mis incoherencias y apagones mentales. (13-2-2021).

Días sin proyecto. Dejándome pasar por el flujo de instantes, minutos, horas… que no parecen tener un plan estimulante que adjudicarme. Días, además, de estar a la espera de noticias que no llegan… Días, en fin, que le tachan a uno de esos días… Lo tuyo, entonces, un retrato cansado de ti mismo sobre una superficie de aguas que no se mueven. Días que me echan su bostezo a la cara… (15-3-2021).

Uno se acuerda de cuando era joven al remontarse a los viejos tiempos. El tiempo siempre es viejo en el pasado y moderno en el presente. Rejuvenece con nuestra vejez. (4-9-2021).

Cada vez más agudizado un sentimiento de extrañeza, de extranjería. Un extranjero a las puertas de mi nombre. Algo que, supongo, tiene que ver con el hecho de que estás ya muy al borde del espacio que la vida te concede. (4-9-2021).

Rutina y ruina. Suenan casi igual. Casi podríamos decir que la rutina no es otra cosa que una ruina algo mejor amueblada. Es sólo cuestión de una T, que es algo así como el poste que sujeta el edificio. La echas abajo y el edificio se derrumba. Dicho de otro modo: la ruina es la rutina elevada en su carcoma a la enésima potencia. (4-10-2021).

Si nos paramos a pensar con cierto detenimiento, quizá lleguemos a la conclusión de que morirse es la mejor forma que tiene uno de solucionarse la vida. Con la muerte, has acabado ya con todas las preocupaciones que te agobiaban. Has pasado por todas las aduanas de la angustia y el dolor; y, al fin, consigues el salvoconducto para tu ingreso en la eternidad. Morir, en definitiva, es dejar de tener problemas. No excluyo, pues, que, en mis ultimísimos instantes, sintiéndome ya marcharme, musite un “gracias” final de agradecimiento. (4-12-2021).

Tiempo sin claves, de Ida Vitale, para completar mis lecturas del presente año. Poemas difíciles y bellos, escritos con rigor matemático. Regidos por la desesperanza radical y el amor a la vida, renovado en cada mañana que se ilumina. El sentido del sinsentido de la existencia. “Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo. / Caminar despacio, a ver si, tentado el tiempo, hace lo mismo”. Y también: “Me pregunto: / ¿dónde el alpiste de traer palabras? / ¿dónde la liga que las detenga, sin herirlas? / Y luego, ¿cómo hacerlas vivir en lo precario?”. (31-12-2021).

Entiendo bien ese tiempo sin claves de Ida Vitale, porque es aquel en el que empiezo a estar desde hace algún tiempo. El que demasiado a menudo te hace sentir como un fantasma extrañamente corpóreo que trata de regresar a casa y comprueba con sobresalto que ha perdido las llaves; que, por otra parte, de nada le valdrían, porque es otra la casa a la que se dirige sin saberlo: la de la eternidad sin cuerpo de donde provenía y de la cual su existencia no le ofrece ningún dato. Un tiempo sin claves, porque “yo ya no soy yo / ni mi casa es ya mi casa”, como en el ‘Romance sonámbulo’ de Lorca. (2-1-2022).

La mitad de mi verdad está en la otra mitad de mi mentira. En lo que me callo y no cuento, porque no me apetece hurgar demasiado en mi propio fondo. Me pregunto, pues, hasta qué punto no soy un verdadero mentiroso. (22-7-2022).

Algo tan provisional como el vivir acaba en algo tan definitivo como el morir. ¿Viniste de la nada para nada? (5-9-2022).

Nuestros mejores muertos, nuestros clásicos, nos sujetan a la permanencia. Son, por eso, inmortales. Y nos hacen inmortales también, por irrelevantes que podamos ser; porque, al leerlos, al escuchar su música, al complacernos en las múltiples manifestaciones de su arte o de su pensamiento, perpetuamos su memoria, somos garantes de su inmortalidad y, en consecuencia, participamos también de ella. (28-11-2022).

En La ciencia jovial, Nietzsche escribe sobre el origen de la poesía, resaltando su utilidad. “El ritmo –asegura– produce un deseo insuperable de seguirlo y de acomodarse a sus movimientos; no sólo el paso de los pies lleva el compás, también la misma alma lo sigue – ¡por lo tanto, probablemente también el alma de los dioses!”.

