Paraíso quebrado

Jules Renard

[Traducción y selección de Sonsoles Martínez de Orense]

I

 

El mar, como gran artista que es, mata por matar, y arroja a las rocas sus restos, con desdén.


Las tonterías que oye decir un cuadro de museo, pero los horrores que quizá oye un cadáver.


Perdió una pierna en el 70; guardó la otra para la siguiente guerra.


Mal alimentados, todos mis proyectos han muerto de hambre.


Me gusta la soledad, incluso cuando estoy solo.


La vida es corta, pero a pesar de todo nos aburrimos.


¡Qué larga es la vida en invierno!


Tengo una idea igual que miro un pájaro: siempre temo que eche a volar, y no me atrevo a tocarlo.


Nunca hablará tan mal de mí como yo pensaría de usted, si pensase en usted.


El ideal de la calma está en un gato sentado.


La palidez: la sombra de la sombra.


De experiencia en experiencia, llego al convencimiento de que no estoy hecho para nada.

 

 

II

 

Si quiere gustar a las mujeres, dígales lo que no le gustaría que le dijesen a la suya.


Una mujer iba a mentir, como de costumbre; se ha contenido, porque está de luto.


Su corazón es un cactus erizado de puñales.


Con los dedos llenos de perlas, como si hubiese paseado sus manos por el fondo del mar.


Nuestro amor hacia ciertas mujeres es parecido a la amistad que sentimos hacia ciertos hombres. Sólo hay un encanto y un riesgo de más. Si pudiésemos, sin hacer el ridículo, besar la mano, acariciar la mejilla de un hombre al que queremos, oler su perfume, mirarle con ternura, la amistad de un hombre sería más valiosa para nosotros que el amor de una mujer.


—Me estoy desnudando.
—Es lo mejor que puedes hacer.


Nuestros labios se despegaron como dos mitades de una fruta madura.


Toda mujer contiene una suegra.


Lo único original que tiene es su olor.


Pálida como si se alimentase de nieve.


El amor mata la inteligencia. El cerebro forma un reloj de arena con el corazón. Uno se llena sólo para vaciar el otro.


El corazón de una mujer es un hueso de melocotón. Lo mordemos con toda la boca y, de pronto, nos rompemos los dientes.


Mujeres que nos turban un poco, que dejan, al pasar, en la limpidez de nuestro corazón, un ligero vaho.


El « no sé qué » de una mujer, eso es lo único que cuenta.


—¿No le gustan las mujeres?
—Me gustan todas. Hago locuras por ellas. Me arruino en sueños.


Una mujer inteligente debe dejarnos nuestros sueños.


Arrugas, sonrisas grabadas.

 

 

III

 

No despierten a la pena que duerme.


Quién sabe si cada acontecimiento cumple un sueño que hemos tenido, que ha tenido otro, del que no nos acordamos, o que no hemos conocido.


Si fuera pájaro sólo dormiría en las nubes.


El verdadero valor consiste en ser valientes precisamente cuando no lo somos.


Cabello gris, polvo del tiempo.


La palabra más verdadera, más exacta, más llena de sentido, es la palabra “nada”.


El proyecto es el borrador del futuro. A veces el futuro necesita cientos de borradores.


Sus desdichados ojos han llovido todo el año en su rostro.


No  me aburro en ningún sitio, pues considero que aburrirse es insultarse a sí mismo.


Cualquier idea parece personal en cuanto ya no nos acordamos de a quién se la hemos tomado.


¿La familia? Una reunión forzosa, bajo el mismo techo, de unas personas que no se soportan.


En amistad se progresa, en amor se mengua.


¿Qué pasa con todas las lágrimas que no derramamos?


Ser independiente como un anarquista y bueno como un santo.


Buscad el ridículo en todo, lo encontraréis.


Después de una ensoñación en un banco, dormirse con los ojos llenos de estrellas.


Amigos como un par de alas.


El burgués es aquel que no tiene mis ideas.


Inocente como la madre del niño que acaba de nacer.


Es tan útil para un pueblo temer a la guerra como para un individuo la muerte.


La felicidad, es buscarla.


La amistad, un ave de amor con la cola cortada.


El sueño es el lujo del pensamiento.


El sueño no es más que vida perdidamente dilatada.


Sufrir de soledad y buscarla.


