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Mientras tanto... Y los pille confesados

… Y los pille confesados


 

Suena God save the Queen,

de Sex Pistols

 

En Alta fidelidad (High Fidelity, 2000), de Stephen Frears, el protagonista, interpretado por John Cusack, es el propietario de una tienda de discos en la que trabajan dos ayudantes de lo más excéntricos y dispares. En un momento determinado, uno de ellos, interpretado por Todd Louiso, tiene puesto un casete en el que suena el grupo escocés Belle and Sebastian. En ese mismo instante por la puerta aparece el otro ayudante, interpretado por Jack Black, que suelta un despreciativo “¡Qué coñazo!” para preguntar con arrogante intolerancia “¿Qué cojones es esto?”. Inmediatamente quita la cinta y la lanza por los aires para poner otra en la que suenan Katrina and The Waves y su pegadizo Walking on sunshine. Si uno estuviera viendo en casa God help the girl (2014), película dirigida por Stuart Murdoch, líder de la citada banda Belle and Sebastian, uno solo espera que Jack Black entre en el salón de casa y arranque la cinta VHS –permítaseme el anacronismo- del reproductor y la lance por los aires y ponga otra película, ya fuera una excentricidad como la reciente Frank (2014), de Lenny Abrahamson, ya fuera algo tan divertido y con tanta miga como Escuela de rock (School of rock, 2003), de Richard Linklater, e interpretada por ese demonio de Tasmania de la interpretación que es, sí, Jack Black.

 

 

Por el momento God help the girl se ha alzado con el meritorio reconocimiento de ser la película irritante del año. Le sobran motivos, pero el principal, más allá de su sinsentido dramático, donde la mayoría de acontecimientos resultan superfluos y gratuitos, o más allá de su tufillo referencial a cine francés mal digerido –de Jean-Luc Godard a Jacques Demy-, se debe a esa permanente pose con la que se exhiben sus protagonistas y que se hace extensible a toda la película, transmitiendo, finalmente, una indignante sensación de impostura. ¿Alguien, de verdad, es capaz de creerse que su protagonista padece anorexia? La trivialidad en ese sentido resulta insultante. De manera que uno llega a creer que ahí está el capricho de alguien que ha decidido hacer una película simplemente trasladando, a parte de las referencias cinematográficas de postín, su universo musical, con esas canciones que mezclan belleza y tristeza, esa melancolía optimista y esa languidez pop, que hace que incluso sienta algo con canciones como The boy with the arab strap o I don’t love anyone.

 

 

Y sin embargo, en God help the girl hasta las canciones acaban resultando molestas, por mucho que como momentos musicales funcionan dramáticamente, convirtiéndose en instantes oníricos, de evasión. Pero, claro, si todo lo demás, resulta tan afectado, tan gratuito, tan descaradamente erigido en simple presunción, solo acabamos deseando que cuando la protagonista se toma una sobredosis de barbitúricos se consume su suicidio y se acabe la película. Eso o que de una puñetera vez aparezca Jack Black y le pegue fuego a la pantalla. 

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