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Y ha respondido el pueblo de Malabo

Los lectores de este nuestro sitio deberían volver a leer los cuentos de épocas pasadas en que los mensajeros salían a los pueblos a anunciar los deseos del rey, y terminaban así, “el rey ha hablado”. Acá habló el rey y el pueblo escuchó. Suena a temas de cuando el mundo era más antiguo, los mensajeros viajaban en mulos, cuando la noticia no era urgente para el rey, y a todo el pueblo llegaba el mensaje.

 

En Malabo ha respondido el pueblo, pero antes de contar de los pormenores de esta respuesta recordaré en persona lo que se dijo en la anterior entrega. Al final de la misma prometimos el cuento de dónde vienen los dineros que los partidos usaron para celebrar su campaña y los pormenores de la misma. La misma, como si hubiéramos hablado ya de ella. Pedimos disculpas a los puristas de siempre, a los amantes del esplendor, pues por más que rogamos el cielo que nos envíe ciencia gaya para parir limpios de legañas ortográficas los vocablos necesarios, descubrimos que allá arriba van las cosas despacio, pues hace siglos que vivimos la deserción de todos los  dioses y de sus lugartenientes, y tenemos que esperar. Paciencia.

 

Suenan las sirenas en la capital de Guinea, y el asunto es que vivimos las urgencias para justificar los gastos de los partidos en la anterior campaña electoral. Pero no, estilísticamente ha habido un rodeo, una dejación voluntaria de responsabilidades por mi parte, y es que suenan las sirenas porque dos calles de la capital están cortadas pues va a transitar por las mismas el Presidente de la República de Guinea Ecuatorial, Jefe del Estado y del Gobierno, Presidente-Fundador del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial Su Excelencia Obiang Nguema Mbasogo, alias Teodoro, cuando era bien visto en el mundo esto de ser cristiano. Bueno, los locutores de las radios y de la televisión llenan sus pulmones para citar todos los títulos del viejo y nuevo rey. ¿Rodeos innecesarios?  ¿Qué no vamos al grano? ¿Pero no acabamos de hablar de la dejación de responsabilidades en el cielo y nadie ha dicho nada?

 

Decíamos en la otra entrega que el rey de aquí se rodea de sus bufones y dice lo que quiere, y es lo que se hace, a raíz de la instauración de la costumbre de someter a elecciones a los reyes. Dijimos de unos lacayos que lo serán siempre, de otros a los que se hace creer que no lo son, y allá ellos con lo que quieran aparentar, y dimos cuenta de unos que ya no querían ser súbditos ni lacayos de nadie en esta República de Guinea. Están todos apiñados y enfrentados en torno al rey, que es el que tiene los sacos de dinero bajo su cama para regalar a todos los que quieran tomar parte en las elecciones. Como no queremos desesperar a los puristas de la divisa limpia fija y da esplendor, no alargamos la frase diciendo para tomar parte en las elecciones para contentar al mundo internacional, que es el que reclama las elecciones en todo el mundo, y aquí para que parezca que nuestro rey desgobierna de manera legítima. Claro, los reyes reinan, no gobiernan.

 

Se abren los sacos y cada partido recibe lo suyo, la cantidad necesaria para  hacernos creer que es una campaña de verdad. Se habló de los sacos, ¿pero estos sacos son en verdad del dueño de la cama bajo la que reposan? Esta es la verdadera cuestión. Como vivimos en una democracia cuyos bufones no pueden mantener la boca cerrada, supimos lo del desembolso millonario para cada partido, una auténtica barbaridad, y también supimos que los altos funcionarios eran obligados a desgajar de su sueldo una cantidad importante para sostener toda esta parafernalia política. En otra ocasión, y para un asunto que no viene a cuento ahora, ya dijimos que a los trabajadores públicos del Estado de Guinea Ecuatorial, a los que rápidamente se asimilaba al Gobierno, se les mantenía en la vagancia para contar siempre que se necesita con su complicidad para perpetrar actos criminales. Se tolera que no cumplan el horario, que no rindan en el trabajo, que sean corruptos, que vivan eternamente del cuento del oro negro para que se les pueda recordar luego que deben su puesto y su vida al Jefe, de ahí que deban agradecerle y apoyarlo cuando se espera de ellos. 300 millones de francos recibieron los jefes de los partidos para hacernos creer que en toda Guinea se iba a votar en libertad, con aquello de que para que un sufragio pueda ser considerado democrático, debe ser universal, libre, directo y secreto, como ocurría cuando soltábamos de niños tantas tonterías en las orejas de los padres curas. 300 millones es lo que se embolsó cada partido para su compromiso con la causa del rey de aquí, y les digo que es una cantidad respetable, aquí y en todas las economías infladas donde los dígitos seguidos de los ceros no valen nada. Les recomiendo a los que viven sus gastos en euros, yenes orientales o dólares del Imperio Pensilvano que resistan la tentación de hacer la conversión a sus respectivas monedas. Lean simplemente que cada partido lacayo se llevó 300 millones de francos de África Central, y entiendan que parte de este dinero salió de los sacos del mismo rey, amasado de la venta del petróleo, y parte fue sacada de la nómica de los funcionarios, a los que se hace creer que son todos del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial. Ah, deben su vida al rey, no pueden dolerse de este desembolso, cuando roban del erario no van a la cárcel, el rey es bueno, viva el rey de aquí. Y si pagan, sí pagaron, evitarán las tiritonas pregubernamentales, estos sentimientos de dolor que sienten semanas antes de que el rey señala con su liberal dedo a los que se sentarán junto a él para vivir del cuento. Sabrán al menos que están en las listas, que les puede tocar la suerte, y el rey no suele defraudar: llegan a 100 el número de cargos altos de los Gobiernos de Guinea, y es que hay que compensar a todos. Y ellos lo saben, o creen que saben que a mayor gasto, mayor posibilidad de medrar al amparo del paraguas de la casa del rey.

