¿Y?

 

 

 

Samanusenqi Deklaràcia pal-o Manusikane Xakaja

Artikulo 1 

Sa o manusa bianen vi meste vi sarane and-i pativ thaj an-o xakaja thaj, sar godaver zene, kampel te kamen pen phralikanes maskar lenfe. 

Artikulo 13 

  1. Sa o manusa isi len xakaj te phiren mestes vi te alosaren kaj kamen te besen pe jekh them.
  1. Sa o manusa isi len xakaj te ikloven kotar varesavo them, vi penqe tema, vi te irinen k-o penqo them.

 

O lo que es lo mismo:

Declaración Universal de los Derechos Humanos

Artículo 1

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 13

  1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
  2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

 

La semana pasada, gracias a la gentileza del Consejo General de la Abogacía Española, moderé una mesa redonda sobre el veneno de la desinformación. A la entrada había una pequeña pila de folletos como este, editado por Presencia Gitana. Era la Declaración Universal de los Derechos Humanos en español y romaní chib (lengua romaní/gitana). Hacía mucho que no la leía. Me quedé perplejo. Era un panfleto en toda regla. Un mundo soñado. Porque muchos de esos derechos adoptados y proclamados por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 no es que sean papel mojado, es que son vulnerados constantemente en cada vez más lugares de la Tierra, incluso aquí, en Europa.

Cuando coincidí con Juan Goytisolo en el cerco de Sarajevo recordó que en España muchos siguen considerando a los gitanos como extranjeros, a pesar de llevar 500 años viviendo en nuestro suelo.

Quizá debería haber empezado esta noche por el Artículo 19, aquel que dice que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Porque este premio de derechos humanos que el Consejo General de la Abogacía Española ha tenido la gentileza y generosidad de concedernos a la sección española de Reporteros Sin Fronteras tiene que ver con la labor que realizamos para preservar un derecho con el que no solo no nacemos, sino que empieza a escasea en cada vez más lugares de nuestro mundo. Y es perseguido. Con saña. Como el derecho a emigrar.

Mañana se entrega en Oslo el Premio Nobel de la Paz a dos periodistas que han sufrido en carne propia esa persecución: la periodista filipina María Ressa, que en 2012 fundó el medio digital de investigación Rapple, y al periodista ruso Dmitry Muratov, uno de los fundadores del periódico Novaya Gazeta, seis de cuyos periodistas, entre ellos la añorada Anna Politkovskaya, han sido asesinados por contar la verdad. En los últimos veinte años, según recuento de Reporteros Sin Fronteras, 1.636 periodistas han sido asesinados en todo el mundo por ejercer un oficio que es sinónimo (o debería ser) de democracia.

No me quiero alargar mucho más en estas palabras de cálido agradecimiento hacia una institución como el Consejo con el que hace menos de un año ratificaba con su presidenta, Victoria Ortega, un convenio de colaboración para que los periodistas latinoamericanos perseguidos que durante breves periodos acogemos en Madrid para librarse de una presión insoportable en sus países de vida y trabajo, a veces con constantes amenazas de muerte (ahora mismo tenemos a un cubano, una nicaragüense, un colombiano y una mexicana viviendo en Alcalá de Henares, respirando), no estén más indefensos cuando regresen a casa.

 

Tres telegramas a modo de despedida

No podemos tolerar que se castigue la compasión, que se pene el rescate de inmigrantes en el Mar Mediterráneo o en aguas del Atlántico. El alma democrática de Europa, es decir, su alma, está condenada si toleramos que eso se convierta en norma.

Los periodistas tenemos que hacer autocrítica. En qué medida cumplimos con nuestros códigos éticos cuando mezclamos a sabiendas hechos con opiniones, hablamos de hechos alternativos, nos convertimos en agentes propagadores del ruido y la crispación no para buscar la verdad sino para convertir al otro en enemigo.

Y una recomendación: el Cuarteto estacional de la novelista británica Ali Smith, publicado por Nórdica. En Verano, el último volumen, se lee al inicio: “Todo el mundo dijo: ¿y? Como en ¿y qué? Como en encogerse de hombros, o ¿y qué esperas que haga al respecto?, o me importa una mierda, o lo apruebo, me parece bien”. (Y unas líneas más abajo): “Que un continente ardía y otro se derretía: ¿y?

Que los poderosos de todo el mundo empezaron a excluir a personas por su religión, su etnia, su sexualidad o su oposición intelectual o política: ¿y?

Pero no. Es verdad. No todo el mundo lo dijo.

Ni por asomo.

Millones de personas no lo dijeron”.

Muchas gracias. Buenas noches

 

 

Este texto fue leído ayer lunes en el Círculo de Bellas Artes de Madrid con motivo de la entrega del premio de Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía a la sección española de Reporteros Sin Fronteras.

La foto fue tomada en los arrozales de Pals (Girona) el pasado mes de noviembre. En Instagram: Tribuna para una internacional de la melancolía.

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