Living in a memory
My echo, my shadow, and me
We’re not even company
My echo, my shadow, and me
The silvery moonlight that shines above?
I walk with my shadow
I talk with my echo
But where is the one I love?
Even till eternity
My echo, my shadow, and me
That’s my echo my shadow and me.
We three we ain’t no crowd.
Fact is we ain’t even company.
That’s my echo my shadow and me.
You know I been wonderin’ what good is the
moonlight that silvery moonlight that shines way, way up above?
Yeah, I walk with my shadow, I talk with my echo, but where is that gal that I love?»
Even till eternity
My echo, my shadow, and me
Hoy vamos con una copla. Escuchando el fantástico podcast de Bob Dylan descubro esta canción que también popularizó Frank Sinatra. Nosotros tres: mi eco, mi sombra y yo. Así te acompaña la Física, si quieres hablar tienes el eco, que no es más que la reflexión de nuestras ondas sonoras. Y después tenemos la sombra, ¿habrá algo más fiel que una sombra? Para ilustrar la maravilla de este fenómeno óptico baste con recordar el momento en que un niño pequeño la descubre. La manera en que éste reacciona define los dos tipos de actitud principales ante la vida: los hay que huyen despavoridos y otros juguetean con ella, comprobando su capacidad emulativa.
Alguno podrá pensar que la Filosofía, el Arte o la Religión también son capaces de acompañar: con el alma. Pero el alma presenta el problema de su controvertida existencia por un lado y sobre todo aquello que escribió Douglas Coupland: No me merezco un alma y, aun así, tengo una. Lo sé porque me duele.