 

De este paraguas y de paraguas más pequeños, con gorras, sábanas, toallas, camisas y bragas envueltas en aceites de freír ya dimos cuenta cuando hablamos de la puesta en escena de la campaña. Voces en el camión, auténticas factorías rodantes, cuchillos en el cuello grueso de cebúes centroafricanos para dar gloria a Obiang y tres días de reflexión para decidir si le votábamos o elegimos a uno de los lacayos que habían decidido dejar de serlo, o que nunca lo fue y quería que de ello se supiera.

 

Cuando redactábamos esto, dos calles estaban cortadas. Tres días antes  de este corte, unos obreros chinos ya empezaron a montar una estructura que los que sabemos las cosas sospechábamos que sería un escenario callejero donde se celebrarían los bailes públicos por la “aplastante victoria” de Obiang. Por llevar comillas, no es una invención nuestra, o sea, de quien esto escribe. Con el montaje del escenario, otras dos calles estaban cortadas, y lo estarán durante más días, para mayor gloria de nuestro bantú soberano.

 

¿Sabe alguien por qué están cortadas las calles y sonaban las sirenas en Malabo el día 3 de diciembre 2009? Porque nuestro rey se iba al nuevo estadio a que le felicitaran todos los lacayos y lacayitos de toda laya que no quieren que baje nunca del trono donde se ha asentado desde hace años, 30 más o menos, nadie es perfecto. Pero estaban las calles cortadas, había sirenas en el aire sonoro de la capital y el Tribunal Constitucional no había dicho nada de si los resultados que iban proclamando los impacientes eran o no legales. A veces nos preguntamos por qué debemos consignar ciertas instituciones en versales, como si fueran respetables.

 

Post Scriptum: Ya habíamos recogido los bártulos, estábamos ya en brazos de los compañeros (más de las compañeras) para despedirnos hasta mañana, eran las nueve de la temprana noche y algo nos devolvió a la realidad. Y es que lo que oímos y vimos nos hizo recordar que a cierta hora de la tarde había sirenas en el aire y que dos calles largas de Malabo estaban cortadas porque iba a pasar el rey, ¡viva el rey! Cuál era novedad: que sí que había llegado el sitio a donde iba, no podía aguantar que el Tribunal Constitucional dijera que las elecciones habían sido limpias y se fue al nuevo estadio de Malabo a frotarse las manos ¡y con fuegos de artificio! Lo leen bien, fuegos artificiales para celebrar su “aplastante victoria”. Antes empezó con unos ruidos que los más sensibles creían que eran los cañones de nuestros enemigos, que nos venían a atacar para ir bajo la cama del rey a robar los millones, o a darnos un susto. Luego afinamos mejor los oídos y la vista y vimos que se iluminaba el trozo del cielo donde venían los ruidos, y los más listos supimos enseguida lo que pasaba. Y los de menos temple dijimos enseguida: “Qué cobarde”. Y es que el asunto es que el nuevo estadio de Malabo está en la periferia de la capital. Juzgado el hecho con ojos nuevos, y haciendo odiosas comparaciones, es como si el rey del mundo entero quisiera celebrar los fastos por lo que fuera y en vez de hacerlo en África Central, que es el  centro del mundo, miren si no el Globo, lo celebra en Tasmania Oriental, que si es algo, son precisamente las antípodas de unos reinos en que no se ponía  el sol hasta que sí se puso en Flandes y en Puerto Rico. ¡Fuegos artificiales lanzados con nocturnidad! Lo entendemos, ahora sí que lo entendemos. Lo que pretendían los mejores lacayos, que siempre son los que iluminan esas ideas, es que se dijera que las elecciones, y su final, han sido brillantes y de ahí el artificio luminoso. Para que no quede en nada ese dispendio, urgimos a los colegas de nuestro presidente que lo feliciten. Sí, el jefe de Moscú, el líder chino, Belusconi, Nicolás Sarkozi (¿Se escribe así?), Rajoy, el que lleva en la silla del Gobierno de España, Kerekou, el beduino de Libia, toda la ONU, felicitad a nuestro jefe, pues ha sido elegido con brillantez, para qué se estudia las teorías maquiavélicas en las universidades, si no.

 

En la próxima entrega hablaremos de la verdadera fiesta de investidura y de la sonrisa nerviosa de los lacayos del nuevo rey, estos lacayos que ahora duermen sobre los diccionarios para memorizar las palabras que usarán para redactar las felicitaciones por la “aplastante victoria”. Hay muchos que si no vivieran en Guinea no creerían nada de lo que aquí se cuenta.

 

Esperamos que allá arriba el Señor nos conceda la gracia de gozar de la ayuda de las musas más serias para complacer a los puristas de los epítetos en ristre, estos que aborrecen este feo vicio de hacer uso de una prosa de andar por casa.

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