Nada más cierto. Los conceptos se fijan mejor en la memoria del ser humano por el poder de seducción del verso y el ritmo, que por las palabras ordinarias de nuestra prosa corriente. Abre mejor las puertas del conocimiento. No puedo dejar de recordar nuestro aprendizaje infantil por medio del canto y de los sonsonetes rítmicos: la tabla de multiplicar, los nombres de los ríos de España, las definiciones de los accidentes geográficos… (30-11-2022).

El sistema capitalista como generador de palabras con que perpetúa su dominación, atomizando al ser humano y obligándole a comportarse como el sistema pretende. Basta pensar en el lenguaje publicitario, que es, en buena medida, el de la política. Por precisar mejor, el lenguaje publicitario es ya en sí mismo, un lenguaje político. La publicidad crea ideología, que opera siempre en contra de la solidaridad y en favor del desinterés por la cosa pública. La “República independiente de tu casa”, en la publicidad de Ikea, nos instala en una especie de nacionalismo mental, que es la base del nacionalismo político y de los horrores totalitarios que, en su nombre, nos amenazan. (14-2-2023).

¿Ser o no ser? No es esta la cuestión. Estar, dejar de estar. Tal es la clave. Soy lo que ocurre para estar aquí. Algo sin más ni más que busca ser un alguien. (8-8-2023).

Comienzo las navidades con la última entrega de los diarios de Chirbes. Desoladores en gran medida, pero muy luminosos también. Todo lo que surge de la verdad del cuerpo es luminoso; más aún si se expresa con la adecuada precisión verbal, capaz de cubrir lo más sórdido con la capa de belleza que lo transfigura. A riesgo de parecer masoquista, añadiré que Chirbes, en sus desplomes vitales, me está haciendo mucha compañía estos días. Está ejerciendo de leal acompañante, sosteniendo, paradójicamente, mi alegría de vivir. De la que forman parte mis habituales vaciamientos, que resultan asumibles cuando quedan explicados, en un diagnóstico que hace más englobable lo que le ocurre a tu propia persona; como el referido al vaciamiento social, del que Chirbes habla: “ falta de religión, la sociedad se ha vestido una túnica nihilista: hemos aprendido que nuestras buenas acciones no cotizan en favor nuestro, no son inversión, sino desperdicio, y, por si fuera poco, nos hemos convencido de que el mundo se mueve de un modo absurdo en el que poco podemos intervenir”. ¡Pues sí que nos das ánimos!, podríamos reprocharle. Pero también podríamos sentir el alivio de quien se pregunta angustiado ¿qué me pasa, doctor? y recibe al fin la respuesta que le indica dónde está el origen de su dolencia. (27-12-2023).

¡Y cómo abrir las puertas de mi intimidad sin salir a la plaza pública del mundo que me rodea y determina! ¡Cómo hablar de lo que me pasa sin hablar de lo que les pasa a los demás! Y, además, ¿escribir sobre la vida personal cuando eres consciente de que la realidad te va acortando el espacio de tu privacidad? ¿Cuándo sabes que la inmensa mayoría de los seres humanos carecen de privacidad porque están obligados a vivir colectivamente, tal como lo demandan las urgencias de vida o muerte de cada día, o incluso de cada instante? ¿Hasta cuándo me durará el inaguantable privilegio de poder disponer de vida privada? (30-1-2024).

Las matanzas y arrasamiento de Gaza. Las amenazas de guerra entre Israel e Irán. La destrucción de Ucrania. La Inteligencia Artificial… Sumamos todas estas cosas y nos dan como resultado la permanente actualidad de Bertolt Brecht. Por ejemplo:
“ES DE NOCHE /. Las parejas / van a la cama. Las mujeres jóvenes / parirán huérfanos”.
Y:
“LOS TÉCNICOS ESTÁN / inclinados sobre las mesas de dibujo /; una cifra equivocada, y las ciudades del enemigo / se salvarán de la destrucción”.
Y:
“DE LAS BIBLIOTECAS / salen los asesinos /. Estrechando contra sí a los niños /, las madres vigilan el cielo con terror / a que aparezcan en él los descubrimientos de los sabios”. (16-4-2024).

En cuanto humanos –y, por lo mismo, cuerpos pensantes–, somos emanación de una inmensidad que nos supera y desborda. Por eso mismo, jamás la acabaremos de entender. Sí de admirarla, desde las alturas y abismos de nuestra limitada comprensión. Tal vez por eso, cuando el pensamiento se nos queda corto, ponemos instintivamente en acción el motor de las corazonadas. (17-4-2024).

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