(Washington. Mayordomo, murió a los 91 años el 23 de mayo). A Wilson Roosevelt Jerman le gustaba bromear con lo desconocida que era la dirección de su trabajo: el número 1.600 de la avenida de Pensilvania en Washington. “Cuando lo digo, el 99% de la gente no sabe dónde está (…), me preguntan ‘¿qué almacén es ese, qué edificio?’ Solía decir que estaba en el centro”, contó en una entrevista para un libro sobre la vida en la Casa Blanca. Jerman la conoció como pocos. Entre 1957 y el 2011, trabajó entre sus muros como limpiador, mayordomo y operador de ascensores para once presidentes diferentes. Jubilado tras la satisfacción de ver en la Casa Blanca a un presidente negro, como él, Jerman murió el sábado a los 91 años en un hospital, víctima del coronavirus, que se ha ensañado especialmente con los afroamericanos. “Era la primera persona que veíamos por la mañana cuando nos íbamos de la Casa Blanca y la última a la que veíamos al volver por la noche”, han recordado George W. y Laura Bush, que lo recuerdan como “un hombre encantador”. “Con su amabilidad y cariño, Jerman ayudó a convertir la Casa Blanca en un hogar para varias décadas de primeras familias,incluida la nuestra”, dijeron en su mensaje de condolencias Barack y Michelle Obama. Nacido en 1929 en Seaborn (Carolina del Norte), Jerman se crio en la pobreza. Tenía que caminar nueve kilómetros para llegar a la escuela. A veces reparaba con cartón las desgastadas suelas de sus zapatos. A los 12 años dejó de estudiar para trabajar en el campo. En 1949 se casó y se mudaron a Washington para probar suerte. Pronto encontró empleo como camarero privado en fiestas del barrio de Georgetown. Un día, en 1957, su amigo Eugene Allen, que trabajaba en la Casa Blanca como mayordomo, le dijo si le gustaría trabajar allí. “Oh, no sé si quiero hacer eso”, ha contado su nieta que contestó. Allen es el personaje en el que Lee Daniels se inspiró para escribir y dirigir El mayordomo (2013), una película que repasa el movimiento por los derechos civiles a través de los ojos de un miembro del servicio de la Casa Blanca. Era una posición de prestigio pero, con todo, a los negros se les seguía viendo como sirvientes. “Puedes servir sin ser servil, creo que hay una gran diferencia entre las dos cosas”, comentó el actor que le dio vida, Forrest Whitaker. Jerman empezó trabajando como limpiador con Dwight Eisenhower. Los Kennedy lo ascendieron de categoría. La primera dama, Jackie, se fijó en él y lo nombró mayordomo. Entre sus funciones estaba cuidar de sus hijos, ha contado su nieta, Jamila Garrett. En 1963 al oír la noticia del asesinato de JFK, Jerman lloró en silencio en un cuarto de la Casa Blanca. Fue con su sucesor, Lyndon B. Johnson, con quien trabó una relación más estrecha de amistad. Cuando su primera esposa enfermó, le envió a sus doctores para que la trataran. Jimmy Carter le pidió que trabajara para él cuando se retiró. Nunca hablaba de política ni se quejaba de las largas horas que a menudo tenía que trabajar, asegura su familia. No les daba conversación, pero Bush y Obama no podían resistirse a intercambiar unas palabras con él cuando volvió a la Casa Blanca para trabajar como operador de ascensores. Cuando en el 2012 se jubiló definitivamente, Obama le regaló placas conmemorativas de todos los presidentes a los que había servido. Beatriz Navarro. Gracias al diario La Vanguardia.