“Hay que evitar la acción por la acción, porque se podría romper la finísima línea entre un acto revolucionario y un acto terrorista y el DRIL no es, no pretende y no quiere ser, bajo ningún concepto, un movimiento terrorista”.
Xosé Velo
En la madrugada del 22 enero de 1961, comandos del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), doce portugueses y doce españoles, tomaron el buque Santa Maria, un trasatlántico de bandera lusa que hacía la ruta desde el puerto venezolano de La Guaira a Vigo y que llevaba a bordo a 609 pasajeros de distintas nacionalidades, la mayoría españoles y portugueses, aunque también había venezolanos, holandeses y estadounidenses.
Esta operación fue inspirada y diseñada por Xosé Velo (Celanova, Ourense, 1916 – São Paulo, Brasil, 1972), un poeta galleguista, republicano y antifranquista, exiliado en Venezuela después de ser detenido en una redada contra la guerrilla antifranquista, ser torturado y conseguir huir de una cárcel de Franco junto con Mariano Otero Castelao. Velo fue fundador y director de los comités de acción de Galeuzka, una organización política de nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, creada en Caracas en 1959, cuando Velo ya empieza a soñar con diseñar una acción audaz y espectacular para llamar la atención de la comunidad internacional sobre las dictaduras ibéricas.
El secuestro del Santa Maria –rebautizado por el DRIL como Santa Liberdade– tenía dos objetivos: denunciar internacionalmente la pervivencia de las dictaduras y llegar hasta la isla de Fernando Póo (Guinea española) para alimentar focos revolucionarios en las colonias africanas. Casi inmediatamente tuvieron que renunciar a este segundo objetivo. En contra de lo que indicaba la información recabada durante los preparativos del secuestro, por parte del equipo portugués del DRIL, “no había lanchas ni armas a bordo para conseguir este objetivo de la misión”, confesaba recientemente Camilo Mortagua, uno de los pocos comandos que aún vive, en una entrevista que mantuvimos en su casa en una aldea del Alentejo portugués.
Como durante el asalto al barco se produce un tiroteo accidental, en el que muere un tripulante y otro es herido de gravedad, deciden –a propuesta de Velo y frente al criterio de los otros dos líderes de la operación, los militares José Fernández, un gallego con experiencia en el ejército republicano, y Henrique Galvão, un antisalazarista portugués– desembarcarlo en la isla de Santa Lucía para que recibiera asistencia médica, lo que en la práctica suponía cambiar el plan inicial concentrándose en el primer objetivo y renunciando al segundo, pero garantizando que la operación sería considerada en todo momento como una acción política y no un acto de piratería, como pretendían Franco y Salazar.
“Mi padre decía que le habían salvado la vida los estadounidenses que iban a bordo del barco, porque Franco y Salazar querían hundir el buque lo antes posible, para que dejaran de estar en toda la prensa internacional, pero la armada de Estados Unidos se lo impidió, protegiendo a sus ciudadanos”, recuerda desde Monforte Manolo López, hijo de uno de los pasajeros que viajaba de Venezuela a Galicia a bordo de aquel barco tomado por gallegos y portugueses.
Repercusión mediática de la acción
El secuestro acaparó los titulares de la prensa internacional, llegando a ser objeto de atención en la primera rueda de prensa de John F. Kennedy como presidente. La operación había sido diseñada con mucho cuidado por Velo, que llevaba meses estudiando derecho internacional y marítimo, para que su acción no pudiese ser considerada un acto de piratería sino una operación política de denuncia, como así dictaminó el Departamento de Defensa de los Estados Unidos, en unos informes a los que tuvo acceso el historiador catalán Xavier Montanyá.
El desenlace del secuestro del Santa Liberdade se produjo cuando Jânio Quadros tomó posesión como presidente de Brasil, el 31 de enero de 1961, ofreciendo asilo político a los miembros del DRIL. El 2 de febrero, día de la diosa del mar en la tradición de la santería Yoruba, Yemayá, el barco entraba triunfante en el puerto de Recife, recibido por una multitud, como recoge la prensa local, desembarcando pasajeros y tripulantes. Los comandos recibieron honores oficiales y fueron acogidos como refugiados políticos en el país.
