Se nota uno las ganas de escribir, el estar escribiéndose encima todo el rato. Ya desde hace días, semanas, meses. Y qué sucede con todo lo que se escribe al compás de la vida pero que no consigue ser trasladado a palabras, ¿adónde va? Porque en algún lugar deberá estar aguardándonos, paciente; a la espera de ser rescatado.
Me pasa con este blog, pero también con el diario.
Lo llevo siempre conmigo (el diario) y lo pienso y lo añoro; viene conmigo, siempre. Pero las entradas se espacian y hay que recoger demasiados momentos que se evaporan.
“Yo, en mí: soñando / más, más, más” escribe Juan Ramón Jiménez.
Pues así yo, estos últimos días, semanas, meses.
Soñándo(me) todo el rato: en otros menesteres, con otras ambiciones.
Pero sobre todo viéndome escribiendo lo que no escribo. O escribiendo fantasmagóricamente lo que no escribo. Por qué; aunque quizá esa no sea la pregunta.
Porque escribir sí escribo, solo que al dictado de otros. Transmitiendo otras voces, otros sentidos. Que, sin dudarlo, seguro, me ayudan y acompañan y consuelan, pero no me sacian.
Voces importantes y de interés, a qué dudarlo, que me gusta vehicular y disfruto compartiendo. No obstante he de hallar más que el hueco el método para volver a lo mío, a mí. Pues, en fin de cuentas, soy yo a quien mejor conozco y a quien más estimo.