Hay momentos en que todo sale bien. No hay que asustarse, se pasa.


El cerebro no tiene pudor.


“Un día –dijo- me pasé ocho días sin comer.”


Cerebro. El hombre lleva sus raíces en la cabeza.


Los hombres nacen iguales. Desde el día siguiente ya no lo son.


Tan viejo que sólo salen de su boca palabras que parecen históricas.


Es sordo del oído izquierdo: por el lado del corazón no oye.

 

 

IV

 

Prefiero a los libros hermosos una hermosa página y a una hermosa página una hermosa frase.


Pon algo de luna en lo que escribes.


Se puede ser poeta con el pelo corto.
Se puede ser poeta y pagar el alquiler.
A pesar de ser poeta, se puede uno acostar con su mujer.
Un poeta, a veces, puede escribir en francés.


Cada mañana, el viejo poeta pega la espalda a la vieja roca de la inspiración, hace muecas, enrojece, se pone rígido, se rompe los riñones, y no se mueve nada.


Un verso hermoso tiene doce pies, y dos alas.


El poeta no solo tiene que soñar, tiene que observar. Estoy convencido de que por ahí, la poesía tiene que renovarse. Requiere una transformación semejante a la que se ha producido en la novela. ¡Quién iba a creerse que la vieja mitología sigue oprimiéndonos! ¿Para qué cantar que el árbol está habitado por el Fauno? Está habitado por sí mismo. El árbol vive, eso es lo que hay que creer. La planta tiene alma. La hoja no es lo que un vano pueblo piensa. Se habla a menudo de las hojas muertas, pero no se cree que mueran. ¿Para qué crear la vida junto a la vida? Faunos, vuestro tiempo ha pasado, ahora, con quien tiene que departir el poeta es con el árbol.


Querría dar de comer a las palabras en la palma de su mano.


El peligro del éxito es que nos hace olvidar la increíble injusticia del mundo.


Quiero crearme un estilo claro para los ojos como una mañana de primavera.


Jules Renard, ese Maupassant de bolsillo.

 

V

 

Dios, se sale del paso con metáforas más o menos divinas.


El tiempo es el único que no pierde el tiempo.


El paraíso no está en la tierra, pero hay trozos. En la tierra hay un paraíso quebrado.


No hay Paraíso, pero hay que tratar de merecerse que lo haya.

 

VI

 

La margarita: una boca redonda con dientes por todas partes.


Y el río murmura sin cesar contra las piedras que querrían impedirle correr.


La lluvia coloca en el suelo espejos de estrellas.


Durante todo el día el bosque retiene un poco de noche con sus ramas.


Los jardines que se apagan, en otoño.


Espino. Esta mañana el seto entero se casa.


La viña de brazos de vieja.


Las ocas comen mascullando no sé qué.


Te miran con su par de botones y llevan el pico como un silbato.


Los agujeros de su nariz pinzados y juntos las hacen hablar con la nariz.


Tienen una pequeña almohada blanca en el trasero.


Navegan al caminar, y su cola va y viene como un timón.


Los cangrejos, guijarros que caminan.


- Golondrinas. Cejas dispersas en el cielo.


El mono: un hombre que no ha salido bien.


El mirlo blanco existe, pero es tan blanco que no se le ve, y el mirlo negro no es más que su sombra.


El pájaro, ese fruto nómada del árbol.


Las mariposas, pequeños chales para las flores.


El castor que parece estar pariendo la suela de un zapato.


Humo: ensoñación del fuego.


Violetas, pensamientos. La tierra piensa; tiene ideas de todos los colores.

 

 

Jules Renard (Châlons-du-Maine, 1864 -París, 1910)
Pronto se convirtió en uno de los escritores mas leídos y respetados de su tiempo. Es autor de dos libros clásicos de la literatura francesa: la novela Pelo de Zanahoria (1894) y Las historias naturales (1896). Al final de su vida se retiró a la campiña, donde escribió buena parte de su famoso Diario, admirado por escritores como Josep Pla o Paul Morand.