Velo y su hijo Víctor –que también había participado en la acción con apenas 18 años y que actualmente vive en Brasil– pasaron unos días en Recife, en un cuartel que les fue ofrecido por el gobierno. Después de un tiempo en Campinas, se establecieron en São Paulo, donde fueron ayudados por Miguel Urbano Rodrigues, periodista portugués que, fascinado por la figura de Velo, decidió sumarse al DRIL cuando llegó a bordo del buque para hacer un reportaje para el periódico en el que trabajaba, la Folha de Sao Paulo, convirtiéndose así en la mano derecha de Velo durante las negociaciones para la entrega del barco y en su gran amigo durante el segundo exilio de este galleguista.
El principio del fin del salazarismo
Aunque ideada y bautizada inicialmente como Operación Compostela por Xosé Velo, la denominada finalmente como Operación Dulcinea es considerada por la historiografía portuguesa como el principio del fin del salzarismo. Curiosamente nunca se ha reconocido que esta acción fue diseñada realmente por un gallego exiliado y no por Henrique Galvão, que asumió la portavocía del DRIL en un primer momento, por indicación de Velo, dado que el barco tenía bandera portuguesa.
Gracias a nuestro reciente viaje a Brasil para recuperar el archivo de Velo, custodiado por su hijo durante años y adquirido recientemente por la Diputación de Pontevedra, en cuya web está ya accesible, y merced a las rigurosas investigaciones de Xavier Montanyá, hemos tenido acceso a las claves de esta acción política, inspirada y organizada fundamentalmente por Xosé Velo, cuya figura ha sido silenciada tanto por el discurso oficial portugués como por el franquismo.
Esta operación es el primer secuestro internacional de un transatlántico por una reivindicación política, la denuncia de las últimas dictaduras fascistas de Europa. Posiblemente sea la acción más espectacular, valiente e imaginativa jamás realizada contra las dictaduras ibéricas. La que tuvo mayor repercusión política y propagandística internacional. El secuestro duró doce días y tuvo en vilo al mundo entero.
Supuso el inicio de la disidencia armada militar contra el régimen portugués y la estrecha colaboración entre los sectores más radicales del antifascismo ibérico. Franco, ayudado por la pasividad y las divisiones que existían en el antifranquismo del interior y del exilio, consiguió ocultar para siempre un dato muy significativo: aquel secuestro también fue una acción contra él, inspirada y diseñada fundamentalmente por Xosé Velo, un galleguista que había conseguido huir de la represión franquista.
El contexto de la operación
Tras la Segunda Guerra Mundial, los exiliados españoles vieron frustradas sus esperanzas de que los países aliados provocaran el fin de la dictadura franquista. Las democracias europeas y Estados Unidos los traicionaron después de utilizarlos en la lucha contra el nazismo. Los republicanos españoles vieron cómo Franco obtenía progresivamente el reconocimiento internacional. No obstante, la victoria de Fidel Castro contra Fulgencio Batista en 1959 y la caída del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez el año anterior, despertaron las ansias de libertad de amplios sectores.
Los jóvenes españoles exiliados, así como los veteranos más combativos de la guerra civil, creyeron posible, de nuevo, derrocar a Franco. Se iniciaba una década de cambios. Era el momento culminante de las independencias de las colonias africanas y la disidencia de las organizaciones políticas y sindicales tradicionales abría los nuevos caminos de pensamiento y de acción política y cultural que definirían los años sesenta.
En este contexto, y según hemos comprobado con la documentación existente en su archivo, en el apartamento de Xosé Velo, en Caracas, nace el DRIL, una organización clandestina de lucha antifascista, de origen, naturaleza y signo democráticos. Este poeta e intelectual gallego, exiliado en Venezuela, una de las personalidades olvidadas en el laberinto del exilio español, fundador de las Mocedades Galeguistas junto al poeta Celso Emilio Ferreiro, es el principal ideólogo y dirigente de la Operación Dulcinea.
