Era una sensación ya vivida pero no recordada, uno de esos estímulos que -como los aerolitos que cruzan la estratosfera y se funden con su roce- entran en el campo denso de la memoria pero no llegan a caer en ella, dejando una estela de dudosa luz en una zona convexa y sombría de la razón…
En estas páginas siempre nos ha gustado contribuir a las buenas relaciones entre ciencias y letras. Una relación sana entre ambas ramas es por ejemplo la que se presenta en este texto. La ciencia puede ayudar mucho en la tarea de afinar las metáforas. (Aunque ahora me entra la duda de si el símil es acertado, pues los aerolitos creo que terminan por caer a la Tierra).
Empecé (y terminé también, no crean) a leer Volverás a Región sabiendo que su autor era ingeniero de caminos y con la idea por tanto de que podría extraer algún fragmento de este libro para el blog. Y hay un momento en que el tío se pasa bastante y abusa del lenguaje científico en la novela. Te endiña sin previo aviso casi tres páginas de descripción geológica del terreno de Región; eso no se hace Juan, ¡hombre!