 

Sonsoles Márquez Martínez de Orense
Lleva 25 años traduciendo… Su “obra” es una de tantas obras anónimas que publica el BOE, o que pasa por las manos de los políticos o burócratas de todo tipo. También lleva años contando historias, en la más pura tradición oral… origen de la literatura.
Véase también su traducción en La nube habitada La nube habitada. Lamentamos que..., por Dino Buzzati

 

 

 

Paradis brisé

 

I

 

La mer, en grande artiste, tue pour tuer, et rejette aux rochers ses débris, avec dédain.


Les bêtises qu’entend dire un tableau de musée, mais les horreurs qu’entend peut-être un cadavre.


Il a perdu une jambe en 70 : il a gardé l’autre pour la prochaine guerre.


Mal nourris, tous me projets sont morts de faim.


J’aime la solitude, même quand je suis seul.


La vie est courte, mais on s’ennuie quand même.


Comme la vie est longue, l’hiver !


J’ai une idée comme je regarde un oiseau : j’ai toujours peur qu’elle ne s’envole, et je n’ose pas y toucher.


Vous ne direz jamais autant de mal de moi que j’en penserais  de vous, si je pensais à vous.


L’idéal du calme est dans un chat assis.


La pâleur : l’ombre de l’ombre.


D’expérience en expérience, j’arrive à la certitude que je ne suis fait pour rien.

 

II

 

Si vous voulez plaire aux femmes, dites-leur ce que vous ne voudriez pas qu’on dît à la vôtre.


Une femme allait  mentir, comme d’habitude ; elle s’est retenue, parce qu’elle est en deuil.


Son cœur est un cactus hérissé de poignards.


Des perles plein les doigts, comme si elle avait traîné ses mains au fond de la mer.


Notre amour pour certaines femmes est semblable à l’amitié que nous avons pour certains hommes. Il n’y a guère qu’un charme et qu’un risque de plus. Si l’on pouvait, sans ridicule, baiser la main, caresser la joue d’un homme qu’on aime, respirer son parfum, le regarder avec attendrissement, l’amitié d’un homme nous serait plus chère que l’amour d’une femme.


-           Je me déshabille.
-           C’est ce que tu as de mieux à faire.


Nos lèvres se sont détachées comme deux moitiés d’un fruit mûr.


Toute femme contient une belle-mère.


Elle n’a d’original que son odeur.


Pâle comme si elle se nourrissait de neige.


L’amour tue l’intelligence. Le cerveau fait sablier avec le cœur. L’un ne se remplit que pour vider l’autre.
Le cœur d’une femme est un noyau de pêche. On la mord à pleine bouche, et, tout à coup, on se casse les dents.
Femmes qui nous troublent un peu, qui laissent, en passant, sur la netteté de notre cœur, une buée légère.
Le « je-ne-sais-quoi » d’une femme, il n’y a que ça qui compte.


-           Vous n’aimez pas les femmes ?
-           Je les aime toutes. Je fais des folies pour elles. Je me ruine en rêves.


Une femme intelligente doit nous laisser nos rêves.


Rides, des sourires gravés.

 

III

 

Ne réveillez pas le chagrin qui dort.


Qui sait si chaque événement ne réalise pas un rêve qu’on a fait, qu’a fait un autre, dont on ne se souvient plus, ou qu’on n’a pas connu ?


Si j’étais oiseau je ne coucherais que dans les nuages.


Le véritable courage consiste à être courageux précisément quand on ne l’est pas.


Cheveux gris, poussière du temps.


Le mot le plus vrai, le plus exact, le mieux rempli de sens, c’est le mot “rien”.


Le projet est le brouillon de l’avenir. Parfois il faut à l’avenir des centaines de brouillons.


Ses pauvres yeux ont plu toute l’année sur son visage.


Je ne m’embête nulle part, car je trouve que, de s’embêter, c’est s’insulter soi-même.


N’importe quelle idée semble personnelle dès qu’on ne se rappelle plus à qui on l’a empruntée.


La famille? Une réunion forcée, sous le même toit, de quelques personnes qui ne peuvent pas se sentir.


En amitié, on progresse, en amour, on décroît.


Que deviennent toutes les larmes qu’on ne verse pas?


Être indépendant comme un anarchiste et bon comme un saint.


Cherchez le ridicule en tout, vous le trouverez.


Après une rêverie sur un banc, s’endormir les yeux pleins d’étoiles.


Amis comme une paire d’ailes.


Le bourgeois est celui qui n’a pas mes idées.