Iberista convencido, Velo decide diseñar esta acción en colaboración con exiliados portugueses próximos al general Humberto Delgado, refugiado en Brasil tras romper con la dictadura de Salazar por denunciar el fraude electoral de las elecciones de 1958, y con el capitán Henrique Galvão, exiliado en Venezuela. Éste último, un personaje con ansias de notoriedad, fue designado por Velo como portavoz y logró convertirse en la gran vedette mediática de la operación, eclipsando la decisiva presencia de Velo, bajo el seudónimo de Carlos Junqueira de Ambía, el auténtico protagonista y artífice de esta operación, injustamente olvidado.
Gracias a la audacia e imaginación de Velo aquel grupo de disidentes comunistas, nacionalistas y anarquistas, en la madrugada del 22 de enero de 1961, se hace con el control del buque, en aguas del Caribe, tras haber embarcado como simples pasajeros y con un armamento escaso y precario, una nave en la que había cerca de mil personas, entre pasajeros y tripulantes. Querían denunciar ante el mundo la existencia de las anacrónicas tiranías fascistas.
El secuestro sorprendió Kennedy en su primer día de trabajo en la Casa Blanca. Salazar y Franco ocuparon las primeras páginas de la prensa internacional. El general Humberto Delgado, que aparecería asesinado cuatro años después por agentes de la policía política portuguesa en Extremadura, reivindicó el secuestro desde Brasil e informó al mundo del objetivo antifascista de la acción. Kennedy respetó el carácter político de la misma. Franco y Salazar aparecieron ante la opinión pública mundial como lo que eran, dos dictadores fascistas empecinados en intervenir militarmente contra los que ellos llamaban “piratas”.
Cinco navíos de la marina norteamericana y una escuadrilla de aviones lograron localizar el buque, tras varios días de infructuosa persecución. El DRIL accedió a parlamentar y recibió a bordo a la delegación norteamericana, encabezada por el contraalmirante Allen Smith, con el himno de Riego, el de Portugal y el de Galicia. Pactaron la liberación de los pasajeros y el presidente brasileño Janio Quadros los acogió como refugiados políticos.
Aunque el DRIL no consiguió su objetivo de llegar a las colonias africanas inauguró nuevas formas de acción. El mismo día en que llegaban a Recife se produjeron en Angola los primeros enfrentamientos armados que iniciaron una larga guerra por la independencia. Muchas de las proclamas que se radiaron al mundo desde el Santa Liberdade contenían ideales revolucionarios que se pondrían en práctica en Portugal años después, tras el golpe del 25 de abril de 1974.
Franco, en cambio, consiguió borrar de la historia el carácter español de esta acción contra su dictadura, una operación fundamentalmente inspirada, diseñada y liderada por Velo, un Quijote contemporáneo que murió el 30 de enero de 1972 en Brasil, con 55 años, hace ahora precisamente cincuenta años, y cuyos restos reposan bajo un ciprés del cementerio paulista de Getsemaní, después de una vida de compromiso político que él mismo calificó como “un incendio a 37 grados”
A modo de biografía
Xosé Velo Mosquera nace en Celanova el 21 de abril de 1916. Es el cuarto de los cinco hijos de una familia abastada: el padre –de 76 años–, antiguo alcalde y diputado provincial, era comerciante y tenía una pequeña fábrica de chocolate, y la madre –de 32– era hija del secretario del juzgado; tanto el padre como la familia de la madre estaban vinculados al partido conservador. La muerte del padre, el 6 de octubre de 1926, no debió de ser una sorpresa para la mayoría de sus conocidos. Sin embargo, para Xosé Velo ese día supuso el abrupto fin de su infancia, o por lo menos así lo dejó escrito en varios textos. Como si le hubiera caído de repente la anomalía de su fecha de nacimiento se sintió entonces un “joven viejo” y nunca más dio se entendió con el calendario. Estudió en los escolapios, primero en el monasterio de Celanova (donde coincidió con Celso Emilio Ferreiro, cuatro años más viejo) y luego en Monforte de Lemos. En esas aulas aprendió, a contrapelo de los golpes que arreaban los frades, lo contrario de lo que allí se transmitía. Pasó también por la Universidad de Santiago sin obtener título superior ninguno.
Estuvo entre los fundadores, en 1932, de las Mocedades Galeguistas de Celanova, uno de los grupos más activos de la organización juvenil del Partido Galeguista. Esta agrupación local llegó a tener más de cincuenta afiliados, una sección infantil (!) y un boletín propio, el semanario Adiante, del que solo salió un número en enero de 1933. Xosé Velo y Celso Emilio Ferreiro lideraron desde Celanova la corriente arredista de las Mocedades, caracterizada por la defensa de la independencia y de la legitimidad del uso de la violencia ofensiva y defensiva (frente las agresiones de la extrema derecha), así como por el compromiso con la emancipación de los campesinos, todo ello formulado con gran radicalismo verbal. Esta corriente consiguió imponerse en la II Asamblea de la Federación de Mocedades Galeguistas (1935) y Xosé Velo fue elegido secretario general, suceso en el que debió de influir su gran talento natural como orador. Así lo describe Celso Emilio: “Alto, flaco, de largo nariz, Velo fue un orador nato de la escuela de Basilio Álvarez. Hablaba con voz tronante poniendo los brazos abiertos como un cristo campesino. Sus palabras, que le brotaban de un manantial profundo, eran convincentes y llenas de sentido popular”.
Fue también en esos años de la República que Velo comenzó a escribir poesía de todo tipo, casi siempre en gallego, mas también en castellano. Llegó a publicar un poema titulado ‘Alciprés’ en la revista Nós. Con la idea de darse a conocer como poetas, Celso Emilio y él discurrieron a dúo un procedimiento original de autoedición, casi una máquina poética de asalto. En la imprenta de un pariente de Ferreiro hicieron imprimir a precio de coste doscientas carpetas con el título Cartafol de poesía y los nombres de los dos autores. Se los mandaron luego por correo a un grupo escogido de destinatarios: periodistas e intelectuales influyentes, amigos y familiares, con la indicación de guardar la carpeta para coleccionar en él los poemas que irían recibiendo periódicamente en hojas sueltas. Enviaron en total dieciséis poemas, ocho de cada uno, mas no se conserva la serie completa.
En octubre de 1935 –con 19 años–, Xosé Velo se casó con Jovita Pérez González –de 20–, hija de un tabernero de Celanova. En el casamiento (con Celso Emilio de testigo) no faltó el requinto patriótico, y los novios volvieron de la luna de miel cantando el himno gallego. Meses después nació el primer hijo, Lino. Era junio de 1936. El 21 de julio, Velo fue detenido y conducido al cuartel de la Guardia Civil de Celanova, negándose a entregar los archivos de las fichas de militantes de las Mocedades. Fue liberado por la intercesión de un tío suyo. Comenzó también en este tiempo a dar aulas como maestro particular –lo que acabó siendo su trabajo habitual– hasta que fue reclutado y movilizado en marzo del 37. Se dice que intentó pasarse al bando republicano en dos ocasiones, librándose de nuevo de ser procesado gracias a las influencias familiares. En 1938 volvió a Celanova al ser dispensado del servicio por tener otros dos hermanos movilizados, siendo él el único casado y con un hijo. Según su biógrafo, en ese año viajó a Guinea Ecuatorial, tratando de evitar las presiones políticas de los inminentes vencedores de la guerra. Su hija Manuela nació en febrero de 1939 y en noviembre abrió en el pueblo una academia de comercio y oposiciones.
En 1942 murió su madre y un año después, en vista de las enormes dificultades que encontraba para desarrollar su trabajo en Celanova, se trasladó a Vigo, donde abrió otra academia en sociedad con su primo Cástor (hermano del director de cine Carlos Velo). Fue a más tardar en esa época que entró en contacto con sectores de la resistencia antifranquista y de la guerrilla.
En 1944 nació su tercer hijo, Vítor, y entabló amistad con un primo de Castelao, Mariano Otero Castelao, que estaba vinculado a los grupos de la resistencia promovidos por el Partido Comunista. Debido a sus actividades antifranquistas ambos fueron detenidos y encarcelados, primero en Vigo y luego en A Coruña.
Con el final de la Segunda Guerra Mundial, Velo salió de la cárcel en libertad provisional. Después de un período de semilibertad, y ante el peligro de ser nuevamente encarcelado, huyó en 1947 con Mariano Otero hacia Celanova. Allí y en la aldea próxima de Moreira estuvieron ocultos durante varios meses en casas de amigos y familiares.