Innocent comme la mère de l’enfant qui vient de naître.


Il est aussi utile à un peuple de craindre la guerre qu’à un individu, la mort.


Le bonheur, c’est de le chercher.


L’amitié, un oiseau d’amour qui a la queue coupée.


Le rêve, c’est le luxe de la pensée.


Le rêve, ce n’est que de la vie éperdument dilatée.


Souffrir de la solitude et la rechercher.


Il y a des moments où tout réussit. Il ne faut pas s’effrayer : ça  passe.


Le cerveau n’a pas de pudeur.


« Un jour, dit-il, je suis resté huit jours sans manger. »


Cerveau. L’homme porte ses racines dans sa tête.


Les hommes naissent égaux. Dès le lendemain ils ne le sont plus.


Si vieux, qu’il ne sort de sa bouche que des mots qui ont l’air historique.


Il est sourd de l’oreille gauche : il n’entend pas du côté du cœur.

 

IV

 

Je préfère aux beaux livres la belle page et à la belle page la belle phrase.


Mets un peu de lune dans ce que tu écris.


On peut être poète avec des cheveux courts.


On peut être poète et payer son loyer.


Quoique poète, on peut coucher avec sa femme.


Un poète, parfois, peut écrire en français.


Chaque matin, le vieux poète s’adosse au vieux rocher de l’inspiration, grimace, rougit, se raidit, se rompt les reins, et rien ne bouge.


Un beau vers a douze pieds, et deux ailes.


Le poète n’a pas qu’à rêver : il doit observer. J’ai la conviction que par là la poésie doit se renouveler. Elle demande une transformation analogue à celle qui s’est produite dans le roman. Qui croirait que la vieille mythologie nous opprime encore ! A quoi bon chanter que l’arbre est habité par le Faune ? Il est habité par lui-même. L’arbre vit : c’est cela qu’il faut croire. La plante a une âme. La feuille n’est pas ce qu’un vain peuple pense. On parle souvent des feuilles mortes, mais on ne croit guère qu’elles meurent. A quoi bon créer la vie à côté de la vie ? Faunes, vous avez eu votre temps : c’est maintenant avec l’arbre que le poète doit s’entretenir.


Il voudrait donner à manger aux mots, dans le creux de sa main.


Ma tête est peuplée de mots, comme une forêt d’oiseaux. Quand ils se mettent tous à chanter, c’est un vacarme !...


Le danger du succès, c’est qu’il nous fait oublier l’incroyable injustice du monde.


Je veux me faire un style clair aux yeux comme une matinée de printemps.


Jules Renard, ce Maupassant de poche.

 

V

 

Dieu, on s’en tire avec des métaphores plus ou moins divines.


Il n’y a que le temps qui ne perde pas son temps.


Le paradis n’est pas sur la terre, mais il y en a des morceaux. Il y a sur la terre un paradis brisé.


Il n’y a pas de Paradis, mais il faut tâcher de mériter qu’il y en ait un.

 

VI

 

La marguerite : une bouche ronde qui a des dents de tous côtés.


Et le ruisseau murmure sans cesse contre les cailloux qui voudraient l’empêcher de courir.


La pluie pose à terre des miroirs à étoiles.


Tout le jour, le bois retient un peu de nuit avec ses  branches.


Les jardins qui s’éteignent, à l’automne.


Aubépine. Ce matin, toute la haie se marie.


La vigne aux bras de vieille.

 

Les oies mangent en marmonnant je ne sais quoi.


Elles vous regardent de leur paire de boutons et portent leur bec comme un sifflet.


Leurs trous de nez pincés et rapprochés les font parler du nez.


Elles ont un petit oreiller blanc au derrière.


Elles naviguent en marchant, et leur queue va et vient comme un gouvernail.


Les crabes, galets marchant.


- Hirondelles. Sourcils épars dans le ciel.


Le singe : un homme qui n’a pas réussi.


Le merle blanc existe, mais il est si blanc qu’on ne le voit pas, et le merle noir n’est que son ombre.


L’oiseau, ce fruit nomade de l’arbre.


Les papillons, petits châles pour les fleurs.


Le castor qui a l’air d’accoucher d’une semelle de soulier.

 

Fumée : rêverie du feu.


Des violettes, des pensées. La terre pense : elle a des idées de toutes les couleurs.