Pasaron luego clandestinamente a Portugal y fueron acogidos por Luis López, un amigo de la infancia de Velo que tenía un restaurante en la parte de Estoril. Luis López los llevó a Lisboa, donde se separaron. Velo acabó siendo detenido por la PIDE (policía política salazarista) y encarcelado en la prisión de Caxias. Con la ayuda de una organización humanitaria, el Unitarian Service, y gracias a la intervención directa del presidente venezolano Rómulo Gallegos –a quién Velo había conocido en las estancias del político en Bueu–, consiguió un pasaporte de emergencia y pudo salir hacia Venezuela en octubre de 1948.
Gallegos llegó a ofrecerle a Velo una cátedra (!) en la Universidad Central, mas el 24 de noviembre fue depuesto por un golpe militar y tuvo que salir –él también– para el exilio. Velo siguió en el país, trabajando como profesor en varias academias y colegios. A finales de 1949 la mujer y los hijos se trasladaron a Venezuela.
En esos años mantuvo una intensa actividad cultural y social, promoviendo la unión de los distintos colectivos de emigrantes gallegos. En 1956 fue nombrado presidente del Lar Gallego de Caracas y participó como delegado de esa institución en el Primer Congreso de la Emigración Gallega celebrado en el mes de julio en Buenos Aires, donde cosechó un gran éxito como orador. Con la caída del régimen de Pérez Giménez en Venezuela se animó la actividad política de los exiliados, y Velo, a través de artículos, emisiones radiofónicas y mítines, se convirtió en un importante agitador de la lucha antifranquista en el exterior. Entró también en contacto con la resistencia portuguesa liderada por Humberto Delgado (exiliado desde 1958 en el Brasil) y fue fundador y director general del DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación), organización de exiliados españoles y portugueses montada en Caracas entre 1959 y 1960, que pretendía dar respuesta al Pacto Ibérico entre Franco y Salazar.
En colaboración con dos militares: el portugués Henrique Galvão y el gallego José Fernández (Jorge de Sotomayor), Velo (Carlos Junqueira de Ambía) organizó una acción que acabaría llamándose Operación Dulcinea. El 22 de enero de 1961, 24 comandos del DRIL (12 portugueses y 12 españoles) secuestraron el Santa Maria, trasatlántico de la Companhia Colonial de Navegação que hacía la ruta desde el puerto venezolano de La Guaira a Vigo y llevaba a bordo 609 pasajeros de distintas nacionalidades (la mayoría españoles y portugueses, aunque también había un número importante de venezolanos, holandeses y estadounidenses).
Velo y su hijo Vítor –que también había participado en la acción– pasaron unos días en Recife en un cuartel que les fue ofrecido por el gobierno. Después de un tiempo en Campinas, se establecieron en São Paulo, donde fueron ayudados por Miguel Urbano Rodrigues, periodista portugués que fue el gran amigo de Velo en esa época. Los acogió en su casa y los ayudó a rehacer su vida en tanto el resto de la familia seguía en Caracas. En 1962 Jovita se reunió con Velo –que ya llevaba tiempo impartiendo clases en una academia–, mientras Vítor retomaba sus estudios en la universidad paulista. Los otros dos hermanos quedaron en Venezuela, viajando de vez en cuando a Brasil. Unos años más tarde –animado por su mujer– Velo montó una librería, Nós, en el barrio de Paraíso, y también la editorial Galicia Ceibe, en la que publicó una traducción de Rosalía de Castro al portugués, y con la que tenía la idea de publicar también su propia obra. En eso estaba cuando una dolencia mal diagnosticada le derivó en un cáncer de pulmón.
Aún tuvo fuerzas para colaborar en la resistencia contra la dictadura en el Brasil, crear un periódico de barrio (Paraíso 7 días) y comenzar a escribir el guion de un proyecto audiovisual para la Fundación Ford: iba a ser una serie documental sobre la historia de la humanidad para un público infantil y juvenil. No pudo volver a Celanova. Murió a los 55 años en São Paulo y está enterrado bajo un árbol del cementerio de Geetsemaní.